10. el patio de los naranjos

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— No te entiendo.

Martin soltó una carcajada resignada.

— Te juro que yo creía que no te soportaba. Cuando te vi por primera vez, lo único que sentí fue rabia. Odiaba cómo hablabas, cómo te reías, cómo bailabas. Odiaba lo bien que le caías a Kiki, y lo majo que le pareciste a Ruslana. Odiaba que estuvieses siempre tan alegre, y en realidad ver en tus ojos que no estabas bien. Odiaba estar rodeado de gente y no poder apartar la mirada de ti. Ver cómo sentías confusión y dolor cuando te atacaba para llamar tu atención. Odié descubrir que compartíamos pasión por el arte, y cómo me dejaste ayudarte con el cambré a pesar de todos los comentarios de mierda que te dije. Odié el torrente de emociones que sentí cuando te toqué, Juanjo. Pero en realidad me di cuenta que nada de todo eso era odio.

— Martin...

— Tu sonrisa me pudo desde el día uno y hasta ahora. Ya me conoces, no puedo guardarme lo que siento.

Martin se acercó más, si eso era posible, hasta que sus narices prácticamente se rozaban. Cuando el vasco bajo la mirada a sus labios, el mundo se detuvo. Juanjo dejó de respirar. Todos sus pensamientos desaparecieron, para ser ocupados únicamente por aquel chico.

Los ojos verdosos clavados sobre sus labios, con unas largas pestañas adornándolos. Su mano, rozando la suya. El rastro del anterior recorrido por su pecho, ardiéndole. Su camiseta ajustada, permitiéndole ver cada centímetro de su torso. Su pelo, con los pequeños mechones del mullet asomando tras su cuello. Sus labios, rosados y voluminosos, entreabriéndose ligeramente, acaparando toda la atención del maño.

A tomar por culo todo.

Juanjo se inclinó sin miramientos, buscando esos labios que tanto ansiaba probar. El primer roce le llevó directo a las nubes, donde nada importaba, solo ellos dos.

Martin se derritió ante el contacto y no dudó en subir sus brazos para rodear el cuello del maño y acariciar la parte posterior de su cabeza. Juanjo agarró su cintura, tratando de mantener la estabilidad.

El pequeño abrió su boca, como invitación para permitir al maño adentrarse en ella. Éste no dudó ni un segundo, y sus lenguas se sumieron en una batalla interminable. Martin suspiró sobre él, cogiendo aire rápidamente para volver a atacar sus labios.

Sus bocas se movían al unísono, bailando la una con la otra cómo ellos mismos habían hecho días atrás en Valencia.

Dejaron cada aliento, cada suspiro, cada gemido ahogado y cada sentimiento en aquel beso. Canalizando toda la rabia y la confusión, enviándolas a un lugar escondido donde no eran relevantes.

No estaban seguros de sí habían pasado segundos, minutos o horas. Pero cuando se separaron, todavía con sus frentes juntas y la respiración acelerada, asumieron que estaban perdidos.

— Me gustas, Juanjo. Yo... no podía ignorarlo más —murmuró lentamente Martin sobre su boca.

El mayor cerró los ojos y suspiró profundamente, sin poder evitar el temblor de su cuerpo. Atrajo a Martin hacia él y le estrechó en un fuerte abrazo, rodeando todo su cuerpo con los brazos.

Y así permanecieron durante un tiempo incalculable, rodeados por aquellos naranjos coloridos, inhalando el aroma del otro con los ojos cerrados.

Permitiéndose sentir.

rhythm revolution | juanjo y martin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora