6. valencia

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La brisa con un toque de olor a mar azotó su rostro cuando paseaba por el paseo marítimo, cargando con su mochila, mientras se dirigía a la sede.

Tenía vagos recuerdos de esa ciudad, como aquella vez que a su hermana María le picó una medusa en una de las interminables playas, el verano que fueron allí de vacaciones; o cuando tuvo una sesión de grabación de una coreo de su antiguo profesor en la Ciudad de las Artes y de las Ciencias.

En esa ocasión, estaba allí para competir. Nada más y nada menos que en la competición más importante a nivel nacional. Tenía claro que el momento iba a llegar, pero no se imaginaba lo difícil que iba a ser sobrellevarlo. Para su desgracia, las expectativas eran más que obvias en su entorno.

Era el bailarín principal del grupo con mayor historia del campeonato, esperaban que hiciese una trayectoria perfecta.

Nadie quería ver a un capitán inseguro, que dudara de sí mismo. Todos querían ver al Martin fuerte, firme, constante. Sin ningún complejo y ninguna dificultad. El que subía al escenario y acaparaba todas las miradas, bailando con perfección absoluta y llevando Urban Beat a lo más alto.

Pero para decepción de la gente, Martin solo era un chico de 18 años que, sí, llevaba bailando desde que tenía memoria, pero era humano. Cometía errores. Y aunque la presión le estaba carcomiendo por dentro, debía ser fuerte y tratar de ocultarlo.

No dejaría que la presión le hiciese fracasar. No esta vez.

La coreo de Madrid la había tenido más que dominada, y por ello se había permitido estar tranquilo. Pero la batalla era diferente. Tenía que repasar todas sus habilidades, ya que nunca se sabía por donde podía encaminarse la actuación. La meta de las batallas era demostrar superioridad, es decir, si tu contrincante hacía una combinación de locking, no solo tenías que igualar su nivel, sino superarlo. Así se demostraba quien tenía mayor rango técnico.

Era 23 de abril, lo que significaba que quedaban apenas 10 días para la prueba. El sorteo para establecer los rivales de cada equipo se había llevado acabo previamente, y, para desgracia del vasco, debía bailar contra The Street Symphony.

No era que odiase al equipo, la mayoría de las chicas eran muy agradables con él, y además estaba Kiki. Sin embargo, su opinión del capitán era otra historia. Le odiaba. Odiaba su forma de hablar, de moverse, de confiar en sí mismo y de importarle tan poco la opinión externa; pero a pesar de todo, no podía dejar de pensar en él.

No se sorprendió en absoluto cuando camino entre las salas de ensayo en busca de alguna vacía y le vio.

Se permitió observarle unos minutos. Por mucho odio que sintiese hacia él, no podía negar que era un gran bailarín.

El mayor estaba repasando un trozo de montaje, con el que parecía que tenía dificultades. Tras prestar atención, Martin se dio cuenta de que repetía en bucle un cambré, con el que trataba de rozar el suelo con las puntas de los dedos mientras arqueaba su espalda. Sin embargo, no parecía lograr curvarse lo suficiente.

— ¿Qué coño quieres? No estoy de humor. —se dirigió a él Juanjo tras verle reflejado en el espejo.— No se como te las apañas para seguirme a todos lados. Eres insufrible...

— Ah, ¿ahora tampoco puedo venir a ensayar tranquilamente? ¿La sede también es tuya, como el museo?

— No empieces con tus tonterías, que el único aquí que estaba espiando al otro eres tú.

— ¿Necesitas ayuda? —preguntó Martin despacio, bajando el volumen de su voz hasta convertirla en un pequeño susurro, como si le diese vergüenza preguntar aquello.

— Mira, si quieres molestar no es el momento. Y tampoco me apetece que me robes movimientos para el sábado, así que puedes irte por donde has venido.

— Lo decía enserio. El cambré que estás haciendo no es un paso muy complejo si sabes ejecutarlo bien. Mira, espera...

Martin avanzó hacia él, con cautela. Al ver que Juanjo, a pesar de mirarle con desconfianza, no se apartaba, le comenzó a explicar su error.

— Estás intentando bajar con todo el aire en tus pulmones. —con cuidado, posó una mano sobre su cintura. Juanjo se estremeció bajo su contacto y sus ojos volaron hasta conectar con los del vasco. Éste sintió como toda su piel se erizaba. Continuó murmurando indicaciones suavemente— Vamos, inténtalo ahora. Respira hondo y expulsa todo el aire. Eso es. Ahora arquéate. Espera, dobla un poco más las rodillas. Así. Ahora estira el brazo... perfecto. ¿Ves? Ya lo tienes. No era tan difícil.

Juanjo se incorporó, todavía con las manos de Martin sobre su abdomen y espalda baja. Respiraba agitadamente, aunque el paso no era el motivo de aquello. Martin volvió a fijar sus ojos en él, pudiendo apreciar por primera vez las motas verdes que adornaban su color marrón. Mentiría si dijese que no se quedó embobado.

El tiempo pareció detenerse unos segundos, mientras ambos chicos se observaban.

— Gracias. —susurró Juanjo, mientras Martin apretaba el agarre sin ser consciente.

Les rodeaba una energía extraña, que ninguno de los dos creía posible comprender. Martin escudriñó la cara del maño, fijándose en cada peca, cada lunar. Analizándole. Memorizando cada detalle. Sin poder evitarlo, su mirada se posó suavemente sobre sus labios.

Y en ese instante, el único pensamiento que albergaba en su cabeza era cómo sería besarlos.







nota de la autora:
hola a todoss, quería dejaros un mensajito por aquí para saber cómo estáis recibiendo esta historia, si os esta gustando y la estáis disfrutando.
estoy escribiendo desde la ilusión más pura y absoluta pasión por el baile, que es mi vida desde que soy una cría.
me encantaría que me dejaseis comentarios por aquí si lo estáis disfrutando, ya que me motiva un montón para seguir. o si queréis, también podéis dejármelos por Twitter (@/lidiaurrutibona)
gracias siempre por leer, sigo pronto. un besooo <3

rhythm revolution | juanjo y martin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora