12. notas

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El sabor de aquel beso podría compararse con el sentimiento de encontrar un oasis en medio de un desierto. La necesidad tensando cada partícula de sus cuerpos y el alivio manifestándose en forma de suspiros cómplices.

El instante en el que las manos de Juanjo agarraron su cintura con tal fuerza que parecía querer sostenerle contra su cuerpo para siempre, Martin supo que no había vuelta atrás.

A pesar de lucir siempre relajado y confiado, no encontraría en otro sitio la paz que sentía entre los brazos del bailarín.

Podría pasar horas, días o incluso semanas colgado de su cuello, acariciando suavemente las hebras posteriores de su cabello.

— ¿Te queda claro ya? —murmuró Martin pasando a atacar su cuello, dejando leves roces con sus labios, que atormentaban al mayor.

— Sí, pero no pares. Ni se te ocurra.

El vello de Martin se erizó en respuesta de aquel tono imperativo, dandole el coraje suficiente para mordisquear esa piel tan sensible.

Juanjo sabía a una mezcla de emoción y seguridad. A satisfacción. A hogar. Podría quedarse a vivir en el hueco que formaba su hombro y su cuello.

Juanjo volvió a buscar sus labios, sediento, ansiando el contacto como si de una droga se tratase.

Martin mandó el autocontrol a la mierda olvidando por completo el lugar en el que se encontraba, porque cuando su boca rozaba la del maño el resto del mundo dejaba de existir. Solo quedaban ellos dos, enredados como si fuesen uno.

Sus manos parecían tener algún tipo de imán que conducía inconscientemente a la espalda del mayor.

El momento en el que las yemas de sus dedos rozaron directamente la piel del mayor, Juanjo debió darse cuenta de dónde estaban y las posibles consecuencias que aquello podía causar.

— Martin.

— ¿Mmh...? —murmuró mientras mordisqueaba sus labios, sintiéndose en una nube.

— Martin, deberíamos parar. No, enserio. Saca las manos de ahí. Si salen pueden vernos.

— Me la suda tantísimo —dijo Martin, ignorando su alrededor una vez más.

— Tenemos que ir al pueblo. De verdad, tenemos que parar. Si no te suelto ahora no creo que pueda hacerlo nunca.

— Vaaaale. Aburrido.

— Cuando te libres de una bronca de tu profesora me lo agradecerás. Además, tengo ganas de ver el pueblo. Tiene pinta de ser muy bonito.

— Pues yo preferiría seguir morreándome contigo, pero habrá que conformarse.

— Deja de quejarte y avisa a los demás de que nosotros nos vamos yendo.

[...]

Juanjo caminaba con paso tranquilo un poco por delante suya mientras lamía un cucurucho de helado que habían comprado. La tienda donde debían recoger los materiales no habría hasta las 18:00, y a pesar de que el cielo estaba cubierto por un denso manto de nubes, el maño no se había podido resistir. Siempre tenía calor.

— ¿Puedes comer más rápido? —protestó señalando el helado medio derretido de Martin, mirándolo con recelo—. Me pone nervioso que esté goteando todo el rato.

A Martin le ponía nervioso él. Desde su pelo hasta las zapatillas que calzaba. Su sonrisa y su mirada. Y su espalda.

Joder con su espalda.

rhythm revolution | juanjo y martin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora