13. musicales y hamburguesas

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La notificación del móvil procedente de un número desconocido interrumpió el placido sueño de Juanjo.

"No puedes escribir eso y hacer como si nada"
"Ahora no puedo dejar de pensar en ti"

"Martin?"
"Cómo tienes mi número?"

"Kiki es fácil de persuadir"

"Qué quieres?"

"Verte"

Juanjo mordió la almohada reprendiéndose mentalmente por querer soltar un chillido emocionado. No sabía en qué momento había pasado de tener impulsos de asesinar al vasco cada vez que le veía a comportarse como un crío enamorado de 15 años por un simple mensaje de 5 letras. Se obligó a centrarse y contestar algo que no sonara ridículo.

"Tenemos ensayos todo el día"

"Lo sé"
"Tengo que ir a un sitio esta noche, vente conmigo"

"Dónde?"

"Es sorpresa"
"Tenemos que ir elegantes, así que ponte guapo"
"Aunque no creo que te cueste mucho"

Llegados a este punto Juanjo sonreía a la pantalla como un absoluto bobalicón.

Éste chico me va a matar.

"Eres más tonto"

"Me adoras"
"Quedamos a las 22:00, cenamos fuera"
"Ah, por cierto. Es una cita"

Dejó el móvil en la mesilla y se recostó sobre la cama soltando un suspiro. Por primera vez en años, deseaba que los ensayos terminasen cuanto antes.

Acudió a las clases distraído, con la mente muy lejos de la coreografía. Sus compañeros lo notaron, pero prefirieron no decir nada al respecto.

El día le pareció más largo de lo normal. Pasó cada segundo del día pensando en la noche, en aquellos ojos verdosos que le tenían completamente hipnotizado.

Pero al llegar el momento que con tanta intensidad llevaba ansiando, plantado frente al espejo de su habitación recolocándose el traje elegante pero a la vez informal, el miedo le invadió.

Temor a ser demasiado, a ser insuficiente.

Temor a cerrarse en banda, a permitirse abrir su corazón.

Temor a sentirse agobiado, a sentirse tranquilo y cómodo.

Porque por primera vez en su vida, cualquiera de las dos perspectivas podían hacerle daño y hacerle feliz al mismo tiempo.

Porque por primera vez, se estaba arriesgando.

Todas estas dudas revoloteaban en su interior como un murmullo constante mientras descendía por las escaleras del hotel. Pero nada más verle ahí plantado, esperándole, todo quedó en silencio.

Se permitió observarle de arriba abajo, con detenimiento.

Su pelo, marrón y suave, normalmente apuntando en todas direcciones sin control alguno, en esta ocasión un tanto más peinado y brillante, luciendo más suave todavía. Incitando silenciosamente a las manos del mayor a enredarse en sus mechones.

rhythm revolution | juanjo y martin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora