Shaleen tuvo un violento despertar. Tres guardias entraron en su habitación y la zarandearon hasta que la joven se sentó en la cama y, soñolienta, les preguntó qué estaba ocurriendo.
—Acompañadnos —fue toda la respuesta que le dieron. La llevaron a través de una serie de pasillos hasta unas escaleras que descendían. La instaron a bajar y ella desconfió. Todo el mundo sabía que los castillos albergaban sus zonas nobles en las plantas superiores mientras que reservaban las inferiores para alojar al servicio y algo mucho peor: las mazmorras.
Intentó zafarse de los guardias, pero estos la apresaron con fuerza de los brazos.
—¡Soltadme! —gritó.
—No nos obliguéis a usar la fuerza —le ordenó uno de ellos y ella bufó.
—Ya la estáis usando, estúpidos. Me hacéis daño.
La obligaron a bajar por los escalones hasta llegar a un pasillo estrecho flanqueado por celdas con puertas de barrotes. La hicieron entrar en la única que la tenía abierta y enseguida cerraron tras ella. Shaleen se aferró a los barrotes y les exigió saber por qué la habían encerrado y dónde estaban sus amigos. Uno de los soldados recibió su pregunta con una risotada.
—No te preocupes —se burló y ella reparó en el cambio de su tratamiento—. Pronto estarán contigo.
La amenaza del guardia fue premonitoria. Al cabo de unos minutos otros soldados distintos llevaron a la misma celda a Ivy y a Lanson, y poco después a Yanis y Eseneth. Shaleen les preguntó si sabían algo, pero los demás tenían la misma información que ella. Solo Ivy pudo aportar algo más, aunque no eran buenas noticias.
—Se han llevado a Veda —les explicó, hipando por el llanto—. Intenté preguntarles dónde se la llevaban, pero no me quisieron decir nada.
—¡Guardias! —Lanson se acercó a los barrotes y buscó con la mirada a alguien—. Exijo saber por qué nos han encerrado. ¿Sabéis quién soy? ¡Estáis cometiendo un terrible error!
—¿En serio, señor Noelle? —La voz procedía de las escaleras y Shaleen tuvo que ponerse de pie y aproximarse a la puerta para distinguir la figura de Alban de Nils bajando los últimos escalones. No parecía el mismo hombre jovial que los había recibido, ni el que había intentado seducirla en los jardines. Su expresión había perdido la sonrisa y se mostraba serio y adusto—. Estos hombres actúan siguiendo mis órdenes. ¿Qué error creéis que estoy cometiendo?
Lanson se aferró a los barrotes.
—¿Qué ocurre? ¿Por qué nos habéis encerrado?
Alban entrecerró los ojos y esbozó una sonrisa torcida.
—Lo sabéis bien. No os hagáis los ingenuos ahora. —El señor par se quedó en silencio durante unos segundos y, tal vez al ver que ninguno de ellos confesaba nada, prosiguió—. Esta noche mientras dormía llegó un mensajero de Kámdara. Me ha informado de lo ocurrido en el castillo de Gerhard Arc.
—¿De lo ocurrido en...? —Lanson balbuceó. Shaleen estaba segura de que nunca le había visto dudar—. ¿A qué os referís?
La expresión de Alban se endureció aún más.
—A la muerte de Gerhard Arc.
Ivy soltó una exclamación de sorpresa y Yanis dejó escapar un débil gemido. Eseneth se mostró imperturbable, como si esa información no fuera nueva para él. Lanson sacudió la cabeza y se enfrentó al señor par.
—Nosotros no hemos tenido nada que ver con eso. Cuando nos fuimos de su castillo, estaba vivo.
—¡Mentira! —gruñó Alban—. Debería daros vergüenza, señor Noelle. Tenía entendido que los altos aristócratas no mentían.
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El último Sacrificio (Hijos del Primigenio I)
FantasyEl mundo de Celystra vive asolado por el Primigenio, su dios y creador, pero también su verdugo. Varios pueblos se atrevieron a alzarse contra él en el pasado, y su desfachatez les salió muy cara. Ahora, siglos después, el Primigenio exige que cada...