Tus sonrisas

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Raven estaba sentada en la esquina más tranquila de la Torre de los Titanes, rodeada por sus libros y el suave resplandor de las velas que ella misma había encendido. La tranquilidad de la noche solía reconfortarla, pero últimamente, había algo que la mantenía inquieta. Algo, o más bien, alguien. Era una sensación extraña que no lograba comprender del todo, y eso la frustraba.

Chico Bestia, mientras tanto, estaba en la cocina, intentando preparar algo que no resultara un desastre total. Su mente vagaba, divagando sobre las últimas misiones, pero cada vez, sin falta, sus pensamientos regresaban a Raven. Había algo en ella que lo intrigaba, una misteriosa atracción que lo hacía querer estar cerca de ella, aunque fuese solo para verla leer en silencio.

Esa noche, después de un intento fallido de preparar galletas, Chico Bestia decidió llevarle una, solo por cortesía. Caminó lentamente hacia la sala donde sabía que la encontraría. Al llegar, la vio absorta en sus pensamientos, con la mirada fija en las páginas de un libro que apenas estaba leyendo.

—Rae —dijo suavemente, acercándose—. ¿Te gustaría una galleta?

Raven levantó la vista, sorprendida por la interrupción. Algo en la voz de Chico Bestia la hizo sentir un ligero escalofrío, uno que trató de ignorar. Extendió la mano para tomar la galleta, y en ese momento, sus dedos rozaron los de él. Fue un toque breve, pero bastó para que ambos sintieran una chispa de electricidad recorriendo sus cuerpos. Los ojos de Raven se encontraron con los de Chico Bestia, y por un instante, el tiempo pareció detenerse.

Chico Bestia le sonrió, una sonrisa suave, diferente de las habituales bromas que solía hacer. Había algo en sus ojos que Raven no había visto antes, algo que hacía que su corazón latiera un poco más rápido de lo que estaba acostumbrada.

—Gracias —murmuró ella, intentando recuperar la compostura.

Chico Bestia se rascó la nuca, un poco nervioso, y se sentó en el sillón frente a ella.

—De nada. Sabes, Rae, eres la única persona con la que puedo estar en silencio sin sentirme incómodo.

Raven sintió un calor en su pecho al escuchar esas palabras. Era algo tan simple, pero tan significativo para ella. Su vida siempre había estado rodeada de caos y ruido, tanto interno como externo, y Chico Bestia... él le ofrecía una paz que no sabía que necesitaba.

Ambos se quedaron en silencio, pero esta vez, el ambiente estaba cargado de una tensión palpable. La respiración de Raven se hizo más lenta, y de vez en cuando, se permitía una mirada furtiva hacia Chico Bestia, quien estaba concentrado mirando hacia la ventana, pero con un leve sonrojo en las mejillas.

Sin decir una palabra más, Chico Bestia se levantó, su mano rozando brevemente el hombro de Raven mientras pasaba. Ese simple contacto hizo que ella cerrara los ojos por un segundo, disfrutando del calor que había dejado en su piel.

—Buenas noches, Rae —susurró él antes de salir de la habitación.

Raven abrió los ojos, sus pensamientos aún confusos, pero una pequeña sonrisa se asomó en sus labios. Algo estaba cambiando entre ellos, y aunque ninguno de los dos lo admitiera en voz alta, sabían que el próximo encuentro sería aún más intenso. El romance estaba en el aire, y aunque lo ignoraran, sus corazones ya estaban conectados.

Los días siguientes transcurrieron con una extraña normalidad en la Torre de los Titanes. Sin embargo, tanto Raven como Chico Bestia sentían que algo había cambiado, como si una fina capa de tensión hubiera aparecido entre ellos, difícil de ignorar. Los momentos que solían compartir en silencio ahora estaban cargados de una energía que ninguno de los dos sabía cómo manejar.

Una tarde, mientras todos los Titanes estaban ocupados con sus propios asuntos, Robin decidió que era momento de una misión de entrenamiento. Los llevó a un claro en las afueras de la ciudad, un lugar lo suficientemente aislado para que pudieran entrenar sin interrupciones.

Raven y Chico Bestia se encontraron emparejados para uno de los ejercicios. La tarea era simple: defenderse mutuamente mientras avanzaban por un terreno accidentado. Aunque la misión requería concentración, ambos estaban más conscientes de la presencia del otro que de los peligros que los rodeaban.

A medida que avanzaban, una ráfaga de viento hizo que las ramas de los árboles crujieran, y un grupo de drones enemigos apareció de repente. Raven levantó su mano instintivamente, formando un escudo oscuro alrededor de ambos.

—¡Rae, cuidado! —gritó Chico Bestia, transformándose rápidamente en un tigre para derribar a uno de los drones que se había acercado demasiado.

La batalla fue intensa, pero rápida. Cuando todo terminó, Raven y Chico Bestia se encontraron solos en el claro, jadeando por el esfuerzo. Las sombras de la tarde comenzaban a alargarse, creando un ambiente casi mágico.

Chico Bestia, aún en su forma de tigre, volvió a su forma humana, y por un momento, ambos se quedaron mirándose, sin saber qué decir. El sol poniente proyectaba una luz suave sobre ellos, y Raven sintió que su corazón latía con fuerza.

—Gracias por salvarme —dijo ella finalmente, su voz apenas un susurro.

Chico Bestia sonrió, esa sonrisa que siempre lograba desarmarla.

—Lo haría una y otra vez, Rae —respondió él, dando un paso más cerca.

Raven sintió el calor de su cuerpo, y sin pensar, extendió la mano hacia él. Sus dedos volvieron a rozarse, pero esta vez, ninguno de los dos apartó la mano. Chico Bestia entrelazó suavemente sus dedos con los de ella, y el simple acto hizo que una oleada de emociones recorriera a Raven.

—Rae... —empezó Chico Bestia, sus ojos verdes llenos de algo que ella no había visto antes—. No sé qué está pasando entre nosotros, pero sé que no quiero que termine.

El aire alrededor de ellos parecía vibrar con la confesión. Raven lo miró, sus ojos violeta brillando con una mezcla de sorpresa y algo más, algo que siempre había mantenido oculto incluso para sí misma.

—Yo tampoco sé qué es —admitió, sintiendo un nudo en su garganta—. Pero... no quiero que esto cambie.

Ambos permanecieron en silencio, el sonido del viento y las hojas moviéndose a su alrededor. Y luego, sin decir más, Chico Bestia se inclinó lentamente hacia ella, como si temiera romper el frágil momento.

Raven sintió su aliento, el calor de su proximidad, y por un segundo, se permitió olvidar sus miedos, sus dudas. Cerró los ojos, y cuando sintió los labios de Chico Bestia rozar los suyos, un suave suspiro escapó de ella.

El beso fue breve, apenas un roce, pero lleno de promesas no dichas. Cuando se separaron, ambos se miraron con una mezcla de asombro y alegría, como si hubieran descubierto algo nuevo, algo precioso.

—Volvamos a la torre —dijo Chico Bestia, aún sosteniendo su mano.

Raven asintió, sintiendo una calidez en su pecho que no había experimentado antes. Mientras caminaban de regreso, de la mano, no dijeron una palabra más. Pero sabían que, aunque nada hubiera sido dicho en voz alta, todo había cambiado entre ellos.

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