⚜𝐕

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Lucerys se despertó abruptamente, su pecho subiendo y bajando con fuerza mientras intentaba recuperar el aliento. Su cara estaba cubierta de sudor, y debajo de las sábanas, sentía su miembro palpitar, tan duro que incluso le dolía. Había soñado de nuevo con Daelina, pero no era el tipo de sueño dulce o inocente que uno podría tener sobre una princesa. No, este sueño había sido muy distinto, lleno de una intensidad que lo dejaba perturbado y agitado.

Habían pasado días desde aquel encuentro en sus aposentos, días en los que no habían intercambiado una sola palabra. La distancia que se había creado entre ellos parecía aumentar con cada amanecer, y aunque Lucerys intentaba convencerse de que era lo mejor, no podía evitar pensar en ella. Su mente volvía una y otra vez a esos momentos prohibidos, y cada vez que cerraba los ojos, la imagen de Daelina aparecía, tan clara y tentadora como en aquella noche. 

Por otro lado, en los aposentos de cierta princesa, la desesperación comenzaba a apoderarse de Daelina. Desde aquella noche con Lucerys, no había podido dejar de pensar en lo que había experimentado. En un intento de recapturar esa sensación, había tratado de tocarse una y otra vez, buscando recrear lo que había sentido, pero nada parecía igual. No importaba cuánto se esforzará, la intensidad y el placer que él le había hecho sentir eran inalcanzables por sus propios medios. Ahora, en la soledad de su habitación, sentía una frustración creciente. No era lo mismo, no se sentía igual. Ningún gesto o toque podía replicar la experiencia que había tenido con él. La realidad era que lo necesitaba a él, necesitaba sus manos, su calor, su cercanía.

El resto del día transcurrió con una aparente normalidad que, sin embargo, ocultaba una tensión palpable. Lucerys, con una calma fingida, buscaba cualquier excusa para estar cerca de Daelina, mientras que ella, atrapada en una batalla interna, hacía todo lo posible por evitarlo. Sus pasos la llevaban lejos de él, aunque en su corazón, el deseo de correr hacia sus brazos la consumía. La contradicción entre lo que anhelaba y lo que sabía que debía hacer la atormentaba en cada segundo de ese día interminable.

Ahora, en la soledad de sus aposentos, Daelina intentaba distraerse de esos pensamientos que la asediaban sin descanso. Cepillaba su cabello con movimientos mecánicos, tratando de concentrarse en cualquier cosa que no fuera él, pero su mente, rebelde, volvía una y otra vez a la misma imagen: la intensidad en los ojos de Lucerys, el calor de sus manos sobre su piel. No podía escapar, por mucho que lo intentara. Estaba atrapada en un ciclo de deseo y negación.

Perdida en su propio mundo, fue interrumpida por suaves golpes en la puerta.

—Adelante —pronunció, su voz suave, pero cargada de una cierta expectación.

El crujido de la puerta al abrirse reveló a una de sus doncellas, quien se adentró con la habitual deferencia.

—Su madre requiere su presencia, mi princesa —dijo la joven con una leve inclinación antes de salir de la habitación.

Daelina dejó escapar un suspiro pesado, una mezcla de resignación y frustración. Sus ojos se posaron en el camisón que llevaba, uno que seguramente su madre no aprobaría. Con una sensación de derrota, se cambió a algo más recatado, más pudoroso, una prenda que contrastaba fuertemente con el atrevimiento del camisón que había llevado en presencia de Lucerys. El simple hecho de cambiarse de ropa parecía ser un recordatorio doloroso de lo que no podía tener.

Al llegar a los aposentos de su madre, se encontró con su hermano Daeron abandonando la habitación, su rostro reflejando un disgusto evidente que no pasó desapercibido para Daelina. La curiosidad se encendió en su interior, pero no tuvo tiempo de indagar, pues al cruzar el umbral, se encontró con su madre, sentada en silencio, su mirada perdida en la lejanía.

𝐑𝐎𝐘𝐀𝐋𝐓𝐘 - Lucerys VelaryonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora