⚜𝐗𝐕𝐈𝐈

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El ambiente en la estancia de Rhaenyra era sombrío, las paredes de piedra húmedas y frías, un reflejo de la penuria que ahora soportaba. La reina había sido despojada de sus ropas de seda y sus joyas lujosas; ya no disfrutaba del cordero asado y el vino especiado, sino de simples sobras apenas dignas de una campesina.

—¿Qué haces aquí? —preguntó Rhaenyra con una nota de desdén en su tono. Sus palabras eran como cuchillas afiladas, cargadas de resentimiento y amargura.

Alicent, de pie ante ella, llevaba un vestido azul cielo, una rareza después de tantos años vistiendo el verde de los Hightower. Su figura parecía más frágil, casi arrepentida, pero la determinación en sus ojos aún brillaba.

—Quiero ayudar —respondió, su voz temblando ligeramente, pero firme en su resolución.

Rhaenyra rodó los ojos, una expresión de burla y escepticismo en su rostro. —Tú misma pusiste a tu hijo en el trono, Alicent. Deseaste esto durante años, y ahora lo tienes.

Alicent negó con la cabeza, sus ojos llenándose de lágrimas. —Te quise a ti, Rhaenyra.

La dureza en la mirada de Rhaenyra se suavizó por un breve instante, antes de volver a su frialdad habitual. —Éramos crías, Alicent. Era imposible.

Alicent apretó los labios, la tensión evidente en su rostro. —Aun así, te enredaste con Daemon en la casa de placer, y luego con Ser Criston Cole.

Rhaenyra alzó una ceja, un destello de desafío en sus ojos. —Nada que tú no hayas hecho después.

Alicent tragó grueso, recordando las decisiones que había tomado y las consecuencias que habían traído. —Yo también tengo deseos.

Rhaenyra asintió lentamente. —Pero hiciste de tu virtud tu estandarte, Alicent. Usaste esa pureza como arma contra mí.

Alicent bajó la mirada, sus hombros hundiéndose bajo el peso de la culpa y la verdad. —Y he pagado el precio por ello.

El silencio se hizo palpable entre ellas, un océano de palabras no dichas y heridas abiertas que nunca sanarían por completo. La luz de las antorchas danzaba en las paredes, proyectando sombras que parecían figuras espectrales, testigos mudos de una relación que había comenzado con amistad y ternura, pero que ahora estaba teñida de traición y dolor. 

—Aún hay sirvientes y señores leales a ti. Aegon no quiere esa corona, y mucho menos Helaena la quiere para su hijo. Es Aemond quien la desea —dijo Alicent, pronunciando el nombre de su hijo con una pesadez que parecía llevar el peso del mismo cielo.

Rhaenyra la miró con escepticismo, sus ojos entrecerrados como si evaluara cada palabra. —¿Y qué piensas hacer? —su tono estaba cargado de desconfianza, como si no pudiera permitir que una esperanza vana penetrara su coraza de desesperación.

Alicent tomó un respiro profundo, su mirada fija en la mujer que una vez había sido su amiga más cercana, quizás, incluso su amante. —Una semana —dijo, su voz apenas un susurro—. Dame una semana para sacarte de aquí.

Una chispa de luz brilló en los ojos de Rhaenyra, un destello de esperanza en medio de la oscuridad que la rodeaba. 

El viento gélido soplaba a través de las ventanas entreabiertas, trayendo consigo el olor salado del mar y el eco lejano de las olas golpeando contra las rocas de Rocadragón. Las llamas de las antorchas parpadeaban, proyectando sombras danzantes en las paredes de piedra. La estancia parecía más oscura y opresiva, un reflejo de las emociones que bullían en el interior de Rhaenyra.

Lucerys aterrizó en Bastión de Tormentas, el cielo encapotado y oscuro como un presagio de muerte. El rugido de un dragón rompió el silencio, pero no era el suyo; era Vhagar. Una punzada de temor le atravesó el estómago.

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⏰ Última actualización: 4 days ago ⏰

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𝐑𝐎𝐘𝐀𝐋𝐓𝐘 - Lucerys VelaryonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora