⚜𝐗𝐈𝐕

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Cinco lunas después del nacimiento de Baeron, el clima en la Fortaleza Roja se había vuelto más cálido, contrarrestando la situación. Aunque las celebraciones por el nacimiento del hijo de Daelina se habían apagado, una tensión latente comenzaba a propagarse por los pasillos del castillo. Los rumores y susurros oscuros se mezclaban con el viento.

En una sala iluminada por la tenue luz de las velas, Aemond y Daeron se encontraban frente al Consejo Verde, un grupo de consejeros leales a la causa Hightower y a la figura de Aegon, aunque con intenciones más oscuras que su rey desconocía. Entre ellos estaban figuras clave, hombres de confianza de la familia que no tenían reparos en traicionar su lealtad si eso significaba un mayor poder para ellos mismos.

—La situación está en un punto de quiebre —comenzó Aemond, con su habitual tono frío y calculador—. Rhaenyra mantiene su control, pero sus aliados están debilitados y divididos. Es el momento perfecto para actuar.

Daeron, aunque menos seguro que su hermano, se había comprometido con el plan y sabía que no podía dar marcha atrás. Su mirada recorría a los consejeros, quienes parecían atentos, pero con una pizca de escepticismo en sus ojos.

En los pasillos de la Fortaleza Roja, los ecos de las pisadas resonaban mientras Aegon, visiblemente molesto, marchaba hacia una reunión convocada por su hermano Aemond. La sala del consejo estaba llena de murmullos y susurros, creando una atmósfera tensa y cargada de expectación.

—¿Qué es tan importante como para molestarme todo el día en venir, Aemond? —preguntó el príncipe Aegon, interrumpiendo bruscamente la reunión.

Uno de los consejeros, con una expresión solemne, intervino rápidamente: —Mi rey...

Aegon se detuvo en seco, su rostro mostrando confusión y sorpresa. —¿Qué...? —intrigó, pero fue interrumpido antes de poder terminar.

—Denme un momento —dijo el príncipe Aemond, sacando a su hermano casi a regañadientes, dejando a los demás en la sala con un aire de incertidumbre.

Una vez estuvieron fuera de la sala, Aegon se giró hacia Aemond, su voz cargada de amenaza: —¿Qué está pasando?

Aemond, con la mirada firme, respondió sin titubear: —Vas a proclamarte rey y destronar a Rhaenyra.

—No —Aegon lo miró, aún más confundido y furioso

—No es tu decisión —dijo Aemond, acercándose más.

—De hecho, sí lo es —contradijo Aegon, su tono desafiante—. ¿Qué clase de hermano roba el derecho de nacimiento de su hermana?

—Vas a tomar ese maldito trono quieras o no. —Aemond se acercó aún más, su presencia intimidante:

Aegon, con una mezcla de burla y desesperación en su voz, respondió: —¿Vas a matarme si no lo hago? Poco me importa mi vida, hermano, créeme.

—Olvidas que estoy casado con tu querida hermana menor y puedo entrar a sus aposentos a todas horas y nadie lo cuestionaría. —La amenaza quedó suspendida en el aire, helando a Aegon hasta los huesos.

—Haré que Sunfyre te engulla de un mordisco si intentas algo —dijo Aegon, tratando de sonar firme, aunque una pizca de nerviosismo se asomaba en su voz.

Aemond rio, un sonido frío y sin humor: —Tengo detrás a un montón de hombres poderosos. Si no tomas esa corona, la guerra aun así estallará, pero haré que te maten a ti y luego a la zorra de Daelina si no das la cara. Y como tus hijos son demasiado pequeños para llevar una guerra, supongo que tendré que matarlos a ellos también y proclamarme heredero.

Aegon se quedó helado, la situación finalmente hundiéndose en él. Conocía a su hermano, y sabía que sus amenazas no eran vacías. 

Aemond abandonó a Aegon en el pasillo, dejándolo sumido en un torbellino de pensamientos y emociones. Aegon, con la mente agitada, intentaba desesperadamente encontrar una solución. Su corazón latía desbocado, la sensación de impotencia se apoderaba de él. Miraba a su alrededor, como si las paredes de la Fortaleza Roja pudieran ofrecerle alguna respuesta, alguna salida.

𝐑𝐎𝐘𝐀𝐋𝐓𝐘 - Lucerys VelaryonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora