⚜𝐕𝐈

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La joven princesa despertó lentamente, sus párpados pesados y su mente aún nublada por el sueño, aún no amanecía. Al principio, todo a su alrededor era una masa indistinta de formas y colores, pero cuando su vista se aclaró, el pánico la golpeó con fuerza. Ese no era su dormitorio. El lugar donde se encontraba le era familiar, pero no era el santuario seguro al que estaba acostumbrada. Una sensación de opresión comenzó a crecer en su pecho.

Intentó moverse, pero un dolor punzante entre sus piernas la detuvo, revelándole de manera inequívoca lo que había ocurrido la noche anterior. Una oleada de recuerdos se desbordó en su mente, cada imagen, cada sensación se agolpaba, llenándola de confusión y una mezcla de emociones que apenas podía procesar. La habitación, la luz tenue, el aroma que la envolvía, todo le gritaba la verdad de lo que había hecho.

Con un esfuerzo, volvió la vista hacia un lado, y allí estaba él. Lucerys, dormido como un bebé, su rostro relajado y pacífico, ajeno al caos interno que la estaba consumiendo. Su respiración era lenta y profunda, como si el peso del mundo no le afectara en lo más mínimo. Parecía completamente despreocupado, inconsciente de la tormenta que se desataba en su interior.

—Mi madre va a matarme —pronunció la joven, mientras llevaba una mano a su frente, el peso de la culpa cayendo sobre ella. Ese simple gesto fue suficiente para despertar al príncipe a su lado.

—Hey —murmuró Lucerys, aún adormilado, su voz suave y tranquilizadora.

Daelina volvió a mirarlo, y una sonrisa, ligera pero genuina, se dibujó en su rostro. —Hey —repitió, como si esas simples palabras del príncipe fueran capaces de calmar la tormenta interna que la asolaba. En ese momento, el mundo exterior parecía desvanecerse, y todo lo que importaba era la presencia de él a su lado.

Lucerys la atrajo hacia sí, envolviéndola en un abrazo cálido y protector. El simple contacto con él hacía que todos sus problemas se desvanecieran, como si estuviera dispuesta a quedarse allí para siempre, refugiada en el consuelo que él le ofrecía. Pero, como si el destino se lo negara, un pensamiento fugaz cruzó su mente, llenándola de pánico.

—La boda —exclamó Daelina, abriendo los ojos de par en par.

Hoy era el día de la boda de Jacaerys y Baela. Bajo circunstancias normales, su madre no iría a buscarla a sus aposentos, pero hoy era un día diferente. El miedo de que la encontraran allí, en los aposentos de Lucerys, la invadió de golpe.

—Tengo que irme ya —dijo con urgencia, soltándose del agarre del príncipe y poniéndose de pie con rapidez.

—Aún es muy temprano —replicó Lucerys, tratando de atraerla hacia él de nuevo, su voz impregnada de deseo y una pizca de desesperación.

—Si alguien me ve saliendo de tus aposentos en camisón a medio día, sería peor —respondió ella, con la preocupación nublando su expresión.

Sabía que no podía arriesgarse más, no después de lo que había ocurrido entre ellos. La realidad del mundo al que pertenecían volvió a caer sobre ella con todo su peso, recordándole que el placer y la paz que había encontrado en sus brazos eran solo un respiro momentáneo.

Daelina se acercó a Lucerys con la intención de darle un pequeño beso en los labios, una despedida breve y dulce antes de enfrentarse a la realidad que la esperaba. Pero Lucerys, con un deseo latente que no podía reprimir, no permitió que ese beso fuera pequeño. La atrajo hacia él con firmeza, intensificando el contacto, llenándolo de una pasión desesperada. En un movimiento hábil, la tumbó sobre él, su cuerpo reaccionando instintivamente al calor y la cercanía. Ella no hizo ningún intento por detenerlo; al contrario, se dejó llevar por el momento, por el ardor que aún quemaba en su interior.

𝐑𝐎𝐘𝐀𝐋𝐓𝐘 - Lucerys VelaryonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora