BIANCAÉl comenzó a limpiar mis lágrimas con sus dedos, pero cada caricia solo parecía hacer que llorara más. Las emociones me abrumaban, y difícilmente podía pensar con claridad.
—¿Y si mis padres se enteran? —balbuceé, la angustia nublando mi mente—. ¿Y si Dios no me perdona? Esto no podía hacerlo.
Él agarró mi cara con sus dos manos, sus dedos suaves en mi piel, y chocó sus labios con los míos, un gesto que encendió esa chispa de deseo una vez más. Respondí al beso como si mi boca tuviera vida propia, sin poder resistir.
—Cálmate, todavía sigues siendo virgen. Y si no lo dice nadie, nadie se enterará —dijo con un tono tranquilizador.
—Pero...—intenté decir algo, cualquier cosa que pueda recordarme la gravedad de la situación. El eco de mis pensamientos luchaba por salir, pero las palabras se quedaron atrapadas en mi garganta.
—Pero nada. Solo tranquilízate, está bien. No has hecho nada malo —respondió, su voz suave como un susurro, pero firme.
—Claro, estamos en la casa de mi padre. Si ellos se enteran, no me lo van a perdonar. Además, ni siquiera te conozco —agregué, la desesperación asomándose en mi voz.
—Nos iremos conociendo. Ahora ve a dormir y no te preocupes por nada —dijo, con una confianza que trató de calmar mis temores.
Lucas me puso de pie, y caminando hacia la puerta de mi casa, me dirigí a ducharme, como si esa corriente de agua pudiera lavar no solo mi cuerpo, sino también la confusión que me invadía.
LUCIFER
Si hubiera sabido que esto pasaría, habría organizado la primera fiesta en el infierno. La escena se repetía en mi mente, un eco de placer crispado que no podría olvidar. Aún podía sentir su cuerpo temblar contra el mío, sus gemidos resonando como una melodía en mis oídos, música prohibida y dulce.
Saber que fui el primero en darle un orgasmo me hacía sentir más poderoso que nunca. Maldición, de verdad que era un ángel puro; jamás en su vida había hecho algo así con alguien. Esa conexión, esa mezcla de deseo y vulnerabilidad, me dejó aturdido.
Decidido a mantener mi distancia, me quedé ahí hasta que sentí que se había ido a dormir. La noche se deslizó alrededor de mí mientras me retiraba al infierno, sintiéndome algo estúpido, pero riendo y recordando sus súplicas de que parara.
Pero sabía que esta no sería la última vez. Ya podía imaginarme, entrado profundamente en ella, donde nadie jamás lo había hecho y donde nadie lo podría volver a hacer. Bianca era mía, hecha para mí, y no tardaría en demostrarle lo que realmente significaba.
El aire del infierno soplaba fresco en mí, cargado de posibilidades. La idea de despojarla de su virginidad me hacía sentir un torrente de deseo y anhelo. Un nuevo fuego comenzaba a tomar forma, uno que desgastaría las barreras que ella había levantado y que, eventualmente, la dejaría completamente a mi merced.
El juego apenas comenzaba, y esta vez las reglas serían diferentes. Bianca sería mi conquista.
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La mujer del diablo
FantasyUn pequeño pueblo donde la fe y la devoción son fundamentales, Bianca es la hija de pastores, marcada por su pureza y dedicación a la iglesia. Sin embargo, su vida da un giro inesperado cuando conoce a Lucas, un misterioso y seductor hombre que en r...