🔥Capítulo 14🔥

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BIANCA

Inclinó su cabeza y, sin más nada que decir, me besó. Fue un beso que me dejó sin aliento, tan intenso, que se despegó para que pudiera respirar. Sus labios me llenaron de una calidez que me hizo olvidar todo lo demás.

Bajó por mi cuello y yo incliné la cabeza para darle mejor acceso. No podía describir lo que sus besos en mi piel me hacían sentir; era el punto exacto entre lo prohibido y lo deseado. Esa vocecita en mi interior me decía que siguiera, que me dejara llevar.

Él se acomodó en mis piernas, y con una sonrisa traviesa, empezó a subir mi vestido. Mientras lo hacía, sus dedos se encontraron con la tela de mis bragas, y con un movimiento decidido, las retiró, dejándome completamente expuesta. Sentí un cosquilleo que recorrió mi cuerpo y levanté un poco las caderas para facilitarle el movimiento. Poco a poco, el tejido del vestido se fue levantando, descubriendo más de mí.

Cuando abrió mis piernas, un escalofrío recorrió mi columna. Miré hacia abajo, y mi corazón se aceleró al verlo tan cerca. Entonces, sentí su lengua pasar por mi clítoris, y casi brinqué de la cama, atrapada entre la sorpresa y el placer.

Empezó a moverse con soltura, y todos mis pensamientos se desvanecieron. Cada caricia suya me envolvía en un abismo de sensaciones que nunca había experimentado. Solo quería más, quería que siguiera haciendo lo que estaba haciendo.

Sentí un dedo entrar despacio en mí, y aunque el dolor inicial me hizo tensar el cuerpo, pronto desapareció cuando su lengua se concentró en mi clítoris, llevándome a un estado de éxtasis. Mi cabeza se fue hacia atrás, y dejé que mi cuerpo se rindiera al placer que me daba.

Sin poder contenerme, una de mis manos buscó su cabello, como si tuviera vida propia, lo atraje más hacia mí, sintiendo la necesidad voraz de que nunca se detuviera. Al levantar la mirada, noté que sus ojos brillaban con un fuego incontrolable; al principio eran rojos, como la lujuria desatada, y al parpadear, se transformaron en un verde profundo, hipnotizante. Era como si mirara al mismo tiempo el cielo y el infierno.

Volví a cerrar los ojos, entregándome por completo a la experiencia.

 —Joder, esto es como estar en el cielo —murmuré, casi sin darme cuenta de que las palabras salían de mis labios.

—Oh, no, ángel, te aseguro que esto no es el cielo, en todo menos eso —escuché su voz profunda y seductora decir entre mis piernas.

Un nuevo placer y una brisa cálida me rodearon, pero de repente, sentí otro dedo entrar en mí. La sensación fue tan intensa que me alejé instintivamente; el dolor era incómodo y extraño.

—No —susurré, incapaz de ocultar mi incomodidad.

—Tranquila, ángel —me animó con suavidad.

—Me duele, con uno está bien —le respondí, sintiendo que la vulnerabilidad se apoderaba de mí.

Él me sonrió, como si cada una de mis palabras influyera en su deseo.

—Tengo que prepararte, ángel —dijo, con una voz firme pero cercana.

—¿Prepararme para qué? —pregunté, el temor y la curiosidad luchando en mi interior.

—Para cuando tenga mi pene por primera vez dentro de ti —respondió, y su voz estaba llena de promesas.

La mujer del diabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora