LUCIFER
No le di tiempo a reaccionar; me levanté y me coloqué a su lado, besándola con la dulzura de su sabor celestial aún en mis labios. Era una mezcla de inocencia y pasión desbordante que me estaba volviendo loco. Cada vez que la veía en ese estado, mi ser se transformaba en una llamarada.
Experimentar todo esto a su lado era un desafío. Un gemido escapó de mis labios mientras nuestros mundos se conectaban en ese instante. Mi lengua danzaba con la suya con la torpeza de la sorpresa, pero pronto encontré el ritmo. Su corazón latía rápido, como si sintiera el fuego que había dentro de mí.
Bajé una mano hacia su centro y la sentí tensarse. Me separé un poco de sus labios, buscando calmarla.
—Tranquila, ángel —susurré, tratando de dominar mi propia necesidad— No voy a darte más de lo que no estás preparada.
La vi relajarse y volví a besarla, esta vez con más fervor, deslizando otro dedo en su interior. Cuando volvió a tensarse, mi pulgar comenzó a hacer círculos en su clítoris, buscando esa respuesta que sabía que estaba a punto de explotar. Sus gemidos eran música que deseaba escuchar una y otra vez, el eco de su entrega resonando en mi mente.
—Lucas —gritó
En un momento de lujuria y deseo, bajé por su cuello, dejando una estela de besos. No quería escuchar su gemido pronunciar un nombre que no era el mío. Era un desafío parece insignificante, pero cada vez que lo oía, un fuego se encendía en mi interior.
Subí mi cabeza para mirarla a los ojos.
—Puedes hacer algo por mí, ángel —dije, mirándola fijamente a los ojos.
Ella asintió, una chispa de curiosidad brillando en su mirada.
—Puedes llamarme Lucifer —le dije, mientras ese nombre flotaba entre nosotros, cargado de significado.
—Lucifer —repitió, como si saboreara cada sílaba.
—Sí —confirmé
—Pero ese nombre es...
—Sé lo que significa —respondí, interrumpiéndola— Pero no lo soy. Te llamo ángel y sabes que no lo eres, así que llámame así.
—Está bien, Lucifer —aceptó, y yo supuse que había algo en la forma en que pronunció mi nombre que me encendió nuevamente.
Volví a mover mis dedos dentro de ella, ansioso por escuchar más de esos gemidos que me volvían loco. Besé su cuello de nuevo, perdiéndome en la delicia de su piel.
—Lucifer —gritó, resonando en el aire como un canto de esclavitud y libertad al mismo tiempo.
Era el sonido más sexy que había escuchado en millones de años. De repente, el control se desvaneció. Mis ojos se tornaron rojos, el diablo interno revelándose.
Agradecí en silencio que no viera la revelación completa de mi esencia, mientras sus gemidos continuaban siendo el mejor regalo que el mundo me había dado. La sentí arqueándose, su cuerpo preparándose para una explosión de sensaciones.
—Creo que voy... —comenzó a decir, pero su aliento se cortó al sentir su cuerpo temblar, los ojos cerrándose mientras mi nombre salía de sus labios.
—Lucifer —gritó, y en ese momento, su cuerpo vibró como un instrumento tocado por el viento de la locura.
Todo su ser se convulsionó en una danza de éxtasis, un espectáculo que grabé en mi memoria, consciente de que era un instante que nunca querría olvidar.
Cuando su cuerpo comenzó a calmarse, mis ojos volvieron a su verde habitual y ella abrió los de ella, repletos de asombro.
—Eso fue... —dijo, sólo para ser interrumpida.
—Maliciosamente bueno —respondí, una sonrisa torcida en mis labios.
—Sí —aceptó, aún atrapada en el remanente de una experiencia que la había transformado.
—Y lo mejor está por venir, ángel. Deja que sienta mi pene dentro de ti, será diez veces mejor, eso te lo aseguro.
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La mujer del diablo
FantasyUn pequeño pueblo donde la fe y la devoción son fundamentales, Bianca es la hija de pastores, marcada por su pureza y dedicación a la iglesia. Sin embargo, su vida da un giro inesperado cuando conoce a Lucas, un misterioso y seductor hombre que en r...