La veo frente a mí, luchando por mantener la compostura, y no puedo evitar sonreír. No es una sonrisa cualquiera; es la satisfacción de saber que cada momento que pasa, Bianca se acerca más a su destino. A mí. Al infierno, aunque todavía no lo sabe.
Todo esto es un juego, una lenta manipulación. Y la mejor parte es que ella no sospecha nada. Cree que soy solo Lucas, el hombre que la cuida, la protege, el que está siempre a su lado. Su ángel. Qué irónica resulta esa palabra en mis labios.
Mientras me mira, puedo sentir cómo su mente se tambalea entre el miedo y la atracción. Y ahí es donde mi poder es más fuerte, en ese punto débil donde su resistencia comienza a resquebrajarse. No hace falta apresurar nada. Mi paciencia es infinita. Después de todo, he tenido eones para perfeccionar este juego.
—¿Estás bien? —pregunto, acercándome con cuidado, como si de verdad me preocupara. En parte, lo hago. Pero no por su bienestar, sino porque necesito que siga dependiendo de mí. Cada vez más. Necesito verla caer poco a poco, hasta que no pueda distinguir entre el cielo y el infierno, hasta que no tenga más opción que rendirse a mí.
Bianca me mira, sus ojos aún llenos de una mezcla de emociones que apenas logra controlar. Me fascina verla así, en ese borde frágil entre el control y el caos. Es en ese límite donde yo prospero.
—Sí... solo fue un momento... extraño —murmura, tratando de sonreír para tranquilizarme. Pobre, dulce Bianca. Aún no comprende que esos "momentos extraños" son solo el comienzo.
Cada vez que sufre una duda, cada vez que su mente se nubla de incertidumbre, estoy ahí, susurrando en sus pensamientos, inclinándola un poco más hacia la oscuridad. No se trata solo del miedo al agua, o a lo que podría haber visto en el río. Es más profundo que eso. Se trata de romperla poco a poco, de minar su confianza en todo lo que alguna vez creyó cierto. Y cuando llegue el momento, cuando no tenga adónde huir, la estaré esperando con los brazos abiertos.
—Estás conmigo. Nada malo puede pasarte mientras estés a mi lado —le digo, dejando que mi voz suene cálida, reconfortante. Mi mano roza su mejilla, y puedo sentir cómo tiembla ligeramente bajo mi toque. Pero no se aparta. Todavía me quiere cerca. Me necesita.
Ella asiente, aunque sus ojos me dicen que no está del todo convencida. Perfecto. Ese es el primer paso hacia la duda, y la duda es el camino hacia la desesperación. Y la desesperación, bueno... es la puerta por la que todos entran a mi reino.
Mientras nos alejamos del río, puedo sentir la tensión entre nosotros. Está buscando respuestas, pero no sabe qué preguntas hacer. Pronto no necesitará hacerlas. Yo me encargaré de que solo haya una respuesta posible para ella: yo.
El bosque se oscurece a nuestro alrededor, y el silencio se hace más profundo. Solo el crujir de nuestras pisadas sobre la tierra húmeda rompe la quietud. El aire tiene un peso diferente aquí, más denso, más cargado de algo que Bianca no puede ver. Pero yo lo siento. Siento el tirón de las sombras, de ese otro mundo que ya la reclama, aunque ella aún lo desconozca.
—Lucas... —dice de pronto, su voz suave, insegura. Me encanta cuando me llama así, como si en su inocencia todavía pudiera mantenerme humano. No tiene ni idea de lo lejos que estoy de serlo.
—Dime, ángel —respondo, porque sé que esa palabra la debilita. Es irónico llamarla así, pero no puedo resistirme. Es un recordatorio de lo que soy, y de lo que jamás será.
—A veces... siento que no sé en quién confiar. Como si algo me estuviera atrapando —su voz se quiebra ligeramente al final. Esa es la grieta que esperaba.
Me detengo, y me giro hacia ella, dejando que mis ojos la escudriñen, pero con la apariencia de alguien preocupado, protector.
—Confía en mí. Solo en mí, Bianca. Nunca te dejaré sola —digo, sabiendo perfectamente que, algún día, eso será una promesa rota. Pero no hoy. Hoy todavía la necesito.
Ella asiente, sus ojos buscando consuelo en los míos. No entiende que lo que está viendo es un abismo disfrazado de amor. Todavía está luchando por aferrarse a esa idea romántica, la que dice que todo lo que hemos compartido hasta ahora ha sido real. Pero pronto aprenderá lo que significa ser verdaderamente mía.
Cuando llegue el momento, cuando su mente esté lo suficientemente rota, la verdad se revelará. Y cuando sepa quién soy, será demasiado tarde para escapar. Porque para entonces, Bianca ya pertenecerá al infierno.
Y a mí.
ESTÁS LEYENDO
La mujer del diablo
FantasyUn pequeño pueblo donde la fe y la devoción son fundamentales, Bianca es la hija de pastores, marcada por su pureza y dedicación a la iglesia. Sin embargo, su vida da un giro inesperado cuando conoce a Lucas, un misterioso y seductor hombre que en r...