Un pequeño pueblo donde la fe y la devoción son fundamentales, Bianca es la hija de pastores, marcada por su pureza y dedicación a la iglesia. Sin embargo, su vida da un giro inesperado cuando conoce a Lucas, un misterioso y seductor hombre que en r...
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Me alejé de la casa de los padres de Bianca, caminando por las calles del pequeño pueblo con una calma estudiada. Sabía que la semilla de la duda ya estaba plantada en ellos. Podían haber intentado ocultarlo con sonrisas educadas y palabras de fe, pero vi en sus ojos que algo no cuadraba. Esa sensación incómoda que les dejé se quedaría con ellos, como una sombra que no podían sacudir. Y eso era exactamente lo que quería.
Mientras caminaba, sentía la oscuridad vibrar en el aire a mi alrededor. A pesar de la calma aparente de este pueblo, tan lleno de devoción y rutina, había un latido oscuro bajo la superficie. Lo había sentido desde el primer día que llegué, y lo estaba alimentando, poco a poco. No importaba cuán bendito creyeran que era este lugar. La oscuridad siempre encontraba una grieta, y yo sabía cómo explotarla mejor que nadie.
Sabía que los padres de Bianca me observarían. Tal vez incluso rezarían por protección, pedirían al cielo respuestas sobre ese "amigo" que había aparecido de la nada. Pero no obtendrían ninguna. Las respuestas que buscaban nunca llegarían, porque la luz no podía detener lo que ya estaba en marcha. Y yo, por supuesto, lo haría todo con una sonrisa.
Llegué al borde del bosque, un lugar tranquilo y apartado donde podía estar solo. Me detuve un momento, cerrando los ojos, sintiendo cómo la energía del entorno cambiaba. Este lugar tenía una historia, un peso que los humanos comunes ignoraban. Años atrás, algo oscuro había ocurrido aquí. Algo que los aldeanos habían olvidado, o preferían no recordar. Pero yo lo sabía. Siempre lo sabía.
No podía evitar sonreír mientras me adentraba más en el bosque, sintiendo el eco de esos viejos secretos resonar a mi alrededor. Este lugar ya había sido marcado por la oscuridad, y pronto Bianca también lo sería.
Cuando me detuve finalmente, la sombra a mi alrededor pareció condensarse, volviéndose tangible. No estaba solo. Mi más confiable aliado, el ángel caído que había estado conmigo desde la guerra en el cielo, apareció en la penumbra. Sus alas rotas y ennegrecidas eran una muestra de su lealtad eterna a mi causa, y su rostro, aunque siempre torcido por la amargura de su caída, mostraba una satisfacción maliciosa.
—Veo que ya has comenzado a enredar sus vidas —dijo, con una risa baja—. ¿Cómo reaccionaron los padres?
—Tal como esperaba —respondí, una sonrisa curvando mis labios—. Sospechan, pero no saben por qué. Algo en ellos puede sentir la oscuridad que traigo, pero no la comprenden. Es solo cuestión de tiempo antes de que eso se convierta en miedo.
Él asintió lentamente, sus ojos oscuros brillando con interés.
—Pero sabes que Bianca es diferente —continuó—. No será tan fácil romperla como a los demás. Hay algo más profundo en ella, algo que va más allá de lo humano.
Lo sabía, claro que lo sabía. Pero no lo dije. Ya lo había mencionado antes, y él lo sabía tan bien como yo. Bianca no era solo una humana cualquiera. Su origen, su creación... todo había sido tocado por esa "luz" divina que tanto despreciaba. Su existencia misma era un acto de desafío. Pero ese desafío me emocionaba más que cualquier otra cosa.
—Precisamente por eso es más interesante —respondí, manteniendo mi mirada fija en la oscuridad del bosque—. Si la quiebro, si logro que me adore, será la prueba definitiva de que incluso los milagros del cielo pueden ser destruidos.
El ángel caído me observó, su rostro lleno de esa oscura admiración que siempre me brindaba.
—Entonces, ¿cuál es el siguiente paso? —preguntó, su voz baja pero cargada de curiosidad.
Cerré los ojos por un momento, dejando que las imágenes de Bianca inundaran mi mente. La forma en que había despertado confundida, aterrada, esa incertidumbre latente que estaba comenzando a arraigarse en su alma. Ya la tenía en mis manos, aunque aún no lo sabía. Su mente estaba enredada en lo que había experimentado, en las palabras que había escuchado, en el miedo que había sentido. Y el miedo era mi aliado más poderoso.
—Debo aparecer de nuevo —dije, abriendo los ojos con una chispa de determinación—. Esta vez, la oferta será más clara. Necesito que la duda crezca en su mente, que comience a considerar lo que le propuse. Su deseo de una vida mejor es fuerte, y eso la hará vulnerable.
El ángel asintió de nuevo, y luego, después de un breve silencio, añadió algo que me hizo detenerme.
—¿Y si no acepta? ¿Y si decide aferrarse a la fe que sus padres le inculcaron?
Me reí ante la idea.
—Si no acepta, simplemente tendré que empujarla más lejos —dije con una sonrisa maliciosa—. Todos tienen un límite. Todos pueden ser quebrados. Y Bianca no es la excepción. Es cuestión de tiempo.
La sombra del ángel desapareció, dejándome solo en el claro del bosque. Pero no me importaba. Sabía lo que debía hacer. Sabía que la próxima vez que viera a Bianca, las cosas cambiarían. No podía seguir negándose para siempre. No cuando lo que más deseaba estaba tan cerca, tan al alcance de su mano.
Y cuando finalmente aceptara, cuando cayera en mis manos, su devoción no tendría límites.
Me dirigí de nuevo hacia el pueblo, con una sonrisa en los labios. La próxima vez que viera a Bianca, le haría la oferta que no podría rechazar.