🔥Capítulo 29🔥

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Estaba profundamente dormida cuando sentí algo extraño

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Estaba profundamente dormida cuando sentí algo extraño. Un roce, un contacto que me despertó de golpe. Alguien me estaba besando el cuello. Abrí los ojos de inmediato, pero todo estaba envuelto en oscuridad. Solo pude ver una sombra difusa, oscura, con ojos rojos que brillaban intensamente. Retrocedió un poco, como disfrutando de mi confusión y miedo. Intenté moverme, pero mi cuerpo no respondía. Era como si una fuerza invisible me hubiese inmovilizado, un hechizo que me aprisionaba en mi propio cuerpo.

Recordé que hacía unos días me había pasado lo mismo. Esa misma parálisis, esa misma presencia extraña... pero esta vez, todo parecía más real, más palpable.

Quise hablar, gritar, hacer cualquier cosa, pero cuando abrí la boca no salió ningún sonido. Sentía que mis labios se movían, que intentaba formar palabras, pero era como si el aire mismo me lo impidiera. Entonces, lo escuché. Su voz. Era ruda, profunda, como el eco de algo antiguo y aterrador. Esa voz me hizo estremecer hasta lo más profundo.

—Bianca, Bianca... tan indefensa, tan inocente, pero no lo serás por mucho tiempo. Dime, ¿qué dirían tus padres si supieran que ya has perdido lo más sagrado que una mujer puede tener? —dijo con una risa oscura, cargada de burla.

Mi corazón latió con fuerza. ¿Cómo podía saberlo? Nadie lo sabía. Solo Lucas y yo... Aún sin poder hablar, mi mente corría, tratando de encontrar alguna explicación lógica. Pero nada tenía sentido.

—Sé todo, Bianca. Absolutamente todo... y más si es sobre ti —continuó, acercándose aún más. Sus ojos rojos brillaban, y aunque no podía ver su rostro, sabía que estaba observándome, disfrutando de mi desesperación.

Era como si no fuera una persona real, sino una sombra viva, una forma sin rostro pero con una presencia que me envolvía en terror. Lo miré, tratando de encontrar algo en sus ojos que me indicara quién era. Pero todo lo que vi fue oscuridad, maldad pura.

Se inclinó hasta que sus ojos estaban a centímetros de los míos. Podía sentir su aliento frío sobre mi piel, y un escalofrío recorrió mi cuerpo. Su voz volvió a resonar en la habitación.

—Perteneces al infierno, Bianca... y lo harás por las buenas o por las malas —me susurró, cada palabra cayendo como una sentencia.

Negué con la cabeza, lo poco que mi cuerpo me lo permitía. No, esto no podía ser real. No podía pertenecer a... eso. Quería gritar, rechazarlo, pero solo podía observar con terror cómo la sombra se mantenía sobre mí.

—Espero que sea por las buenas —dijo con una sonrisa que podía sentir, aunque no podía ver.

Sus manos, frías como el hielo, descendieron lentamente por mi muslo. Subió la tela de mi bata con una calma perturbadora, como si tuviera todo el tiempo del mundo. No sabía si el frío que sentía era por su toque o por el miedo que me envolvía. Cada fibra de mi ser estaba paralizada entre el pánico y la incredulidad.

—Bianca... —continuó, su voz envolvente y tentadora—. Vamos a hacer un trato. Te daré lo que más deseas en la vida... A cambio, solo debes hacer una cosa: me adorarás a mí, al rey del infierno. A tu futuro rey, Lucifer.

Su nombre resonó en mi mente como un trueno. Lucifer. Lo que estaba frente a mí no era un hombre, ni siquiera un demonio cualquiera. Era él, el mismo Lucifer. Mi corazón casi se detuvo. ¿Cómo había llegado hasta mí? ¿Por qué yo? Las preguntas se agolpaban en mi mente, pero en ese momento, ninguna importaba. Todo lo que sentía era el peso de su presencia, la sombra de su poder.

Intenté rechazar la oferta, pero no podía moverme, no podía hablar. Estaba atrapada, enfrentándome a algo mucho más grande de lo que jamás habría imaginado. Mis ojos se llenaron de lágrimas, pero no me atrevía a parpadear, por miedo a que desapareciera y me dejara sola en la oscuridad con mi terror.

Lucifer rió suavemente, disfrutando de mi impotencia.

—Piénsalo, Bianca. Lo que más deseas, a cambio de tu devoción. No es un trato tan malo... Después de todo, ¿qué tienes que perder?

Sus palabras flotaban en el aire, como un veneno que no podía evitar inhalar. Mi mente gritaba que no aceptara, que no escuchara, pero cada parte de mí estaba atrapada en su hechizo.

Y entonces, justo cuando pensé que me hundiría en la desesperación, todo se volvió negro.

La mujer del diabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora