El viento salado de la isla acariciaba suavemente las mejillas de Kenai mientras se sentaba frente a su computadora portátil en el estudio que había montado con meticulosa precisión. La luz del amanecer apenas comenzaba a teñir el horizonte de un tono rosado pálido, y los pájaros locales cantaban sus primeras melodías del día. A pesar del entorno paradisíaco, la mente de Kenai estaba concentrada, absorta en la pantalla luminosa frente a él.
El estudio de Kenai estaba perfectamente implementado, diseñado para cumplir con cada una de sus necesidades tecnológicas y estratégicas. Cada rincón del espacio había sido optimizado para su trabajo, desde las pantallas de alta resolución hasta el potente procesador que manejaba las tareas más complejas sin esfuerzo. Las paredes, insonorizadas, aseguraban que nadie pudiera escuchar sus conversaciones o el suave murmullo de los ventiladores de las computadoras. Había dedicado meses a montar este espacio, seleccionando con cuidado cada componente, asegurándose de que estuviera perfectamente integrado para las misiones que se proponía realizar.
Sobre el escritorio de madera oscura, cuidadosamente organizado, había múltiples dispositivos conectados: discos duros externos para almacenar la información que obtenía, enrutadores modificados para asegurar conexiones seguras y encriptadas, y un pequeño servidor que él mismo había montado para procesar los datos en tiempo real. Los cables se deslizaban por el escritorio en una aparente maraña, pero cada uno tenía su propósito y estaba colocado con precisión. Era un caos controlado, un reflejo de la mente analítica y detallista de Kenai.
Los monitores estaban distribuidos estratégicamente alrededor de su espacio de trabajo, permitiéndole visualizar diferentes flujos de datos simultáneamente. Con un vistazo, podía verificar su conexión, rastrear cualquier intento de interferencia en su red, o acceder a cámaras de seguridad remotas que había hackeado para vigilar la mansión de los Winslow. La luz parpadeante de los monitores indicaba que el sistema estaba funcionando al máximo, sin ninguna anomalía que pudiera indicar una posible intrusión.
A sus dieciocho años, Kenai no era el típico omega que la sociedad esperaba ver. Su vientre, ahora con tres meses de embarazo, apenas mostraba una pequeña protuberancia que se ocultaba fácilmente bajo su ropa suelta y cómoda. Aunque muchos habrían preferido que se tomara las cosas con calma, Kenai no era de aquellos que se dejaban llevar por las expectativas ajenas. Había sido criado para ser fuerte y capaz, y eso incluía enfrentarse a desafíos que pocos se atreverían a tocar.
El teclado resonaba suavemente bajo sus dedos, una sinfonía digital que solo él podía interpretar correctamente. La empresa de la familia Winslow, una de las más poderosas y temidas del país, había estado en su mira durante meses. Los rumores sobre sus prácticas ilegales, desde el tráfico de información hasta la explotación de recursos y personas, habían sido motivo de preocupación para muchos, pero pocos se atrevían a hacer algo al respecto. Sin embargo, Kenai no era como los demás. Con sus habilidades en hackeo, había hecho de su misión personal destapar la verdad, exponer a los Winslow y todo lo que representaban.
La ventilación en el estudio era excelente, manteniendo el espacio fresco a pesar del calor tropical que caracterizaba la isla. Un aire acondicionado silencioso zumbaba en el fondo, regulando la temperatura y asegurando que ni el calor ni la humedad afectaran su equipo o su concentración. En una esquina, había una pequeña estación de café y bocadillos que Kenai apenas había tocado desde que comenzó la operación.
El sudor perlaba su frente mientras ingresaba las últimas líneas de código necesarias para burlar el siguiente nivel de seguridad. Sentía una mezcla de adrenalina y cansancio, pero la emoción de estar tan cerca de la verdad lo mantenía en movimiento. Los archivos estaban protegidos por capas de encriptación complejas, pero él las desmantelaba con una precisión quirúrgica, navegando entre redes de datos como un pez en el agua.
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Serendipity || LIBRO 2 Hijos de las sombras (+18)
RomanceSinópsis: Kenai, un joven omega de 17 años, se enfrenta a dificultades económicas y asume la responsabilidad de cuidar a sus hermanas debido a la ausencia de sus padres. A pesar de las dificultades, encuentra una forma de mantenerlas entretenidas y...