๑Capítulo cuatro.

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Kenai siempre soñó con ser más de lo que sus límites le habían impuesto. Extendió sus alas contra viento y aún así a pesar de saber que sería llevado por la corriente, voló y así mismo como los pronósticos predecían, se dejó llevar sin volar.

Kenai creció en los barrios más pobres de Londres, por lo que al vivir en una ciidad conocida por la extravagancia del dinero y fortuna natural, ser alguien que ni siquiera se puede costear un pastel para su cumpleaños es simplemente la escoria de la sociedad inferior.

Lo peor para alguien que sabe que es inferior a los demás es que alguien que por contrario es superior, sienta lastima por ellos. La lastima es como el veneno que no ataca a quien lo siente sino a quien lo recibe. Te carcome hasta los huesos y se siente como el filo de una aguja adentrándose en tu piel.

Kenai sentía eso.

La lastima de Orion.

Su propia lastima.

Orion lo recogió a diario por una semana.

Kenai lo beso a diario por una semana.

Hacían un poco más de vez en cuando, pero aún no habían llegado más allá de caricias y gemidos. Piel con piel.

—¡Ahg! —Kenai no pudo disimular el gemido que salió de su boca.

Hace dos días ambos habían decidido que el vestidor privado que Kenai había recibido de obsequio era uno de los mejores lugares para hacer cosas indebidas.

—Dios... Kenai.

Ambos llegaron al éxtasis.

Está vez Kenai había metido mano y Orion estaba igual de temeroso que siempre al tocar a Kenai, pero se limito a tomar sus caderas mientras el omega se dedicaba a masturbarlo.

—¿Te corres siempre así? —pregunto el ojiazul.

Orion respiraba con dificultad por lo reciente, miro directamente al omega.

—Supongo. No me corro seguido —respondió.

—Parece un mini manantial —Kenai mostró la palma de sus manos. Estaba empapada de semen.

Orion se sonrojo más de lo que ya estaba. Tomo de los pañuelos a su lado y limpio las manos del omega.

—Perdón...

—Esta bien, me gusta. Se siente tibio. No es como si fuera la primera vez que lo hago.

Las manos del alfa comenzaron a temblar, era sutil, pero se podía ver las venas alrededor de su dorso. Kenai lo notó, como cada detalle que envolvía al alfa.

—¿Hoy vamos de compras?

—¿Qué quieres comprar?

—Necesito hacer la despensa de la semana. Vera se ha estado quejando porqué se acabó el cereal.

Orion acarició su cabello.

—Hoy no puedo —dijo.

Era la primera vez que Orion no podía.

—Esta bien, puedo ir solo —Kenai le quitó importancia.

Orion acarició más su mejilla.

—Quisiera ir contigo.

—Esta bien, si no puedes.

—Me gusta estar a tu lado y quiero estar contigo siempre.

Kenai le sonrió. Esa mirada miedosa volvió, esa mirada que Kenai odiaba ver en el ojivioleta.

Serendipity || LIBRO 2 Hijos de las sombras (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora