La capital de Kelia estaba llena de gente, las estrechas calles estaban llenas de ciudadanos vestidos de blanco, para que así se ensuciara de el polvo multicolor que caía del cielo. Una celebración que se hacía cada año después de que el rey Blai Edevane rompiera la maldición un reino en el que, hacía ya más de setenta años, el cielo se teñía de colores naturalmente cada año el día 17 del sexto mes.
El polvo que caía del cielo y el humo de las hogueras me nublaban la vista, complicando mi trabajo de vigilancia desde encima la techumbre, de un tono grisáceo, perteneciente a un viejo edificio a unos pocos metros de distancia del enorme castillo de piedra.
Sus altas murallas hacían de barrera entre los ciudadanos de clase baja, los ciudadanos sin poderes, media, los que tienen poderes comunes y básicos, y alta, gente con poderes extraños y poderosos. Cada posición social separado por una fortificación. Los de peor condición social no estaban rodeados por ningún muro como lo estaban los de clase media y alta, estando así desprotegidos.
Buscando con la mirada divise una sombra que se acercaba por una de las calles poco concurridas. Me levante de mi sitio para echar un vistazo más de cerca. Una capa blanca mancada de color envolvía el fornido cuerpo de la persona que lo llevaba puesto.
Baje del techo en el que me había quedado a vigilar la llegada de este hombre. Me habían indicado donde custodiar su llegada y como estaría vestido. Lo seguí, siempre a una distancia razonable, oculta entre las sombras de los edificios.
La luz que iluminaba el cielo hacía que seguir al extraño fuera mucho más fácil de lo que había pensado. Su sombra reflejada en las paredes de las viviendas y los negocios lo delataban.
El palacio estaba cada vez más cerca, haciendo que la persona escondida tras la capa se relajara y bajara la guardia, creyendo que ya estaba a salvo.
Rápidamente presione el antebrazo contra su garganta mientras con la otra mano empuje su cuello hacía abajo, cortando su circulación y dejando al hombre inconsciente entre mis brazos.
Su peso me hundía. "Madre mía cuanto pesa ¿cómo lo voy a llevar hasta Ander?" Pensé mientras lo agarraba por debajo de los hombros y lo llevaba a rastras, descansando de vez en cuando contra una pared. No se si era muy normal arrastrar a alguien en la parte lujosa del reino por lo tanto iba vigilando para que no nos vieran. Iba avanzando muy poco a poco. El peso muerto del individuo, que tenía que llevarme conmigo, me hundía hacia abajo.
Recorría el reino con pies inestables haciendo fuerza para tirar del hombre por las calles menos transcurridas.
La luz del sol ya había comenzado a salir cuando llegue a mi destino.
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Buscando al heredero
FantasíaAenna escondía un secreto mortal que, si salía a la luz, le costaría la vida; al mismo tiempo, Hael, el joven príncipe que despreciaba el peso de la corona, se encontraba encrucijada entre sus propias aspiraciones y el destino que no podía evitar tr...