La cabeza me palpitaba con fuerza, un dolor agonizante se arremolinaba al rededor del cráneo.
Con mucho esfuerzo empecé a abrir los ojos, pero los parpados me pesaban demasiado como para hacerlo.
Notaba el duro suelo bajo mi cuerpo, se me clavaban piedras en la piel.
El olor a muerto era insoportable, nauseabundo. "Definitivamente peor que el olor del puerto." No pude evitar que ese pensamiento se me cruzara por la cabeza.
Las cadenas con las que estaba atada repiquetearon en el suelo al moverme. Eran de rodio, un material que bloqueaba los poderes. ¿Cómo lo sabía si no lo había visto? La respuesta era sencilla, las muñecas me ardían. El rodio solo era peligroso para seres con magia, te quemaba la piel poco a poco hasta que no quedara nada.
Mis penosos esfuerzos por abrir lo ojos dio sus frutos. Abrí lentamente el ojo derecho luego el izquierdo, no tenía fuerzas para abrir los dos a la vez.
Un golpe sordo capto mi atención. Al parecer el guardia había tirado mi bandeja al suelo, haciendo que mi comida se expandiera por el suelo. Estaba demasiado cansada para quejarme.
Tenía la boca seca, parecía que me había tragado la arena del desierto. Necesitaba agua o ese picor infernal que tenía en la garganta se quedaría allí. No podía aguantar por mucho más tiempo en estas condiciones.
Con los ojos cerrados me arrastre por el suelo usando las manos para palpar la comida, prefería comermelo sin saber en que estado estaba.
En vez de encontrar comida encontré algo solido. Arrastre la mano para comprobar que era. Estaba en el suelo, parecía un escalón. Toque un poco más abajo. No, definitivamente no era un escalón. Sentía la forma de un bulto en la palma de mi mano. Al darme cuenta de lo que era aparte la mano como si quemara.
Era el cuerpo de un hombre.
- Así que ahora tocas sin permiso- la voz de la persona más irritante que conocía sonó entre las tres paredes de la mazmorra y las barras de rodio.
Abrí los ojos. Quería que fuera un sueño, un mal sueño.
"Por favor que sea una pesadilla. Por favor."
La esperanza de que fuera un sueño se evaporo al ver lo tendido en el suelo con las mismas esposas que rodeaban mis muñecas.
Hael tenía la cara manchada de sangre seca y la ropa desgarrada. Si salía así a la calle muchos pensarían que era un mendigo. Ver al príncipe en ese estado me puso de mejor humor. Hace unas horas estaba es su palacio haciendo lo que le viniera en gana y ahora estaba esposado en una mazmorra, no pude evitar sonreír ante tal pensamiento.
- Veo que te hace gracia la situación- su voz sonaba calmada, como si no pasara nada.
- Y tú aparentas estar muy cómodo tirado en el suelo- repliqué.
- Aparento estar cómodo para que tú no te preocupes, querida- me provocó.
- Pero si yo estoy súper relajada-después de un largo silencio decidí que era el momento oportuno par distraerme, y que mejor que molestando lo.- ¿Quién lo hubiera pensado? El príncipe estirado en el sucio suelo manchado de pis.
El horror atravesó su cara con tanta rapidez que no pude evitar reír. Se levantó de un salto, lo que pudo, las cadenas lo mantenían inmóvil.
No pude aguantar la carcajada ronca, por falta de hidratación, que me salió.
Se dio cuenta de que estaba bromeando y se relajo.
- No vuelvas a hacer ese tipo de bromas. Odio el olor a pis más que nada en el mundo.
- Pobre, no se quiere quedar impregnado con hedor de orina- la burla teñía mi voz.
Un estornudo hizo que la sangre de el ciclo saliera a chorros. Sentí como mis pantalones se manchaban. Miré hacía abajo y vi como el rojo se apoderaba del color marrón de la tela. También pude distinguir la sangre seca.
Hael siguió mi mirada.
- Es irónico. Estar en una mazmorra esperando a que te torturen mientras ya estas sufriendo- comento.
- ¿Cómo sabes qué me duele tanto?
- Habías dicho que te daban ganas de arrancarte el útero del cuerpo.
El silencio se extendió suficiente tiempo como para que la vergüenza que sentía se marchara.
-¿Puedes alcanzar el pan que tienes al lado? - mi pregunta lo aturdió. Giro la cabeza buscando el pan con la mirada. Estiro su brazo y lo agarro.
Me sorprendí cuando me dio el pan seco el la mano. Me lo lleve a la boca pero estaba tan duro que ni siquiera podía hincar el diente. Cogí el pan, frustrada, y lo tire contra la pared.
- Eso significa que no es comestible ¿Verdad? Me estoy muriendo de hambre- para enfatizar se dio unas palmadas en el estomago, que en repuesta gruño.
- Pues yo tengo una sed que me muero por una gota de agua.
Nos sumimos otra vez en silencio. Era agradable tener compañía mientras estabas encarcelada, al menos así podía molestar a alguien de vez en cuando.
Una pregunta rondaba por mi mente desde hacía tiempo, así que la hice.
- ¿Cómo estabas tan seguro de que tu hermano había muerto? Tú estabas ahí.
Esperé una respuesta que no llego. Seguro que me había pasado con esa pregunta, era demasiado personal.
Me sorprendí al escuchar su voz respondiendo a mi pregunta, aún que fuera una respuesta breve a mi me valía.
- Lo vi morir- me miro a los ojos al hablar.- Yo también tengo una pregunta, bueno, unas cuantas- me sostuvo la mirada, no se que vio pero al parecer para él había sido un sí.- ¿Por qué Talay te llamó amor?
- Sinceramente, no lo se.
- La otra noche estuve escuchando la conversación que tuviste con Tala...
- Nos estabas espiando- la indignación en mi voz era clara.
Abrió la boca para replicar cuando un sonido, que podía dejar a alguien sordo, llamó nuestra atención.
Uno de los guardias que vigilaba las mazmorras apareció.
- Levantaos-ordenó.- Os están esperando.
Hicimos caso y nos incorporamos lo que pudimos. Nos cambió las cadenas por esposas de rodio. Caminamos un buen tramo hasta llegar a nuestra destinación.
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Buscando al heredero
FantasíaAenna escondía un secreto mortal que, si salía a la luz, le costaría la vida; al mismo tiempo, Hael, el joven príncipe que despreciaba el peso de la corona, se encontraba encrucijada entre sus propias aspiraciones y el destino que no podía evitar tr...