HAEL
Mi madre me había mandado a secuestrar para recuperar a mi hermano muerto. Perfecto, me ha quedado más que claro que mi madre esta chalada. Hacía ya tiempo que a mi madre se le había diagnosticado la ensoñación excesiva, pero no creía que le había afectado tanto hasta ahora.
Pero y si mi hermano de verdad esta vivo. Y si su muerte me la imagine yo.
No, eso no podía ser cierto. Yo lo vi. Vi como lo mataban.
- No, no pude ser cierto. Mi madre esta loca. Mi madre esta loca.... - me repetí eso una y otra vez hasta que me lo creí.
Estaba confundido, terriblemente confundido.
Mi cuerpo se estremecía siempre que me acordaba de la ocasión en la que perdí a mi hermano mayor.
Hacía ya un buen rato desde que me tumbe en la cama. Era demasiado blanda. Mi padre me obligaba a dormir en el suelo desde que tenía uso de razón, decía que era parte de mi entrenamiento.
Me levanté. No tenía sentido intentar conciliar algo que no tenia. Las pesadillas me perseguían desde aquel día.
Fui a buscar a Andres, a decir que esto no tenía sentido. Iba a reclamar mi libertad. Bueno, eso iba hacer hasta que escuche algo que me llamo la atención.
- ¿Tu por qué no te has apuntado a las pruebas? Podrías haber entrado.
No sabía que Aenna estuviera interesada en convertirse en soldado. Hacía tiempo que no me enteraba de nada que tenia que ver con ella.
- Sí que me apunte, pero reprobé las pruebas.
- No mientas, tu podrías haber hecho todas con los ojos vendados.
- Es lo bueno de ser la hija del general.
- No cambies de tema. Quiero saber porqué no te apuntaste.
- Ya te he dicho que me apunte. No me dejaron hacer las pruebas.
¿Cómo que no le dejaron hacer las pruebas? Era obligatorio que todos los que se apuntaran los hicieran. Si te apuntabas y no participabas te iban a buscar y si no tenias una muy buena razón podrían hasta ejecutarte públicamente.
-Pero ¿por qué?
-Ya sabes lo que opina el rey sobre mi. Una niña pobre que se merece morir en la calle como la rata que es .
¿Qué? Creí que no había escuchado bien así que agudice el oído.
- Estabas tan delgada cuando te conocí, nunca había conocido a un niño de ocho años tan delgado como cuando estabas tu entonces.
Estaba insinuando que Aenna era de los barrios bajos. Que él la había encontrado. Talay una vez me contó que había conocido a una niña de esos barrios. No lo creí ¿Cómo podía entrar una persona de los barrios bajos en la capital de Kelia? Habría tenido que entrar pasar dos murallas estrictamente vigiladas. No cualquiera podía entrar y salir, pero sabía que era posible, mis escapadas con Talay al bosque eran un claro ejemplo.
Un pinchazo de culpa me atravesó de repente. Yo no podía estar escuchando conversaciones ajenas y menos una tan íntima como la que estaban teniendo.
Me aparte y seguí con mi camino hasta las instalaciones donde se encontraba Andres. La luz de la luna me guiaba por la oscuridad, iluminaba el barco con una débil luz plateada.
Al llegar toqué la puerta. Una, dos, tres veces. Andres tardo en contestar.
-Adelante.
Estaba sentado ante un gran escritorio blanco a rebosar de papeles. Estaba inclinado hacía delante, leía uno de sus muchos folios con atención. Se giró para ver quien era.
- Ah, eres tu- su voz estaba teñido de esperanza.- Te había estado esperando- siguió.- Estaba a punto de ir a buscarte yo mismo. Está es la carta que tu madre me ha entregado para que leas. Quería que estuvieras solo para poder leérlo con tranquilidad- me tendió la carta y volvió a lo suyo.- Ah, y una cosa más tu madre nunca estuvo loca, cree en mi.
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Buscando al heredero
FantasyAenna escondía un secreto mortal que, si salía a la luz, le costaría la vida; al mismo tiempo, Hael, el joven príncipe que despreciaba el peso de la corona, se encontraba encrucijada entre sus propias aspiraciones y el destino que no podía evitar tr...