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HAEL

La habitación a la que me habían arrastrado era enorme. Las paredes doradas con dibujos precisos reflejaban la luz, que entraban por los grandes ventanales, emitidos por los rayos de sol, calentando mi cuerpo.

Una gran cama de dosel estaba situada en medio de la habitación. Las sabanas verde esmeralda hacían contraste con el dorado que se apoderaba del castillo. Al igual que todo lo demás la estructura que sujetaba el colchón estaba hecha de oro.

Un enorme tapiz se encontraba en la parte izquierda de la habitación. Pintado sobre la tela había unos personajes alrededor de una hoguera. Dos mujeres, una rubia y la otra morena, estaban sentadas mirando atentamente a un hombre hablando a una mujer pelirroja. 

Un detalle de esa mujer me hizo entender que a quien estaba viendo era a la Vimel, la diosa de la venganza. Miraba al hombre con una sonrisa torcida, maliciosa, y escuchaba las palabras que salían de la boca del señor con atención.

Se me seco la boca. Si ponían ese tipo de tapiz en mi habitación no significaba nada bueno, algo malo tenían planeado, o también, podía ser que me estaba volviendo loco y que cualquier cosa me daba mala espina.

Seguí mirando por toda la habitación, intentando calmarme pero la sensación de intranquilidad persistía. Divise algo cobre al final de la habitación, detrás de una cortina morada. Mis pasos indecisos pero apresurados sonaban por toda la habitación. En cuestión de segundos ya había desviado hacía un lado la larga tela lila.

Una luz me cegó. Era tan fuerte que tuve que parpadear para eliminar las lágrimas que se habían formado. Abrí los ojos lentamente. Después de un momento mi vista se acostumbro a esa luz espantosamente fuerte. 

Un gran vestidor dorado emergió de la luz. Estanterías de color cobre con algunas gemas incrustadas mostraban trozos de telas de todos los tonos marrones, un color que aquí solo llevaban los siervos. Sabía que era uno pero¿ Quién le da una habitación colosal a un servidor? Al menos no todo el catillo era de oro.

Divisé una abertura entre dos estanterías, al acercarme vi que esa abertura llevaba a una especie de baño mucho más lujoso que cualquiera de Kelia.

Los azulejos verdes se semejaban a la hierba, haciendo que el enorme agujero con agua pareciera que estaba fuera, en la naturaleza. Metí un pie. El agua estaba a una temperatura media.

Pensé que no sería una mala idea bañarme ya que llevaba sucio unos cuantos días apestando a sudor y a cerveza, así que empecé a desnudarme, poco a poco, para que la tela no tocara la herida que tenía en a pierna, una que me había hecho entrenando unos días atrás. Una vez desnudo me sumergí, encontré una pequeña barra de jabón en una de las esquinas y empecé a frotármelo por todo el cuerpo.

El metal que rodeaba mi muñeca me incomodaba. Los poderes que antes eran míos habían desaparecido por completo.

Un agradable aroma me impregnó la nariz, el olor cítrico  de las naranjas me recordaban a los veranos que pasaba con mi hermano comiendo frutas en el jardín después de una pelea. Sonreí ante aquella imagen que tenía de él sonriendo con trozos de naranja entre los dientes.

Al acabar me sequé con una de las toallas marrones que había colgando de un tendedor, me la pase por el cuerpo, y la ate en las caderas. Me dirigí hacía el vestidor. Tire la toalla al suelo, y me ate una de las telas de modo que dos puntas estaban atadas la una con la otra sobre mi hombro derecho, y con otra más oscura y corta ajustaba la tela a mi cuerpo para que no se viera nada que no se tenía que ver.

Salí del vestidor. Al girar después de cerrar la cortina el vi al emperador sentado encima de pie al lado de mi cama.

- He venido a explicarte tu papel en este sitio- su voz grave parecía resonar entre las paredes.- Eres un gladiador, vas a luchar contra criaturas para entretener a los demás. Mis guardias se encargaran de traerte una casco, pero nada más. Cualquier otra medida de protección quita la diversión¿ No crees?

Se levanto sin dejar que yo respondiera a su pregunta.

- Mañana unos soldados vendrán a buscarte para llevarte a tu primer combate.

Se giro sobre sus pies y empezó a caminar hacía el pasillo, sin embargo, se fue delante del tapiz, observándolo con orgullo.

- Os gusta la obra. Mi hijo lo hizo para ti cuando aún eras un príncipe, íbamos a mandártelo cuando fuera tu cumple. Una pena que tu padre ya no quiera tener nada que ver contigo.

Enterarme de aquello era peor que una cuchillada en el corazón. Sabía el desprecio que mi padre sentía hacía mi, pero no sabía que  me odiara tanto como para que me dejara en manos de este sádico ¿Quién iba a ser su heredero ahora que ni Everett ni yo estábamos para cumplir con el cargo?

Sin embargo, aún que eso me hubiera tomado desprevenido tenía una pregunta que me importaba mucho más en ese momento, ya tendría tiempo de tener compasión por mi mismo.   

- Emperador, siento molestarle pero¿ Doné está Aenna? La chica pálida de cabellos oscuros...

- En las mazmorras- interrumpió mi descripción sobre Aenna.- ¿Por qué lo quieres saber?

- Porqué esa chica es..... mi mujer- dije lo primero que se me paso por la cabeza. No sé por que pero era lo único que se me había ocurrido.

No tenerla cerca me asustaba. Me asustaba el hecho de no saber que le estaban haciendo, de que estuviera sola. Me estresaba no tenerla cerca para asegurarme de que estaba bien. 

El emperador cuadro los hombros, intentando mostrar autoridad y seguridad. De espaldas hacía mi, giro la cabeza para mirarme.

- ¿Es tu mujer?- la pregunta que hizo delato la sorpresa que sentía al saber que ella era mi esposa.

- Sí, señor. Es mi mujer desde hace once meses- seguí con mi mentira. Haría cualquier cosa para que me la devolvieran.

- Entonces intenta sobrevivir mañana, porqué como mueras me la quedare para mi. Una viuda por la que muchos matarían- después de eso se fue.

Me dejo confundido. Acababa de mandar a Aenna a las mazmorras y decía que mataría por ella. De todos modos tenía que recuperar a Aenna fuera como fuera, aún teníamos que encontrar a mi hermano y no lo conseguiría sin ella.

Buscando al herederoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora