Capítulo 20

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Los dragones cantan mientras el fuego danza con ellos, las ciudades arden y los jinetes caen por el agrio sabor de la traición

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Los dragones cantan mientras el fuego danza con ellos, las ciudades arden y los jinetes caen por el agrio sabor de la traición.

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Los dragones cantaban libres por el cielo, siendo dioses para los mortales. Pero a diferencia de todos los días, un nuevo canto se unió al resto.

El sol hacía brillar con intensidad un par de escamas azules qué lucían como hermosos zafiros. Aquel dragón soltó un fuerte rugido al ver a un pequeño dragón volando alrededor de la fortaleza.

Daeron sonrió al ver que Tessarion quería ir a volar con aquel libre e inquieto dragón. Aterrizaron cerca de la fortaleza, la cual Daeron sentía más imponente que antes.

Pasala bien pequeña —dijo Daeron para luego bajarse de Tessarion y ver como esta se elevó para volar por el lugar.

Mientras caminaba hacia el castillo, no pudo evitar pensar en lo diferente que se sentía estar en Dragonstone.

Volver a entrar a la imponente fortaleza y esta vez no para pedir la mano de Joffrey si no para casarse con él lo tenía inquieto. Había esperado ese momento tanto tiempo que ni siquiera había preparado la forma para pedirle matrimonio a Joffrey, tampoco le había conseguido alguna joya como regalo.

Mientras seguía pensando en todo lo que no tenía listo para Joffrey, llegó  a las puertas de la fortaleza, los dos capas blancas alzaron sus espadas al verlo, justo como lo habían hecho la última vez.

—Tranquilos, la reina Rhaenyra me ha convocado aquí —explicó Daeron sacando su espada y colocándola en el suelo frente a los dos guardias.

Ambos capas blancas se miraron entre sí antes de bajar sus espadas y abrir las puertas para que Daeron entrará.

Daeron suspiro aliviado, cruzó aquellas puertas sintiendo una fuerte presión en el pecho, se sentía emocionado por lo que pasaría. Mientras caminaba no pudo evitar pensar en cómo sería besar a Joffrey y cuál sería el sabor de sus labios.

Siguió caminando pero esta vez tocó las paredes para intentar despejar su mente. En eso unas voces llamaron su atención.

Camino hacia esas voces, mientras más se acercaba, más distinguía a quienes les pertenecía. Cuando llegó al final del corto pasillo vio a varios señores reunidos alrededor de una mesa.

Debemos quemarlos madre.

Daeron quedó con la mirada perdida al escuchar esa voz, podía reconocerla en cualquiera lugar, su Joffrey, su querido chico estaba alrededor de esa mesa, con su cabello castaño bien peinado y una mirada determinada qué exige la presencia del ardiente fuego.

Joffrey se veía diferente, más alto, con el cabello más largo y por primera vez lo veía con una espada, aunque esta se encontraba amarrada a su cadera y no en su mano.

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