Acoatl
Las palabras "encontramos un cadáver" resonaban en mi mente como un eco ensordecedor después de que Mactzil terminara de hablar. Salí disparado por la puerta, casi cayéndome por las escaleras mientras intentaba enviar un mensaje a Danna para avisarle de la situación. Mi mente estaba en un torbellino, me concentré al máximo para no chocar mientras conducía a toda velocidad.
K'a'ambal. Inhale y exhale.
Los niños estaban bien, juntos y rodeados de gente y policías. Esa idea me dio un leve alivio, pero no podía sacudirme la inquietud cuando recordé una conversación con Nelli. ¿No había mencionado algo sobre personas desaparecidas halladas muertas hace unos meses en una de nuestras llamadas?, me pregunté en medio del revoltijo de pensamientos.
Al llegar al puente, me encontré con un panorama caótico. Los policías habían cerrado el paso, y una multitud se había agrupado, curiosa y ansiosa por saber qué estaba sucediendo. Algunos oficiales intentaban dispersar a la gente, aunque su esfuerzo era poco efectivo. Desde los techos de las casas, algunos miraban con intriga, mientras otros fingían barrer frente a sus puertas.
A un costado, vi a Mactzil y Santiago sentados, conversando con un oficial. Sin pensarlo, salí del carro y corrí hacia ellos, pero un policía me detuvo en seco.
-Señor, no puede pasar -me dijo con firmeza.
-¡Esos de ahí son mis hijos! -exclamé, señalando a Mactzil y Santiago.
Al escucharme, se levantaron de un salto y corrieron hacia mí. Los abracé con fuerza, sintiendo cómo mi corazón comenzaba a calmarse. Santiago sollozó, aferrándose a mí, mientras Mactzil me abrazaba en silencio. Noté que su cuello estaba algo rojo y que pequeñas plumas sobresalían de su cabello; le acomodé el pelo para que no se notara.
Después de asegurarse de que estaban bien, los llevé al carro y subí sus bicicletas en la parte trasera. Unos oficiales se acercaron para recapitular lo sucedido, y tras escucharme, me dejaron ir.
Sin embargo, antes de subir al carro, un olor peculiar que reconocí me llamó la atención. Me volví justo a tiempo para ver cómo unos oficiales cerraban la bolsa con el cadáver y se lo llevaban. Tal vez lo imaginé, pero para estar seguro, necesitaba hablar con Nelli. En ese instante, como si la hubiera invocado, mi teléfono sonó y vi el nombre de Nelli en la pantalla... ¡OH DIABLOS!
Sin pensarlo dos veces, me subí al carro rápidamente. Ni siquiera lo había apagado, así que retrocedí y salí en friega de vuelta a la municipalidad.
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Nelli y Danna me recibieron con una mezcla de enojo y confusión, pero al explicarles la situación, su preocupación se centró rápidamente en los niños, que permanecían en silencio en el asiento trasero. Cuando Danna abrió la puerta, Santiago extendió los brazos automáticamente buscando consuelo. Danna se hizo espacio y se acomodó en el asiento trasero, abrazando a Santiago con ternura. Mactzil, no queriendo quedarse atrás, apoyó su cabeza en el hombro de Danna, quien la abrazó con su brazo libre, creando un refugio para ambos.
Antes de que subiera al auto, Nelli me tomó del brazo, su mirada revelaba una mezcla de nerviosismo y curiosidad.
-¿Y viste quién era? -preguntó de repente, con su voz temblando ligeramente.
-No, ¿por qué preguntas? -respondí, sintiendo que había algo más que no me estaba contando.
Nelli desvió la mirada, buscando las palabras adecuadas. Después de un momento de silencio, finalmente dijo:

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Espejo de Obsidiana
FantasíaMactzil creció sumergido en un mundo de mitos y leyendas. Cada relato lo hacía sentir que era capaz de lo imposible. Pero ahora, este espejo negro objeto de su nueva obsecion. ¿Le dará lo que quiere? Pero, ¿qué es lo que realmente quiere? Mientras...