XXVI

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Blaise suspiro ante la cara de estupido que había puesto Ron. Aunque ciertamente no podía culparlo del todo. Ni siquiera el sabia lo que hacía o el porque de sus acciones en primer lugar. Aunque sus palabras eran ciertas, los leones no soportaban altas temperaturas, o al menos, la gran mayoría no lo hacía.

Suspiro antes de arrecostarse también a la fuente. Le aria una compañía silenciosa hasta que el Gryffindor quisiese volver a su calida torre.

—¿Porque?— Fueron las palabras del Weasley al ver que el Slytherin no tenía intenciones de marcharse o dejarlo solo. Era curioso que a pesar del clima turbulento y pronto a nevar el moreno ni siquiera hiciera hincapié de retirarse de su lado. Se sentia extraño el tener una compañía así. Ningún Gryffindor hasta el momento, a excepción de sus hermanos, había hecho algo así por el.

—No hay un porque en específico, simplemente solo pareces triste y afligido, independientemente de que nuestras casas no se lleven bien y le hayas hecho la vida imposible con Maximus a los demás, croe que no eres malo, oh al menos no del todo comadreja— La respuesta de Blaise había sido sencilla pero para Ron aquello había tocado algo muy profundo en su interior. Tenia ganas de llorar pero simplemente no tenia lágrimas para derramar.

—Gracias. . .— Fue lo único que pudo salir de la boca del Weasley antes de acurrucarse contra las prendas del moreno, el sutil aroma de Zabini inundó su nariz y sin siquiera quererlo se relajó.

—No me agradezcas Weasley, no quiero tu agradecimiento— Susurro Zabini con las mejillas sonrojadas. Maldita sea el no quería sonrojarse pero la expreción tan lastimera del pelirrojo le había tocado el corazón. Con un suspiro se levantó de su anterior posición y después de mirar hacia todos los lugares se decidió.— Dices una palabra de esto y puedes considerarte jodidamente muerto comadreja— Con su seño fruncido comenzo a retirar su túnica exterior bajo la confusa mirada de Ron.

—¿Que_?— El alfa ni siquiera pudo terminar su frase antes de abrir sus ojos con exageración.

El cuerpo de Blaise había comenzado a cambiar de un momento a otro y Ron solamente se quedó ahí completamente estupefacto. Pronto el cuerpo humano había desaparecido y una extencion equina la había remplazado. La piel negra y la crin plateada lo dejaron boquiabiertos mientras que los dos grandes y torcidos cuernos oscuros junto a los dos iris resplandecientes y azabaches le dejaron sin aliento.

El corcel era mucho más grande que el pelirrojo pero aún era pequeño en comparación a otros de su raza por la corta edad. Aún así no le quitaba ni remotamente el toque majestuoso y digno.

—Asombroso. . .— Era la primera vez que Ron miraba de serca la transformación de un híbrido, muy similar a la de un animago pero con ciertos detalles que hacían único el cambio.

El equino relincho de forma baja antes de acostarse arrecostado a la fuente. Ron no tenía idea de sus intenciones pero después de un colaso nada suave y una clara mirada que decía,mueve el culo hasta aquí, entendió rápidamente las intenciones de Zabini.

Con pasos lentos y algo dudosos se hacerco lo suficiente al bicornio y tras no recibir alguna mala mirada o sonido de advertencia se acurruco contra el vientre del corcel.

No iba a mentir respecto a la sensación. Era increíble y única, cálida y reconfortante. Jamás en su vida de había sentido así. Se acurruco aún más protegiéndose del frío escocés con la calidez del cuerpo ajeno y la suave tela de la ropa prestada.

No sabia cuanto tiempo había estado así pero la tranquilidad que respiraba estando con el híbrido era sublime. Era el séptimo de ocho hijos y su casa jamás había sido la definición de hogareña o silenciosa. Su padre los amaba demaciado pero su madre solo parecia querer a Ginny su única hija mujer. Su situación económica había decaído con los años sin razón aparente mientras que sentía que su padre no era feliz al lado de su madre. El no era el único que pensaba aquello ya que sus hermanos mayores, incluidos los gemelos tenían el mismo pensamiento. Ginny era la única que parecía creer que sus padres vivían en una dulce historia de amor como en los cuentos.

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