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𝟎𝟎𝟔. esencia adolescente ─────────────
Lia
—¡Te quiero fuera!— gritó mi hermana, sacando toda mi ropa de los cajones de mi habitación. Estaba bastante furiosa.
—Elena...— murmuré.
—¡Para!— espetó, cortándome. —¡Besaste a Stefan, Lia! No puedo perdonarte eso, pensé que podía confiar en ti.
—¡Y puedes hacerlo!— dije con rapidez. —No sabía lo que hacía, ¿vale? No fue mi intención hacerte daño...
—¿Pero sí besarle?— espetó irónica.
—Le quiero...— murmuré, dolida. —Tú besaste a Damon, ¿que hace eso diferente de esto?— cuestioné. Ella me fulminó con la mirada.
—Ni se te ocurra mencionar eso— dijo con un pequeño temblor en la voz. —Además, que sabrás tú del amor.
—Elena...
—No, te quiero fuera de esta casa, no quiero volver hablar contigo— dejó claro.
—Elena, creo que...— intenté hablar.
—¡No!— insistió. —Sabías... dios, sabes que sigue siendo mi novio, ¡me has visto días y días con él! ¡Me has ayudado cada vez que te lo he pedido! ¿Por qué lo hiciste?
—Lo siento...— dije, entrecortada. ¿Cómo iba a ser capaz de explicarle que durante todo este tiempo lo he querido cada vez más.
—No me sirve, fuera— decretó mientras empujaba mi ropa fuera de mi cuarto.
—¡Elena, para!— dije, asustada. —No tengo a donde ir, no puedes echarme, es mi casa también.
—¿Segura? Porque en lo que a mí respecta, esta casa está a nombre de los Gilbert, y tú no eres uno— murmuró con desdén.
Había caído. Esa era la gota que colmaba el vaso.
Miré a mi hermana, hundida, sin nada que decir, sus palabras me habían dejado completamente rota. ¿Qué podía hacer ahora? Me lo había dejado bastante claro, yo para ella ya no era nada.
—Lia...— intentó acercarse a mí pero yo me aparté. Di dos pasos atrás, cogí la poca ropa que tenía en el suelo sin pararme a recoger nada más.
—¿Qué está pasando aquí?— preguntó una voz desde la puerta. Era Jeremy, quien se encontró con mi hermana y yo apunto de soltar las lágrimas mientras en mis manos se albergaba toda la ropa que había cogido.
—No pasa nada— me apresuré a decir. —Hoy voy a dormir fuera— indiqué.
—¿Con esta tormenta?— incitó mi hermano. —¿Por qué llevas tanta ropa? ¿Cuantos días te vas?— quiso saber.
