𝟎𝟏𝟑. despertando a los muertos

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𝟎𝟏𝟑

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𝟎𝟏𝟑. despertando a los muertos
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Lia

Cuando llegué a la cueva de los Lockwood, Stefan fue el que salió primero por esta. Cuando me vio de frente se sorprendió.

—¿Qué haces aquí?— me preguntó, confuso.

—Bonnie me ha dicho que estaríais aquí— decreté. —Tengo que hablar contigo.

—No tenemos nada de que hablar— definió, serio. ¿Cómo es posible que cambie del día a la mañana en cuestión de horas? —Solo pretendo abrir ese ataúd.

—¿Mataste al médico forense?— pregunté, justo como lo había querido Damon. Se había encontrado un cuerpo y todos temían que fuese Stefan.

—¿Por qué crees que fui yo?— cuestionó.

—Porque ya no sé de lo que eres capaz. Nos besamos un día, al otro me dices que me vaya, luego vuelves...— definí, mareada.

—Puedes creer lo que quieras— decretó, volviendo al otro tema.

—No quiero creer que fuiste tú, Stefan— aclaré.

—Pero aún así me lo preguntas. ¿Le has preguntado a Damon si últimamente ha matado a alguien?— me preguntó, acusativo.

—Ya sabes cómo está Damon...— definí.

—Pero aún así no se lo has preguntado— me hizo saber, mientras se daba media vuelta y volvía adentro de la cueva. No tenía plan de seguirle, no está vez.

—No te vayas— murmuró una voz detrás de Stefan. Bonnie estaba allí. —Te necesitamos.

Nunca pensé que saldrían esas palabras. Un escalofrío recorrió mi cuerpo. Pensé que con Abby ya podrían liberar aquel ataúd, pero no, me iban a necesitar a mi, iban a necesitar mis poderes.

Eso me asustaba.

—Por favor— comentó otra voz. Era Abby.

Miré a Stefan un poco dudosa pero el vampiro me apartó la mirada con rapidez. Pensé un momento y al final me decanté por entrar en la cueva. El ataúd estaba justo delante mío y un grimorio se posaba en una de las rocas.

—¿Ves esto?— me indicó Abby. —Es un hechizo sellador, pero, en el lateral... es un nudo de sangre.  Para atarlo, hacen falta dos generaciones.

—Para desatarlo hay que revertir el hechizo— definí, segura de lo que decía. —¿Cómo es posible que yo pueda revertir el hechizo?— cuestioné.

Abby no supo que decir.

—Puede que no puedas— aclaró. —Pero no perdemos nada por intentarlo— me hizo saber. Sin embargo, la voz de mi cabeza se aseguraba de darme una afirmación contundente.

𝗙𝗢𝗥𝗘𝗩𝗘𝗥&𝗔𝗟𝗪𝗔𝗬𝗦³Donde viven las historias. Descúbrelo ahora