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Julio 4

Riley se despertó con un ligero sobresalto al escuchar la alarma de su teléfono vibrar en la mesita de noche. El suave resplandor de la pantalla iluminaba las oscuras sombras de la habitación, marcando las 2:30 am. El silencio profundo de la madrugada rodeaba la cabaña, roto solo por el susurro del viento que agitaba las ramas de los árboles fuera y el suave sonido de la respiración de Valentina.

Valentina, aún medio dormida, se revolvió bajo las mantas, dejando escapar un suave gruñido mientras se estiraba perezosamente. Sus ojos entreabiertos encontraron a Riley, quien ya estaba sentada en el borde de la cama, despeinada y con los ojos aún nublados por el sueño.

¿Nos vamos ya, Riley? —murmuró Valentina, su voz ronca y arrastrada por el sueño—. Me muero de sueño.

Riley asintió lentamente, esbozando una sonrisa adormilada mientras apagaba la alarma. Había algo melancólico en esa hora, en el hecho de que su tiempo en la cabaña había llegado a su fin. No podían evitar sentir una mezcla de nostalgia y un pequeño alivio al pensar en regresar a la rutina, pero con la certeza de que lo vivido ahí quedaría grabado en sus memorias.

Con un suspiro, Riley se levantó y caminó hacia la esquina de la habitación donde habían dejado sus mochilas. El sonido de las cremalleras rompiendo el silencio fue como un eco en la quietud. Valentina, sin prisa pero sin pausa, se levantó también, frotándose los ojos mientras intentaba despejarse. Ambas se movían con una sincronía que solo se desarrollaba con el tiempo y la confianza.

Valentina se dirigió hacia el baño con la intención de refrescarse un poco antes de partir, pero antes de entrar, se detuvo en el umbral de la puerta. Se giró para mirar a Riley, quien estaba revisando una última vez que no se le olvidara nada. Valentina no pudo evitar sonreír al verla tan concentrada en un detalle tan trivial. Se sentía afortunada de tenerla a su lado, y aunque no lo admitiera en voz alta, esos pequeños momentos eran los que más atesoraba.

No puedo creer que esto ya se acabó —susurró Valentina, casi para sí misma, pero lo suficientemente alto como para que Riley la escuchara.

Riley levantó la vista, encontrando los ojos de Valentina a través de la penumbra de la habitación. Sus labios se curvaron en una sonrisa suave, una mezcla de comprensión y complicidad.

Lo sé —respondió Riley mientras terminaba de cerrar la cremallera de su mochila—. Pero, ¿Quién dice que es el final? Esto es solo el comienzo de nuestras aventuras.

Valentina dejó escapar una pequeña risa, caminando hacia Riley con pasos ligeros pero decididos. Sin decir nada más, se acercó y la rodeó con sus brazos, apoyando su cabeza en el hombro de ella. La calidez de Riley la reconfortaba, y por un momento, se permitió simplemente disfrutar de esa cercanía.

Tienes razón. Sea lo que sea que venga, estoy lista —susurró Valentina antes de darle un beso suave en la mejilla a Riley, uno de esos gestos que decían más que mil palabras.

Riley cerró los ojos un momento, disfrutando del contacto antes de separarse suavemente. Sabía que aún les quedaba un viaje largo por delante, pero con Valentina a su lado, todo parecía más fácil de sobrellevar.

Después de un momento de calma compartida, Riley tomó las mochilas y se dirigió hacia la puerta, seguida de cerca por Valentina, quien echó un último vistazo a la habitación antes de salir.

Riley y Valentina salieron de la cabaña con sus mochilas al hombro y los ojos aún medio cerrados por el sueño. El cielo empezaba a iluminarse con los primeros tonos del amanecer, pero la oscuridad aún reinaba. Al llegar a la entrada, notaron que el resto del grupo ya estaba afuera, esperándolas mientras murmuraban entre ellas.

Rivales (Riley x Valentina)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora