Veintinueve

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Taehyung

 

Gimo, pasándome una mano por la cara. Me siento como si hubiera dormido durante horas, pero me duelen todos los músculos. Parpadeo, veo el sol brillar a través de las ventanas y me levanto de un tirón, sacudiéndome el chándal. Bea siempre se levanta al amanecer.

El silencio me da un vuelco el corazón y abro la puerta de un tirón.

La escena que tengo delante me deja helado.

Jungkook está coloreando con Bea, los dos con las cabezas juntas y hablando en susurros. Se giran al oír el ruido de la puerta y Bea sonríe y salta, corriendo por nuestro pequeño salón. Por instinto, la agarro y frota su nariz contra la mía.

—Buenos días, papá.

—Buenos días, Abejita.

Miro por encima de su cabeza y veo a Jungkook mirándonos, con una expresión extraña en la cara antes de que una suave sonrisa curve sus labios.

Los dos nos quedamos mirando.

—Papá está despierto. ¿Podemos comer? Jungkook se ríe, levantándose de la silla.

—Sí, trae tu trasero aquí —Bea no necesita que se lo pida dos veces y se contonea hasta que la bajó, corriendo hacia él.

El olor a tocino me llega a la nariz. Tocino, sé que no tenemos. Se me calienta la cara al saber que ha estado comprando para nosotros.

Al pasar, despeino a mi hija y tomo una taza para hacerme un café, no el instantáneo barato, sino uno de una marca que no puedo permitirme.

Gruño en voz baja. —¿Qué haces?

—¿Haciendo el desayuno? —dice Jungkook como si fuera normal estar en mi apartamento.

—Ya lo veo. Quiero decir, ¿qué haces aquí?

—Te dije que volvería —Echa la mezcla para pancakes en la sartén y le da vueltas antes de mirarme. Entonces me doy cuenta de que no solo ha cambiado físicamente. No hay dureza en sus ojos. No están entrecerrados y esperando a que alguien diga algo. No hay ningún gruñido curvando sus labios. Parece en paz, cómodo en su piel.

Por mucho que quiera eso. También lo odio. Otro recordatorio de que ha seguido adelante y puede dejarme mientras sigo siendo adicto.

Parpadeo cuando me tiende un plato lleno de pancakes, tocino y huevos revueltos.

Desayuno. No recuerdo la última vez que lo comí. Bea suele tomar cereales, aunque yo voy sin ellos para asegurarme de que me duren un poco más.

Mi sueldo en el taller es bueno, pero tengo un apartamento que pagar, aunque el alquiler sea barato. Hay facturas, comida que comprar y una niña de cuatro años que no para de crecer y necesitar algo.

Una mano se enrosca alrededor de mi bíceps.

—Oye, es que… —Jungkook sacude la cabeza como si se replanteara sus palabras—. Es  por todas las veces que me trajiste pizza y café, y no olvides el precio de las entradas para el espectáculo de coches y —sus mejillas se calientan—. El hotel, así que no te lo pienses demasiado.

Respiro. ¿Cómo sabe Jungkook lo que estoy pensando? Aprieto la mandíbula. Siempre ha sabido leerme de una forma que nadie más puede.

Me acerco a la mesa como en piloto automático y me siento. Ni siquiera puedo ofrecer devolverle el dinero. No tengo tanto para gastar en lujos.

Bea está comiendo sus pancakes y ya se ha comido el tocino.

Jungkook ocupa el asiento extra y nuestros muslos se tocan por lo pequeña que es la mesa. No es lo bastante grande para dos hombres adultos.

Love Hate •KookV• •Taekook•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora