Treinta y tres

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Taehyung

 

—Vas a pasar la noche con Eric y la tía Ruby —Me agacho, con una mueca de dolor. El dolor de espalda es tan soportable como un dolor de muelas. Desde que Bea era pequeña, los viernes por la noche eran su tiempo de chicas y el de Ruby.

Veo llegar la camioneta de Eric y también a Bea. Corre hacia la puerta, la abre y va directo hacia Eric, que la toma en brazos y le da vueltas. Me reúno con ellos junto al camión mientras Eric le abrocha el cinturón. Se aparta para que yo pueda inclinarme y nos frotamos las narices.

—Pórtate bien, Abejita.

—Te amo, papá.

—Todas las flores del mundo —le digo, haciéndola reír.

Cierro la puerta y veo a Eric junto a la suya. —¿Qué ha pasado entre mi hijo y tú?

Me pasó una mano por el cuello, mirando al suelo y pateando la tierra. —¿Qué te ha dicho?

—Que no es lo que quieres, y que te respeta y lo dejará —Sus palabras me golpean físicamente y tengo que abstenerme de estremecer.

Ha pasado más de una semana desde que le dije a Jungkook que no quería más que una amistad. Siete días tratándome como a un amigo. No hay miradas persistentes, ni sonrisas coquetas, ni se mete en mi espacio. Ni besos, ni nada más que la maldita amistad. Siete días viéndolo con mi hija, jugando, riendo. Siete días de Jungkook volviendo a casa y sentándome con él a la mesa.

Me encojo de hombros, apoyándome en su camioneta. —Ya no somos esos niños.

—No, no lo son —gruñe Eric—. Y si lo fueran, le habría dicho a Jungkook que se mantuviera alejado —se apoya en el lateral de la camioneta para mirarme directamente y me pone una mano en el hombro—. Taehyung, ninguno de ustedes estaba preparado para la relación que querían entonces. Heriste a mi hijo de una forma que dejó huella —Levanta las manos para impedir que responda—. Puedes decir que tenías tus razones. Sin embargo, a Jungkook, esas palabras le dolieron, dejando sus cicatrices.

—¡Era un niño! —Me contengo, intentando bajar la voz para que Bea no me oiga—. No sabía lo que hacía. Le he pedido disculpas. Literalmente, me ha dado una patada en las malditas pelotas.

Eric intenta ocultar cómo se le tuerce el labio al pensar en su hijo dándome una patada en los huevos, antes de ladear la cabeza.

—¿No era Jungkook un niño cuando huyó? ¿No se ha disculpado? ¿Eso lo mejora todo para ti?

Frunzo el ceño, mirando a la casa. —Tu hijo dijo algo muy parecido.

—Es un chico brillante —Eric sonríe—. Mira, Taehyung, no estoy aquí para decirte que le des una oportunidad a mi hijo. Solo tú puedes decidir eso.

—¿Por qué siento que tienes más que decir?

—Jungkook pasó por una terapia intensa. Lo puso en un lugar oscuro. Tuve que ir a California. Todos nos turnamos para vigilarlo. Pero se mantuvo firme. Fue al infierno y volvió —Eric hace una pausa mientras su voz se entrecorta. Sabía que Jungkook había ido a terapia. Hablaba de ello abiertamente, aunque la forma en que Eric lo describe hace que se me revuelva el estómago, odiando no saber por lo que pasó—. Nunca he estado más asustado en mi vida. Durante ese tiempo, caí de rodillas y recé a dioses, en los que no creo, para que no se llevaran a mi hijo.

Respiro. La idea de que Jungkook no esté en este mundo me roba el aire de los pulmones, la garganta se me constriñe, robándome las palabras cuando Eric me aprieta el hombro.

—Ya está bien, y no podría estar más orgulloso de él. Jungkook ya no es ese niño, y creo que lo sabes —Me mira fijamente y levanta la ceja. Eric tiene razón—. Jungkook no es el mismo chico, no me malinterpretes, sigue teniendo esa actitud borde y es un bocazas, pero ya no está cerrado, una muralla constante a su alrededor, y es abierto con sus emociones, aunque eso signifique que le hagan daño.

Love Hate •KookV• •Taekook•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora