Un Desastre en la Oficina

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Querido Ax 2.0:

¡Oh, Dios mío! Hoy ha sido uno de esos días que se quedan grabados en la memoria como un glorioso desfile de torpezas. Pero antes de entrar en los detalles jugosos, déjame contarte cómo terminé en esta nueva y maravillosa pesadilla.

¡Adivina qué! Conseguí un trabajo en una empresa grande como asistente. Sí, así como lo oyes, ¡yo, Mika, la reina del desastre, ahora tengo un empleo en una empresa de verdad! No puedo decir que haya sido fácil conseguirlo; hubo un pequeño huracán de documentos, un par de impresoras rebeldes y unas cuantas llamadas telefónicas mal dirigidas que me llevaron hasta aquí. Pero finalmente, me ofrecieron el puesto, y con gran entusiasmo (y un toque de pánico), acepté.

El primer día en la oficina comenzó de manera prometedora. Llegué a tiempo (sí, lo sé, es un milagro) y me presenté a mi nuevo equipo. Todo estaba en orden: mesas ordenadas, carpetas perfectamente alineadas y una máquina de café en la esquina de la sala de descanso que parecía demasiado sofisticada para mi comprensión. Pensé que iba a manejarlo todo con la gracia de una profesional... hasta que el café entró en la ecuación.

Primero, un poco de contexto sobre mi nuevo jefe: Alex. ¡Ah, Alex! Es un hombre guapo con una sonrisa que podría iluminar toda la oficina. Lo primero que noté de él fue su mirada tranquila y su porte elegante. Está claro que sabe cómo manejar la oficina, y por eso, cuando me asignaron a su escritorio como asistente, me puse aún más nerviosa de lo que ya estaba.

Todo comenzó con el simple propósito de hacerme una taza de café para empezar el día. Mi termo de café era mi compañero fiel desde la universidad, y estaba decidido a ser el que mantuviera mi vida en marcha. Con mi termo en mano, me dirigí a la máquina de café en la sala de descanso.

Mientras preparaba mi bebida, Max, mi adorable perro (que sigue siendo una fuente inagotable de problemas), decidió acompañarme al trabajo, escondido en una mochila que llevaba conmigo. Era un acto de desafío, pero no podía dejarlo en casa solo. Lamentablemente, lo que me pareció una buena idea en teoría se convirtió en un dolor de cabeza en la práctica. Max estaba tan inquieto como siempre y, en medio de mis intentos de llenar mi termo sin derramar el café por todos lados, comenzó a ladrar y a mover la mochila.

Finalmente, conseguí mi café sin mayores contratiempos y me dirigí a la oficina de Alex. Me sentía como una heroína lista para enfrentar el mundo, hasta que el destino decidió probarme una vez más.

Al llegar a la oficina de Alex, estaba intentando mantener mi compostura mientras entraba con mi termo de café y un montón de papeles que tenía que entregar. Alex estaba en su escritorio, atendiendo llamadas y manejando un mar de documentos. Me acerqué con una sonrisa, pero no me di cuenta de que mi termo estaba un poco destapado.

Cuando me acerqué demasiado al escritorio de Alex, mi termo comenzó a volcarse. El café se derramó en un chorro rebelde que se esparció por todo el escritorio, justo en medio de sus papeles, computadora y, lo más desastrozo, ¡en su camisa blanca perfectamente planchada! El tiempo se detuvo por un momento mientras veía el café manchar cada rincón del escritorio y la expresión de Alex pasar de la sorpresa al horror absoluto.

—¡Oh, no! —exclamé mientras trataba de recoger lo que quedaba del café con el primer trapo que encontré en la oficina, mientras intentaba limpiar el desastre. Max, que había decidido hacer una aparición triunfal en ese momento, estaba dando vueltas por el escritorio, añadiendo caos al caos.

Alex se levantó, claramente tratando de mantener la calma mientras intentaba quitarse el café de la camisa. Yo estaba mortificada, tratando de limpiar todo mientras murmullos y risitas escapaban de los demás compañeros de trabajo. Me sentía como si estuviera en una comedia de errores, con el destino disfrutando cada minuto.

—¡Lo siento muchísimo, Alex! —dije, con el rostro enrojecido mientras me arrodillaba para limpiar el café del suelo. —Fue un accidente total, y no tengo palabras para disculparme. ¡Soy una desgracia!

—No te preocupes, Mika —dijo Alex, tratando de mantener la compostura mientras se pasaba una servilleta por la camisa—. Por lo menos has dado un toque único a mi día. ¡Nunca me había imaginado que recibiría una ducha de café en mi primer día de trabajo!

El resto del equipo se acercó para ayudar a limpiar el desastre, y aunque la situación era desastrosa, no pude evitar sentir un poco de alivio al ver que Alex se lo tomaba con humor. A pesar de todo, la experiencia dejó una marca imborrable en mi primera impresión.

Después de lo que parecía una eternidad, el caos se calmó. Alex me miró con una mezcla de diversión y comprensión. Me prometió que no sería el fin del mundo y que tendría la oportunidad de demostrar que, a pesar de mi torpeza, era capaz de hacer un buen trabajo. Aunque no pude evitar sentir que había dejado una impresión duradera, no era tan desalentador como pensaba.

Así que, querido Ax 2.0, este ha sido mi primer día de trabajo en la oficina. A pesar de las manchas de café y el caos que me rodea, me siento un poco más confiada. A veces pienso que el universo simplemente se divierte con mis desventuras, pero al menos ahora tengo un trabajo donde mis desastres pueden ser apreciados con una sonrisa.

Siempre tuya,
Mika

Las Crónicas de Mika: Torpeza y TravesurasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora