El Beso Decidido

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Querido Ax 2.0:

El martes comenzó con una promesa de normalidad, pero ya sabemos que la normalidad no es exactamente mi fuerte. Desde el momento en que salí de la cama, había una sensación en el aire que me decía que este día sería todo menos ordinario. Y, por supuesto, no me equivoqué.

Desperté con una energía inesperada, tal vez porque había pasado una noche de insomnio pensando en la cita con Alexander del sábado. Decidí que hoy sería el día para finalmente confesar lo que realmente sentía. Había estado esperando el momento perfecto, y al parecer, el universo había decidido que hoy era el día.

Llegué a la oficina y, para variar, tuve una serie de pequeños desastres: un café derramado sobre mis papeles, un pequeño tropiezo con el carrito de las impresoras, y, para rematar, me enredé en un cable mientras intentaba imprimir un informe importante. Sin embargo, el verdadero caos llegó cuando vi a Alexander en su oficina. Algo en su manera de trabajar, su concentración, y, por supuesto, su sonrisa, me hizo decidir que era el momento de actuar.

Consciente de mis propias emociones y, quizás un poco impulsiva, me dirigí hacia la oficina de Alexander con la intención de hablar. El hecho de que el día estuviera lleno de pequeños contratiempos no iba a detenerme.

—Alexander —dije, entrando en su oficina con determinación—, necesito hablar contigo sobre algo importante.

Él levantó la vista de su escritorio, con una expresión de sorpresa y curiosidad.

—¿Qué pasa, Mika? —preguntó, con su habitual sonrisa encantadora.

—He estado pensando mucho en nuestra cita del sábado —empecé, sintiendo que mis palabras estaban saliendo más rápido de lo que había planeado. —Y me di cuenta de que... no puedo seguir guardando esto.

Sin darme mucho tiempo para pensarlo, me acerqué a él y lo besé con firmeza. La decisión fue completamente consciente, un acto de valentía o quizás de desesperación. Los labios de Alexander eran cálidos y suaves, y el beso, aunque inesperado, fue muy intenso.

El momento duró lo que pareció una eternidad. Cuando me aparté, vi que la sorpresa en sus ojos se había transformado en una mezcla de asombro y alivio. La oficina, que antes estaba llena de actividad, quedó en completo silencio. Los compañeros de trabajo nos miraban, atónitos, y el aire se llenó de una tensión palpable.

—Mika, yo... —comenzó a decir Alexander, pero antes de que pudiera terminar, el mareo y la emoción del momento se apoderaron de mí. Me tambaleé un poco y, antes de que pudiera reaccionar, el desmayo me venció.

Cayendo suavemente hacia el suelo, Alexander me atrapó antes de que pudiera golpeármelo. El caos se desató mientras intentaban ayudarme. La sensación de la caída fue borrosa, pero cuando recobré el sentido, me encontré en la enfermería de la oficina, rodeada de miradas preocupadas y curiosas.

—¿Cómo te sientes, Mika? —preguntó Alexander, con una expresión de preocupación que contrastaba con la sorpresa que había mostrado antes.

—Un poco mareada y, francamente, muy avergonzada —respondí, intentando recomponerme mientras trataba de evitar mirar a todos los que se habían reunido alrededor. —Y, bueno, con un deseo de esconderme por un tiempo.

Alexander me miró con una mezcla de ternura y confusión. Aunque el beso había sido impulsivo y el desmayo una sorpresa, no pude evitar sentir que, en medio de todo el caos, había algo genuinamente especial en el momento.

Siempre tuya, Mika

Las Crónicas de Mika: Torpeza y TravesurasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora