Querido Ax 2.0:
¡Prepárate para el caos absoluto! Hoy ha sido uno de esos días en los que todo lo que puede salir mal, ¡sale mal! Y sí, lo adivinaste, el café y el desorden volvieron a jugar un papel protagónico en mi vida. Esta vez, sin embargo, el escenario es mucho más complicado porque, como si el universo tuviera un sentido del humor retorcido, el señor Alexander Hartley ya está al tanto de mis desastres cafetaleros.
Cuando llegué a la oficina esta mañana, me esperaba una sorpresa: el señor Hartley había dado instrucciones a todos sobre mi "habilidad especial" con el café. Así que, a medida que cruzaba el umbral de la oficina, no pude evitar notar las miradas de mis compañeros, acompañadas de risitas discretas y miradas curiosas. ¡Genial, mi reputación como la reina del desastre ya se ha extendido!
El día comenzó con una reunión de equipo. Como de costumbre, Max se había quedado en casa, probablemente revolcándose en su cama mientras yo lidiaba con mi nuevo caos laboral. Entré al salón de reuniones y me dirigí a mi asiento, intentando mantener mi dignidad intacta. El señor Hartley, que estaba sentado en la cabecera de la mesa, me saludó con una sonrisa amigable, pero sus ojos no podían evitar recordar el incidente del café. Intenté ignorar la sensación de calor en mi rostro mientras me acomodaba en mi lugar.
Durante la reunión, mientras discutíamos los proyectos en curso, me dieron una tarea muy importante: preparar una presentación para una reunión con clientes clave que se celebraría al final del día. La tarea era un desafío, pero estaba lista para demostrar que podía superar mi reputación de desastres.
Después de la reunión, me dirigí al área de la cocina para preparar el café de la oficina. Al acercarme, noté que había un nuevo dispensador de café, claramente una mejora para evitar los "accidentes" de la semana pasada. El señor Hartley había hecho que se instalara uno nuevo y con un mecanismo de seguridad adicional. Lo miré con desconfianza, preguntándome si esta sería una manera más sutil de mantenerme alejada de cualquier cosa relacionada con el café.
Intenté preparar la mezcla con la mayor precaución posible, pero mientras lo hacía, no pude evitar que mi mente se distrajera con los múltiples problemas que tenía que resolver para la presentación. De repente, sin querer, el dispensador de café comenzó a gotear lentamente, formando un charco alrededor de mis pies. Me agaché para limpiar el desastre cuando, sin previo aviso, el señor Hartley apareció detrás de mí, con una expresión que combinaba sorpresa y exasperación.
—¿Mika? —dijo con un tono preocupado pero a la vez algo divertido. —¿No creí que ibas a evitar el café por hoy?
—Lo siento, señor Hartley —respondí rápidamente, intentando controlar mi nerviosismo mientras recogía toallas de papel. —Parece que el dispensador tiene un pequeño problema. Voy a arreglarlo de inmediato.
—No se preocupe, yo me encargaré de esto —dijo, tomando las toallas y comenzando a limpiar el charco. —¿Por qué no se concentra en preparar la presentación? Yo me encargaré del café por hoy.
—Gracias, señor Hartley —murmuré mientras salía de la cocina. No podía evitar sentirme aliviada y un poco avergonzada. ¡Este hombre era una mezcla de profesionalismo y paciencia que definitivamente no merecía un café derramado!
Finalmente, me senté a trabajar en la presentación, con la esperanza de que todo saliera bien. Estaba tan concentrada en mi trabajo que no noté a mis compañeros de oficina que se acercaban a la máquina de café, ahora impecable, y que charlaban animadamente. Mi compañero, Luis, un tipo simpático con una risa contagiosa, pasó por la sala de descanso con una taza de café en la mano. De alguna manera, la conversación sobre el café se volvió el centro de atención y se convirtió en el hilo conductor del día.
—¡Vamos, Mika! —me llamó Luis desde la puerta de la sala de descanso. —¿Nos acompañas a la cafetería? Hay algo de charla interesante sobre la nueva máquina de café.
—¡Claro! —respondí sin pensarlo mucho, pensando que un pequeño descanso no me vendría mal. Dejé mi trabajo y me dirigí a la sala de descanso, donde encontré a algunos compañeros charlando animadamente.
Luis me presentó a Marta, una nueva compañera que había comenzado hace poco. Marta era increíblemente amable y parecía tener un sentido del humor parecido al mío. La conversación fluyó con facilidad y, antes de darme cuenta, estábamos todos riendo y disfrutando de la pausa.
En medio de la charla, Marta y yo, en un momento de entusiasmo, nos inclinamos hacia adelante para escuchar mejor una broma. En un movimiento torpe y enredado, nuestras cabezas se encontraron en un inesperado roce. Mi instinto fue inclinarme aún más para alejarme, pero el destino tenía otros planes.
Con un movimiento desafortunado, nuestras bocas se encontraron en un beso inesperado. La sorpresa nos dejó a ambas boquiabiertas mientras el resto del grupo nos miraba en shock. Fue un beso torpe y fugaz, pero fue suficiente para causar una escena. Marta y yo nos separamos rápidamente, nuestras caras rojas como tomates mientras el grupo trataba de contener la risa.
—Oh Dios, ¡lo siento mucho! —exclamé mientras trataba de aclarar el malentendido. —¡No era mi intención!
Marta, aún sonriendo con timidez, trató de relajarse. —No te preocupes, Mika. Creo que ambos estábamos en la misma página de distracción.
El resto del grupo se unió a la risa general, y aunque estaba mortificada, también me uní a las risas. Fue un momento vergonzoso pero, al menos, me recordó que incluso en los días más caóticos, siempre hay espacio para la risa y la camaradería.
Finalmente, la jornada laboral llegó a su fin, y aunque el día había estado lleno de desastres y momentos incómodos, también había sido una oportunidad para conocer mejor a mis compañeros. Regresé a casa deseando ver a Max, con la esperanza de que la noche fuera menos turbulenta que el día.
Así que aquí estoy, escribiendo en mi diario, reflexionando sobre un día que, a pesar de todo, no ha sido tan malo después de todo. A veces, el caos y los momentos incómodos son los que nos enseñan a reírnos de nosotros mismos y a valorar las pequeñas cosas.
Hasta la próxima entrada, donde seguro habrá más café, más caos, y, quizás, más besos inesperados:
Siempre tuya, Mika
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Las Crónicas de Mika: Torpeza y Travesuras
Umorismo"Las Crónicas de Mika: Torpeza y Travesuras" sigue a Mika, una joven de 20 años que parece tener un imán para el caos. Junto a su travieso perro Max, Mika enfrenta una serie de desastres hilarantes, desde mañanas desastrosas hasta entrevistas de tra...