Cap 25 - Esos ojos esmeralda

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Los policías estaban demasiado ocupados con las llamadas que recibían junto al papeleo; había papeles por todas partes. Mientras estaba a punto de salir del lugar para alcanzar a Heline, vi una copia de mis documentos, miré al rededor para asegurarme que nadie me viese, tomé el documento y seguí corriendo con las pocas hojas que conseguí en mi mano izquierda.

Al salir de las instalaciones, vi que me había esperado afuera, mas al poco tiempo continúo a la misma velocidad como si de una carrera se tratase, no tardé mucho en descubrir por qué. Aparentemente, había una un grupo de hombres armados asaltando toda la ciudad junto a cualquiera que se cruzara en el medio.

Había niños corriendo por todas partes, gritos, llantos, era un completo caos. Me detuve al mirar que alguien se había metido a un carro con algo en la mano y antes de que pudiera distinguir qué, sentí que algo me arrastraba hacia atrás con fuerza.

—¿Ya te quieres morir? Tenemos que alejarnos ya mismo. —Heline sonaba angustiada, así que solo le hice caso y seguí corriendo, ahora a su lado.

Pocos segundos después, se escuchó un potente estallido detrás nuestro, a pesar de que no nos llegó a alcanzar porque desde un principio la distancia no era pequeña, el ruido simplemente no podía pasar desapercibido. Giré la cabeza para mirar y varios autos arder en un fuego que debería de haberse apagado en cuestión de segundos, pero que en si lugar solo aumentó. Una vez superé mi asombro, seguí corriendo sin parar, esta vez se trataba de algo serio.

De forma inevitable, varias cosas vinieron a mi mente: «¿Alguien acaba de suicidarse? ¿Por qué así? ¿Por qué ahí? ¿Por qué en un momento tan caótico como este? ¿O acaso fue un ataque?»

Luego de al menos un minuto de huir de la comisaría a toda velocidad, hice una pregunta que simplemente no podía evitar hacer.

—Si la ciudad ya no es segura, ¿a dónde vamos?

—A las montañas. —Me respondió casi de forma instantánea.

—¿¡Enloqueciste!? ¡Corriendo así nos tomaría una semana entera como mínimo sin pudiéramos seguir sin parar o bajar la velocidad!

—¿Crees que no lo sé? Por ahora solo tenemos que seguir alejándonos cuánto podamos, ¿puedes mantener el ritmo? —No había alegría alguna en su voz a diferencia de la última vez que hablamos.

—¿Yo? Claro que puedo, la pregunta es: ¿tú puedes?

—No es la primera vez que hago esto, estaré bien. —La seguridad se sentía en cada una de sus palabras.

«¿Ya ha... hecho esto antes...?»

De manera abrupta, me sentí mareado y todo de oscureció de forma progresiva hasta que simplemente me desplomé en el suelo mientras repetía las palabras de la chica.

«¿“No es la primera vez que hago esto”?»

No sabía si seguía consciente o no, mas si algo estaba claro era que yo me encontraba en el suelo mirando a alguien correr en un bosque. El cuerpo me dolía, no sabía por qué, pero solo quería saber si ella podía correr. Era una niña rubia de pelo largo demasiado familiar para mí, me encontraba desorientado por este cambio repentino de escenario.

Aunque no corría muy rápido, evidentemente lo hacía lo más rápido que le podía, en un momento determinado giró para verme y me quedé estupefacto al mirar su rostro.

«¿Heline...?»

Los rasgos faciales de ambas coincidían, pero la edad no. Heline tiene unos quince años, esta niña tendría unos cinco años si tuviera que adivinar su edad. No obstante, esos ojos esmeralda no podían ser imitados, ¿en serio se trataba de ella? ¿Cómo?

Su mirada reflejaba preocupación por alguna razón, más que preocupación, miedo, incluso si no estaba cerca, era evidente. Cuando sus ojos se encontraron con los míos, ella y otras niñas más siguieron huyendo y dejó de mirarme.

En cuestión de segundos ya se habían esfumado entre los enormes árboles que creaban una sombras caóticas que no tenían una dirección en particular, sino que unas estaban hacia la derecha, la izquierda, diagonal; un completo caos que por supuesto, no sería posible de replicar en un bosque normal.

Poco a poco todo se desvaneció hasta que escuché una voz diciendo mi nombre desde algún lugar que no podía identificar en esta profunda oscuridad en la que ahora me encontraba.

—Rafa.

Intenté buscar la fuente, el origen de esa voz femenina, pero sin importar hacia donde caminara, no la encontraba, como si viniese de todas partes al mismo tiempo.

—Rafa.

¿Qué estaba pasando conmigo? ¿Me encontraba delirando? ¿Cómo? ¿Me drogaron? ¿Por qué? Dudo que para llevarme a una estación de policía necesiten hacer esto.

—¡Rafael!

Ese último llamado, me quitó la pesadez de mis párpados, haciéndome abrir los ojos solo para darme cuenta que estaba acostado de espaldas sobre un material áspero.

—¿Qué pasó? —Le pregunté a la muchacha de cabellos dorados.

—Quedaste inconsciente mientras huíamos, por lo que te traje a un lugar con sombra a esperar a que despertaras —dijo a la brevedad.

«Casi lo olvido por completo, incluso ignorando todo esto mi cuerpo se sigue deteriorando por una razón que aún desconozco.»

—Si necesitabas un descanso, ¿por qué no lo dijiste? —se encontraba sentada cerca mío debajo de un árbol cuya sombra nos cubría perfectamente.

—Porque no me imaginé que esto pasaría, unos minutos antes me sentía bien. —Es cierto, incluso si me estoy muriendo, no es normal que me desplome sin previo aviso de esa forma.

«¿Será provocado? Después de todo, esto no me había pasado antes, mas incluso si estaba en lo cierto, ¿quién me podría hacer esto? ¿Por qué? ¿Cómo?»

Luego de unos segundos de analizar mi situación, se me vino a la mente un nombre que no pude evitar decir en voz alta.

—¡Falme! —chaqueé los dedos y apunte con el índice hacia un espacio vacío.

—¿Está aquí? —Heline de levantó con velocidad para ponerse en posición defensiva.

—¿Eh? Ah, no. Tranquila —bajé la voz al notar mi acción imprudente.

—¿Entonces? —Su postura se había relajado un poco, estaba confundida.

—Es solo que... piénsalo un poco; sie encontraba bien antes de desmayarme, lo más probable es que me hayan inducido en pequeño trance, ¿así que quién más podría ser responsable de esto si no es ella?

—Aun si lo que dices es verdad, dudo mucho que fuera ella. —La volteé a ver sorprendido.

—¿Cómo así? —Lo que decía no tenía sentido para mí.

—Porque ella es quien me dijo dónde encontrarte y me dió la llave de tu celda. —Ahora el que no se podía creer las palabras del otro era yo.

Una Tormenta Duradera (Borrador) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora