VII. Padres

233 29 2
                                    

El día había llegado, y aunque lo había pospuesto tantas veces, sabía que no podía evitarlo más. Estaba a punto de hablar con mis padres por primera vez desde el accidente, aunque fuera a través de una pantalla. Aquel hecho que debería ser simple me llenaba de nervios. Sentía un nudo en el estómago, como si no estuviera preparado para lo que pudiera pasar, para las preguntas que podrían surgir o los recuerdos que quizás no vendrían a la superficie.

Tomé un profundo respiro, tratando de calmar mis pensamientos. El cuarto estaba cálido, gracias a la chimenea que Max había encendido temprano. La luz suave de la tarde se colaba por las cortinas, dándole un aire acogedor al ambiente, pero mi mente estaba a mil kilómetros de allí. Me senté frente al escritorio, ajustando la cámara del ordenador. La pantalla mostraba mi reflejo, una imagen de alguien que no terminaba de reconocer del todo. Con los dedos temblorosos, toqué el ícono para iniciar la videollamada y me alejé un poco, intentando parecer más relajado de lo que realmente me sentía.

—Respira hondo, Checo,— me recordó Max con una voz suave, como si temiera romper el frágil hilo de calma que trataba de mantener. Se acercó y se sentó a mi lado, colocando una taza de chocolate caliente frente a mí. Su presencia era reconfortante, un ancla en medio de la tormenta que era mi mente. —Si te sientes presionado en algún momento, solo dilo, no tienes que hacer nada que no quieras. Si para mí fue difícil, para ellos lo fue más.

Asentí, agradecido por sus palabras, aunque no estaba seguro de cuánto me ayudarían una vez que la llamada comenzara. El chocolate caliente desprendía un aroma dulce que llenaba el aire, pero ni siquiera eso podía aliviar la tensión que sentía en ese momento. Me obligué a sonreír, aunque fuera una sonrisa nerviosa, y me incliné hacia la cámara, esperando que la llamada se conectara.

La pantalla parpadeó por un instante antes de mostrar la imagen de mis padres. Ahí estaban, sus rostros más viejos y cansados de lo que recordaba, pero con una mirada llena de preocupación y amor. Era como si el tiempo hubiera pasado de repente y me diera cuenta de cuánto los había extrañado, incluso si no podía recordar del todo cómo era nuestra relación antes.

—Checo,— la voz de mi madre fue la primera en romper el silencio. Su tono estaba cargado de emoción, y pude ver cómo sus ojos se llenaban de lágrimas al verme. Mi padre estaba a su lado, intentando mantener la compostura, pero su mirada era igual de intensa.

—Hola...— mi voz salió más débil de lo que esperaba, un susurro nervioso que apenas pude controlar.

—Cariño, ¿cómo estás?— preguntó mi madre, su rostro reflejando la mezcla de alivio y preocupación que sentía. —Hemos estado tan preocupados...

Miré a Max por un segundo, buscando en él la fuerza para continuar. Él me sonrió con suavidad, dándome un pequeño empujón hacia adelante. Volví la mirada a la pantalla, tratando de encontrar las palabras correctas.

—Estoy... estoy bien,— dije finalmente, forzando una sonrisa que no estaba seguro si era convincente. —Ha sido... difícil, pero Max ha estado conmigo todo el tiempo.

Mi padre asintió, su mirada fija en la pantalla como si estuviera tratando de entender lo que veía. —Nos alegra tanto que estés bien,— dijo finalmente, su voz ronca por la emoción contenida. —Lamentamos no haber podido estar contigo...

El nudo en mi estómago se apretó un poco más. Sabía que esto era tan difícil para ellos como lo era para mí, si no más. Pero en ese momento, no sabía cómo responder, cómo consolarlos cuando ni siquiera estaba seguro de cómo consolarme a mí mismo.

—Es extraño,— continué, casi sin pensar. —No... no recuerdo mucho. Pero estoy trabajando en ello. Max me está ayudando a... a recordar.

Mis padres asintieron nuevamente, sus rostros reflejando una mezcla de esperanza y preocupación. Había tanto que quería preguntarles, tanto que quería saber sobre mi vida antes del accidente, pero al mismo tiempo, tenía miedo de lo que podría descubrir. Y entonces, la realidad me golpeó con fuerza: ellos también eran extraños para mí, aunque sabía que deberían ser lo más familiar en mi vida.

Shock || chestappen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora