XXIV. Recuerdo

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En el sueño, estaba sentado en el sótano, las luces apenas iluminaban el espacio, proyectando sombras inquietantes en las paredes de concreto. Lance estaba allí, en una esquina, su cuerpo acurrucado, temblando mientras las lágrimas caían de sus mejillas. Sus ojos vacíos de desesperación me miraban, pero no me veía realmente. Se había ido a algún lugar dentro de sí mismo, roto por lo que había sucedido.

-¿Estás bien? -pregunté con una voz sarcástica, mi sonrisa retorcida mientras jugaba distraídamente con el dedo que le había arrancado momentos antes. -¿Te dolió?

Lance no respondía. No de inmediato. Solo murmuraba algo entre sollozos, como si tratara de encontrar algún consuelo en su propia miseria. Su cabello húmedo se pegaba a su rostro pálido, su respiración errática.

-¿Quién eres? -preguntó al fin, su voz quebrada, apenas un susurro. -¿Dónde está mi esposo? -Se negaba a mirarme, sus palabras llenas de una confusión que me divertía.

Lo observé por un momento, inclinando la cabeza como si realmente considerara su pregunta, antes de reír suavemente. -Soy yo. -Le sonreí, esa sonrisa que solía inquietar a cualquiera que sabía lo que realmente era capaz de hacer. -Tu esposo está justo aquí, Lance.

Él sacudió la cabeza, negando la realidad que le ofrecía. Estaba perdido en sus delirios, y yo estaba dispuesto a llevarlo más allá. Me acerqué, mis pasos resonando en el silencio pesado del sótano. Sabía que podía manipularlo, sabía que podía jugar con él, empujarlo más y más hasta el borde. Aproveché su fragilidad, su estado mental quebrado.

-Max no es tu problema, Lance. -Le dije, mi voz suave y tranquilizadora mientras me agachaba a su lado. -Soy yo, el verdadero yo. Max jamás fue el problema, yo nunca te ame.

Su cuerpo temblaba, y me di cuenta de que estaba comenzando a dudar. Su mente, frágil y rota, era como una pieza de arcilla que moldeaba entre mis manos. Pero entonces, algo cambió. Algo en su expresión se oscureció, y la desesperación en sus ojos fue reemplazada por una ira cruda, una rabia que no había anticipado.

-No. -Su voz se volvió más firme, sus manos temblorosas se apretaron en puños. -Max es el problema. -De repente, su cuerpo se lanzó hacia mí con una fuerza que no esperaba. -Voy a matarlo, y te llevaré conmigo. -Me dijo con una furia incontrolada, sus manos encontrando mi cuello con una brutalidad que me tomó por sorpresa.

-¡Suéltame, bastardo! -logré decir con dificultad mientras sus dedos se cerraban alrededor de mi garganta, cortando mi aire. Pude sentir la desesperación crecer en mi pecho, la sensación de mis pulmones luchando por oxígeno mientras me miraba con una locura que no reconocía. Lance estaba fuera de control, completamente perdido en su propio abismo.

-Voy a matarlo -seguía repitiendo, fuera de sí. -Max es el problema. Él siempre fue el problema.

Con las fuerzas que me quedaban, intenté pensar rápido. Mi mente calculó, buscando una forma de liberarme. -Está bien -dije entre jadeos, forzando una sonrisa tranquila, como si sus manos alrededor de mi cuello no fueran nada. -Llévame contigo... pero antes, bésame. Quiero sentir que en verdad eres mi esposo.-Susurré, y algo en esas palabras lo hizo detenerse. Su agarre aflojó, su rostro confundido. Aproveché el momento, incliné mi rostro hacia él y lo besé suavemente, un gesto cargado de calma y falsa rendición.

Cuando finalmente me soltó, aún perdido en ese momento, no desperdicié ni un segundo. Mi mano buscó a tientas el martillo que estaba cerca en la mesa, y sin pensarlo, lo golpeé como pude. Un sonido sordo resonó en la habitación, y Lance cayó al suelo, inconsciente. Me quedé jadeando por un momento, observando su cuerpo inerte.

-Imbécil -murmuré, escupiendo al suelo cerca de él antes de levantarme con las piernas temblorosas.

Sabía que tenía que actuar rápido y limpiar el desastre. Subí del sótano, dejando a Lance desmayado en la oscuridad. Me cambié de ropa rápidamente, ignorando las marcas que aún me dolían en el cuello, y salí hacia el supermercado. Necesitaba despejarme, alejarme de todo eso por un momento. Pero mientras caminaba por la acera, una sensación incómoda se instaló en mi pecho. Algo no estaba bien.

De repente, una mano fuerte me agarró por detrás. Intenté girarme, pero un pañuelo fue presionado contra mi boca y nariz, el olor químico llenando mis sentidos. Luché, pero la oscuridad comenzó a nublar mi visión rápidamente. Supe, sin siquiera tener que verlo, que era Lance.

Todo sucedió demasiado rápido. El siguiente recuerdo fue el sonido de neumáticos sobre el asfalto y el crujido de metal cuando el auto salió de la carretera. Grité, aunque mis fuerzas se iban desvaneciendo, y el mundo se convirtió en una espiral caótica de ruido y dolor.

Cuando desperté, todo había cambiado. Y no recordaba nada.

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