XV. Investigación

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El sol apenas empezaba a filtrarse a través de las cortinas cuando me levanté de la cama, todavía sintiendo el calor de la presencia de Max a mi lado. Había algo en el silencio de la casa, una calma que me parecía inusual, pero que al mismo tiempo agradecía. Me vestí con cuidado, intentando no hacer ruido, mientras observaba cómo Max seguía durmiendo plácidamente. Sabía que no podía quedarme más tiempo en la habitación, no con todas las preguntas que rondaban en mi cabeza, así que decidí bajar a la sala.

Al bajar las escaleras, una mezcla de nerviosismo y expectativa me recorrió. Cuando llegué a la sala, me encontré con una sorpresa: mis padres estaban allí, sentados en el sofá, con expresiones de felicidad que hacía tiempo no veía. Me detuve por un momento, observándolos, sintiendo cómo una sensación de nostalgia y extrañeza se mezclaba en mi interior. La escena me resultaba familiar, pero al mismo tiempo había algo que no encajaba.

-Checo, cariño,-dijo mi madre, levantándose para acercarse a mí. Su sonrisa era cálida, pero sus ojos mostraban una preocupación que intentaba ocultar. Me abrazó con ternura, y por un instante, quise dejarme llevar por el consuelo de ese gesto.

-Max nos dijo lo del bebé,- dijo mi padre desde el sofá, su voz llena de una alegría contenida. -Estamos tan emocionados por ti, hijo. ¡Vas a ser un gran padre!

Sonreí débilmente, intentando no dejar que la incomodidad se notara. -Gracias, papá,- respondí, aunque mis pensamientos estaban lejos de la conversación. Sabía que debería estar feliz, compartir su emoción, pero algo dentro de mí no podía dejar de pensar en lo que había descubierto, en lo que todavía no sabía.

Pasamos el día juntos, conversando sobre el futuro, sobre cómo se prepararían para ser abuelos, y aunque traté de mantenerme presente, cada palabra, cada gesto, me parecía un recordatorio de la incertidumbre que me rodeaba. Intenté no verme incómodo, pero era imposible ignorar la sensación de que algo no estaba bien, de que había piezas faltantes en el rompecabezas de mi vida.

Mientras mi madre hablaba entusiasmada sobre las compras que quería hacer para el bebé, algo en su tono me hizo pensar que quizás sabía más de lo que dejaba entrever. Decidí aprovechar la oportunidad, intentar saber más sobre mi pasado antes del accidente, de manera sutil.

-Mamá,- la llamé, interrumpiendo su monólogo sobre cochecitos y ropa de bebé. -Quería preguntarte algo...- Mi tono era casual, pero mi corazón latía con fuerza.

-Claro, cariño,-respondió ella, volteándose para mirarme, su sonrisa no había desaparecido, pero en sus ojos brillaba la curiosidad. -¿Qué es lo que quieres saber?

Me tomé un momento para elegir mis palabras con cuidado. -He estado pensando en... en todo lo que pasó antes del accidente. Es decir, hay muchas cosas que no recuerdo, y... me gustaría saber más sobre mi vida antes de eso. ¿Puedes contarme un poco?

Mi madre pareció sorprendida por mi pregunta, y por un momento, la vi dudar. -Bueno, claro que puedo,-dijo finalmente, aunque su voz había perdido algo de su alegría inicial. -Pero no quiero que te preocupes demasiado por lo que pasó antes. Lo importante es que estás aquí, que estás bien y que tienes un futuro maravilloso por delante.

Asentí, pero no estaba satisfecho con esa respuesta. -Lo sé, mamá, pero es que... a veces me siento perdido. Quiero entender mejor lo que viví, lo que me hace ser quien soy ahora.

Mi madre pareció considerar mis palabras, y finalmente, suspiró. -Está bien,- dijo, su tono más suave. -Pero prométeme que no te obsesionarás con esto. Lo último que quiero es que te estreses más de lo necesario.

-Lo prometo,-mentí, sintiendo una mezcla de culpa y determinación. Necesitaba respuestas, y aunque no quería preocuparla, no podía seguir ignorando las preguntas que se acumulaban en mi mente.

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