IX. Familia

207 28 2
                                    


La relación entre Max y yo se había fortalecido de una manera que nunca hubiera imaginado. A pesar de no recordar del todo nuestro pasado juntos, con cada día que pasaba, nos adaptábamos más a nuestra nueva realidad, como si estuviéramos reconstruyendo una vida que, de alguna manera, sentía que ya habíamos vivido. Actuábamos como una pareja normal, como si todo lo que habíamos pasado sólo hubiera servido para acercarnos más, para hacernos más fuertes.

Max y yo compartíamos nuestras rutinas diarias, desde preparar el desayuno juntos hasta acurrucarnos en el sofá al final del día, viendo alguna película o simplemente disfrutando de la compañía del otro. Íbamos al supermercado, discutíamos sobre qué cenar, y a veces, simplemente salíamos a caminar por el vecindario, disfrutando del aire fresco y la tranquilidad de la tarde. Cuando alguien nos veía, nadie hubiera sospechado que había un vacío en mi memoria, un espacio oscuro que aún no lograba iluminar del todo.

Una de nuestras rutinas más constantes era ir a los chequeos de salud. Max siempre estaba a mi lado, sosteniendo mi mano mientras esperábamos en la sala del doctor. Aunque los resultados de mis exámenes no mostraban ninguna mejora en cuanto a mi memoria, Max nunca dejó que eso nos deprimiera. Siempre encontraba la manera de mantener el ánimo en alto, de recordarme que, sin importar lo que pasara, lo más importante era que estábamos juntos.

En una de esas visitas, el médico decidió realizarme una serie de pruebas adicionales, incluyendo análisis de sangre, para asegurarse de que no hubiera otros problemas de salud que pudieran estar afectando mi recuperación. No pensé mucho en ello, asumí que era un procedimiento estándar, aunque la preocupación de Max era evidente en su rostro.

Una semana después, regresamos al consultorio para recibir los resultados de esas pruebas. Me sentía un poco ansioso, sin saber qué esperar. Max estaba sentado a mi lado, y aunque intentaba mantenerse calmado, podía sentir la tensión en sus hombros, en la manera en que sus dedos jugaban nerviosamente con los míos.

El doctor entró con una sonrisa en el rostro, lo que me tranquilizó un poco. Se sentó frente a nosotros, revisando algunos papeles antes de mirarme directamente.

—Sergio, Max, tengo buenas noticias —comenzó, y Max y yo nos miramos, compartiendo una mezcla de alivio y curiosidad. —Las pruebas de sangre no mostraron ningún problema grave de salud, pero… hay algo que creo que les sorprenderá.

—¿Qué es, doctor?— pregunté, mi voz era apenas un susurro, temeroso de lo que pudiera venir.

El doctor sonrió aún más ampliamente antes de continuar. —Sergio, estás embarazado.

Por un momento, el mundo pareció detenerse. Las palabras del doctor resonaron en mi cabeza como si no pudiera procesarlas del todo. Embarazado. ¿Cómo podía ser eso posible? Mi mirada voló a Max, que estaba a mi lado, buscando algún tipo de confirmación de que había oído lo mismo que yo.

Max, en lugar de mostrarse tan sorprendido como yo, reaccionó de una manera completamente inesperada. Sus ojos se agrandaron, llenos de una alegría tan pura que no pude evitar sentir una oleada de calidez en mi pecho. De repente, Max soltó un grito de felicidad, levantándose del asiento de un salto. Su entusiasmo era tan contagioso que, a pesar de mi sorpresa inicial, me encontré sonriendo también.

—¡Vamos a tener un bebé!— exclamó Max, su voz llena de una emoción que nunca antes había visto en él. Supe en ese instante que, a pesar de todo lo que habíamos pasado, este era un momento de pura felicidad, un nuevo capítulo que estábamos a punto de comenzar juntos.

El doctor, al ver nuestra reacción, no pudo evitar sonreír también. —Sé que esto es inesperado, especialmente después del accidente, pero me alegra verlos tan felices. Este es un momento maravilloso para ustedes.

Shock || chestappen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora