Capítulo 8
Kara despertó avanzada la tarde, sintiendo como si estuviese despertando de un mal sueño. Imágenes dispersas permanecían aún en su mente: despertar en una habitación estéril, ser atada a la cama, El Dr. Edge casi vaciándola de sangre, una imagen de pesadilla de Lena con la boca manchada de carmesí.
Sueños febriles —pensó, mirando a su alrededor. Pero esto no era un sueño. Se encontraba en una cama desconocida, en una habitación desconocida, embutida en un camisón de hospital.
Se incorporó y se sentó, comprendiendo que, en su estado drogado, había confundido sueños con realidad. Pero eso seguía sin decirle dónde estaba.
Deslizándose fuera de la cama, se puso la bata que colgaba tras la puerta, luego caminó fuera de la habitación, escaleras abajo. La casa estaba vacía, silenciosa. Se asomó al recibidor, admirando el suelo de roble y el artesonado de las paredes. El mobiliario era reducido: un sofá curvado de respaldo alto y una silla con estampado verde oscuro. Una enorme librería ocupaba una pared entera. Un centro de entretenimiento se alzaba frente al sofá, completo con una TV y un aparato de música estéreo.
Había un pequeño dormitorio amueblado con una cama y nada más, un pequeño baño decorado a la antigua con una bañera de patas en forma de garra, y una larga cocina. Había una cafetera sobre la encimera, junto con un bote de café sin abrir, una caja de filtros y un pequeño azucarero.
Su estómago rugió mientras enchufaba la cafetera y llenaba el recipiente de agua. El frigorífico, que era el más antiguo que ella hubiese visto jamás, estaba vacío excepto por un cartón de leche, un paquete de bacon, una docena de huevos, una jarrita de jalea de zarzamora y un paquete de mantequilla. Había una barra de pan sobre la encimera. Insegura de dónde se encontraba, no se decidió a prepararse algo de comer. Y entonces vio la nota, apoyada contra un jarrón que contenía una única rosa roja.
Kara, decía la nota, sé que tienes muchas preguntas, y lamento no poder estar ahí para responderlas. Una cita de negocios reclama mi presencia. Estaré fuera hasta bien entrada la tarde. No debes ir a tu casa bajo ninguna circunstancia, ni hacer saber a tu familia dónde estás. Por favor, siéntete como en tu propia casa y yo te lo explicaré todo cuando regrese. La nota estaba firmada: Lena.
Kara la leyó dos veces, su confusión aumentando. ¿Por qué no debía ir a casa? Nana debía estar enferma de preocupación. Miró a su alrededor, sólo entonces recordando que Lena no tenía teléfono. Bueno, podía ir caminando. No estaba tan lejos. Por supuesto, ella no estaba vestida exactamente para dar un paseo.
Lo primero es lo primero —meditó. Estaba muerta de hambre. Sonrió al ver que Lena había puesto la mesa para ella. Había una sartén de freír sobre el hornillo, y ella preparó un desayuno rápido de bacon, huevos y tostadas y lo bajó con un vaso de leche desnatada.
Habría fregado los platos, pero no había jabón. Frunciendo el entrecejo, revisó en todas las alacenas, sorprendiéndose al encontrarlas todas vacías. Ninguna otra vajilla aparte de la que se hallaba sobre la mesa. Ningún paquete de cereales o arroz. Nada de vegetales enlatados o fruta. Ningún tentempié de ninguna clase. Ningún condimento aparte de la sal y la pimienta sobre la mesa. Nada.
Contempló el escurridor donde había puesto los utensilios a secar. Un plato, un cuchillo, un tenedor, una cuchara, una espátula, una sartén, una taza, un vaso. Ninguna de las cosas en el frigorífico, y habían sido pocas, había sido abierta. Ni la leche, ni la mantequilla, nada. Era como si toda la comida que había en la casa hubiese sido comprada exclusivamente para su uso. ¿Lenaa nunca comía en casa?
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Deeper than the night
ФанфикLa gente del pueblo en Midvale decía que había algo sobrenatural en Lena Luthor. Ellos nunca se imaginarían cuán cerca de la verdad estaban... Sin embargo, Kara Danvers nunca se asustó de la supersticiosa sabiduría popular y se rio de las habladuría...