Capítulo 18: Verdades Dolorosas
Melisa había repasado en su mente mil veces lo que quería decir, pero mientras caminaba hacia la casa de Lísienle, su determinación se tambaleaba. Los mensajes insistentes de su amiga no cesaban, cada uno más desesperado que el anterior, hasta que finalmente accedió a encontrarse con ella. Sentía como si estuviera caminando hacia un campo de batalla, con el peso de las palabras que tendría que decir aplastando su pecho.
Al llegar a la puerta de la casa de Lísienle, respiró hondo antes de tocar el timbre. Su mente seguía buscando las palabras adecuadas, algo que evitara herir a su amiga pero que al mismo tiempo le permitiera expresar lo que sentía. Cuando la puerta se abrió, Lísienle estaba allí, con una expresión ansiosa en el rostro.
—Melisa, gracias por venir —dijo Lísienle, tirando de su amiga hacia dentro sin esperar una respuesta.
Melisa entró en la sala, notando el desorden que indicaba que Lísienle había estado agitada. Había papeles esparcidos por todas partes, y la taza de té en la mesa aún humeaba, como si hubiera sido olvidada en medio de una tormenta de pensamientos.
—Tenemos que hablar —comenzó Melisa, intentando mantener su voz firme.
Lísienle asintió rápidamente, sus ojos fijos en Melisa con una intensidad que la hacía sentir incómoda.
—Sí, lo sé. ¿Por qué te has estado alejando de mí? ¿Es por Jerónimo? Porque si es por él, lo entenderé, pero solo dime la verdad —las palabras de Lísienle salieron a borbotones, como si temiera que cualquier silencio pudiera romper algo irreparable.
Melisa cerró los ojos un momento, tratando de encontrar el coraje para decir lo que necesitaba.
—Lísienle, no es solo por Jerónimo —empezó, sintiendo el nudo en su garganta apretarse—. He estado sintiéndome... atrapada. Sé que no es tu intención, pero a veces siento que no puedo ser yo misma cuando estoy contigo, como si siempre estuviera tratando de cumplir con lo que esperas de mí.
El rostro de Lísienle se contrajo, una mezcla de dolor y confusión nublando sus ojos.
—¿Qué estás diciendo, Melisa? Yo solo quiero lo mejor para ti. ¿Por qué lo harías parecer algo malo? —la voz de Lísienle comenzó a elevarse, y Melisa sintió el pánico acechando en su tono.
—Lo sé, y aprecio que te preocupes por mí, pero... siento que estoy perdiendo de vista lo que realmente quiero. Has estado hablando mucho sobre el "peli azul" y lo que debería hacer, pero no sé si eso es lo que quiero. Y cuando trato de pensar por mí misma, siento que te estoy fallando.
Lísienle frunció el ceño, la desesperación comenzando a transformarse en algo más oscuro, algo más parecido a la ira.
—Melisa, no puedo creer que me estés diciendo esto. ¡He estado a tu lado en todo! ¡He hecho todo lo posible para que seas feliz! ¿Y ahora me dices que te sientes atrapada por mí? —su voz se quebró, y las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas.
Melisa dio un paso hacia adelante, queriendo consolarla, pero algo en la mirada de Lísienle la detuvo. Era una mezcla de rabia y desesperación que no había visto antes, algo que la hizo retroceder.
—Lísienle, no quiero que esto se convierta en una pelea —dijo Melisa con suavidad—. Solo quiero que entiendas cómo me siento. Necesito espacio para entender mis propios sentimientos, sin sentir que te estoy decepcionando a cada paso.
Pero Lísienle no parecía escucharla. Se levantó de su asiento, comenzando a caminar de un lado a otro, sus manos temblando visiblemente.
—¿Espacio? ¿Eso es lo que quieres? ¿Para alejarte más de mí y acercarte a Jerónimo? —espetó con un tono que rozaba la histeria—. ¡No puedo creer que me estés diciendo esto, Melisa! ¿Después de todo lo que hemos pasado?
Las palabras de Lísienle eran como dardos envenenados, y Melisa sintió cómo el dolor de su amiga comenzaba a transformarse en algo más peligroso, una manipulación emocional que la asfixiaba.
—No se trata de él, Lísienle —insistió Melisa, intentando calmar la situación—. Se trata de nosotras. Nuestra amistad se está volviendo... diferente. Y no quiero que se destruya porque no podemos ser honestas la una con la otra.
Pero Lísienle estaba más allá de la razón en ese momento. La idea de perder a Melisa, de ser reemplazada por Jerónimo o cualquier otra cosa, la llenaba de un terror que la hacía reaccionar de manera descontrolada.
—¡Si te vas ahora, Melisa, será el fin! —gritó Lísienle, sus palabras cargadas de desesperación y amenaza—. ¡No puedo perderte, no puedo! ¡Tú eres todo lo que tengo!
El silencio que siguió fue más ensordecedor que cualquier grito. Melisa sintió cómo una ola de tristeza y culpa la invadía, pero también reconoció la manipulación en las palabras de Lísienle. Sabía que quedarse significaría continuar en una relación que la estaba consumiendo poco a poco, pero irse significaría romper el corazón de su amiga, tal vez para siempre.
Tomando una decisión difícil, Melisa respiró hondo.
—Lísienle, no quiero que nuestra amistad termine así, pero tampoco puedo seguir de esta manera. Necesito tiempo para entender lo que siento y lo que quiero. No puedo seguir ignorando mis propios deseos para cumplir los tuyos.
Lísienle se quedó inmóvil, sus lágrimas cayendo silenciosamente mientras la realidad de las palabras de Melisa se asentaba. Sabía que había perdido el control, que su miedo había causado más daño que cualquier otra cosa, pero también sabía que no podía vivir sin Melisa a su lado.
—Por favor, Melisa, no te vayas —murmuró, su voz apenas un susurro—. No sé qué haré sin ti.
Melisa sintió su corazón romperse un poco más al escucharla, pero sabía que no podía retroceder ahora. Se acercó a Lísienle y la abrazó, sintiendo cómo su amiga se derrumbaba en sus brazos.
—No te estoy abandonando, Lísienle, solo necesito espacio. Prometo que esto no es el fin, pero necesito tiempo para encontrarme a mí misma.
Lísienle no respondió, solo sollozó en el hombro de Melisa, aferrándose a ella como si fuera lo único que la mantenía a flote.
Cuando finalmente se separaron, Melisa supo que había dado el primer paso hacia una nueva fase de su vida. Sabía que las consecuencias de esa conversación seguirían resonando, pero también sabía que había hecho lo correcto, tanto para ella como para Lísienle.
Mientras se dirigía a casa, sintió una mezcla de alivio y tristeza, sabiendo que la relación con Lísienle había cambiado para siempre, pero también sintiendo que tal vez, finalmente, estaba empezando a encontrar su propio camino.
ESTÁS LEYENDO
Trazos de caminos Cruzados
Non-FictionResumen: Una amistad tóxica se muestre desde un inicio o se construye? Melisa se encuentra atrapada en un torbellino emocional por su amiga Lísienle siente que no puede más, Una amistad tóxica se muestre desde un inicio o se construye?averígualo po...