realidad

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Capítulo 20: La Fractura de la Realidad

El sol se había puesto, dejando tras de sí un manto de sombras que parecía reflejar la oscuridad que se había instalado en la vida de Melisa. Los días se volvían cada vez más pesados, y su corazón sentía el peso de una verdad que se había vuelto imposible de ignorar. Lísienle, por su parte, había comenzado a distanciarse aún más, sumergiéndose en su mundo de fantasías y negando la realidad que la rodeaba.

Era un tarde cualquiera en el jardín, donde las flores ya se estaban marchitando, y Melisa se encontraba sola, sentada en el banco que solía compartir con su amiga. La presencia de Lísienle parecía un eco distante, y la tristeza se mezclaba con la frustración en el corazón de Melisa. Sabía que debía enfrentar a Lísienle de nuevo, pero temía que la conversación sólo agravara la situación.

Lísienle llegó con su usual sonrisa radiante, pero había algo en su mirada que no encajaba. Se dejó caer en el banco al lado de Melisa, sus manos jugueteando con una flor marchita que había recogido en el camino.

—¿Todo bien? —preguntó Melisa, intentando sonar casual.

Lísienle la miró con una mezcla de desconfianza y exasperación.

—Sí, sólo estaba pensando en algunas cosas —respondió con tono evasivo—. He estado imaginando cómo sería si realmente estuviéramos juntos, como una pareja.

Melisa sintió un nudo en el estómago. La obsesión de Lísienle con el chico imaginario se había vuelto más intensa, y la conversación solía desviarse hacia ese punto. El intento de Melisa de hablar sobre la realidad sólo parecía provocar la ira y el rechazo de su amiga.

—Lísienle, tenemos que hablar de algo serio —dijo Melisa con firmeza—. He estado notando que tu obsesión con esta fantasía está afectando nuestra amistad y tu bienestar. Creo que es importante que reconozcamos lo que está pasando y busquemos ayuda.

Lísienle frunció el ceño, sus ojos llenos de una mezcla de enojo y negación.

—¿Ayuda? ¿Qué estás diciendo? —respondió, levantando la voz—. ¿Por qué siempre tienes que traer esto a colación? ¡Nada está mal conmigo!

Melisa sintió una punzada de dolor. Había intentado ser comprensiva, pero la incapacidad de Lísienle para aceptar la verdad se estaba volviendo un muro impenetrable.

—Lísienle, he notado que tienes síntomas que podrían estar relacionados con la esquizofrenia. Me duele verte así, y quiero ayudarte, pero no puedo hacerlo si sigues rechazando la realidad.

Lísienle se levantó bruscamente, su expresión transformada en una mezcla de rabia y confusión.

—¡No! ¡No estoy enferma! —gritó—. ¡Solo estás tratando de hacerme sentir mal por algo que no es real!

Melisa se levantó también, sintiendo la desesperación apoderarse de ella. La discusión había escalado rápidamente, y la distancia entre ellas se hacía más evidente.

—Lísienle, no estoy tratando de herirte —dijo Melisa, su voz quebrada—. Estoy tratando de ayudarte a ver lo que yo veo. No puedo forzarte a aceptar la verdad, pero estoy aquí para ti.

Lísienle la miró con una mezcla de tristeza y desdén, sus ojos llenos de lágrimas que no lograban ocultar la tormenta interior. Sin decir una palabra más, se dio la vuelta y se alejó, dejando a Melisa sola en el jardín, sintiendo el peso de una amistad que se desmoronaba.

Los días siguientes fueron difíciles. La relación entre Melisa y Lísienle se volvió cada vez más tensa, y las discusiones sobre la realidad y la fantasía se convirtieron en el tema dominante de sus encuentros. La negación de Lísienle de su condición y el rechazo de cualquier tipo de ayuda solo agudizaban la distancia entre ellas.

Melisa pasaba sus días tratando de encontrar una manera de abordar la situación sin alejar a Lísienle por completo. Su amor y preocupación por su amiga la mantenía aferrada a la esperanza de que, algún día, Lísienle pudiera ver la realidad y aceptar la ayuda que necesitaba.

Pero a medida que el tiempo avanzaba, Melisa comenzaba a cuestionar cuánto podía soportar. La línea entre el amor y la desesperación se volvía cada vez más difusa, y el corazón de Melisa se sentía dividido entre el deseo de salvar su amistad y la necesidad de proteger su propio bienestar emocional.


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