Jungkook
Paso la mayor parte del viernes metido en mi habitación, apresurándome para terminar mi trabajo de economía. Los fines de semana no son de ninguna manera propicios para hacer tarea. Mi turno empieza a las nueve de la noche, y aunque el club tiene una última llamada a la una, a veces trabajo un turno de camarero en el club de al lado, el cual cierra más tarde. A menudo no llego a casa hasta las cinco, dependiendo de cuánto tiempo tome ducharme, cambiarme y hacer la caja.
Aun así, preferiría pasar el día durmiendo para estar bien descansado para esta noche. O tal vez mandándome mensajes sexuales con LobsterShorts. Desconectarme de la aplicación anoche fue dolorosamente duro. Así como era el estado de mi polla. No tienes ni idea de cuán excitante es ayudar a un chico a explorar su sexualidad.
Verás, la novia de Lobster no va a conseguir nada sorprendentemente bueno del encuentro. En lugar de una polla, tendrá dos. Pero para LobsterShorts... nunca ha tenido una polla en su boca antes. O puesto su boca y manos sobre otro chico.
Maldita sea. Podría tener que masturbarme. Estudiar con una erección va a ser imposible. Justo estoy deslizando mi mano bajo la cinturilla de mis pantalones deportivos cuando mi teléfono vibra.
Cuando veo el nombre, mi polla rompe el récord mundial para la Pérdida de Erección Más Rápida. Y mis dientes se aprietan por propia voluntad.
No quiero responder, pero también sé que mi madre seguirá llamando hasta que lo haga. Cuando se trata de sus hijos, su dedicación es incomparable. Oh, espera, ¿dije hijos en plural? Tonto de mí. Hay solo un hijo por el que Marlene Jungkook se preocupa, y seguro que no soy yo.
—Hola. —Sueno cortante, pero no puedo evitarlo—. ¿Qué pasa?
—Hola, cariño. Soy mamá.
—Sé quién eres. —Frunciendo el ceño, me siento y apoyo mi cabeza contra la pared—. ¿Qué pasa? —repito.
—Solo... —Su tono toma una nota desesperada—. Todavía estás enojado conmigo. Oh, Jungkook. Ha pasado un año... ¡no puedes odiarme para siempre!
—No te odio.
—Entonces, por favor, no estés enojado. ¿Qué opción tenía?
—No estoy enojado —miento—. ¿Qué necesitas, mamá? Estoy un poco ocupado en este momento.
—Yo... —Su voz se rompe y sorbe.
No me lo creo. Mi madre puede llorar a capricho. Y, confía en mí, aprovecha al máximo esta habilidad. Toda mi infancia, la vi usar sus lágrimas para envolver a sus muchos novios alrededor de su pequeño dedo. Esa mierda funciona con mi hermano también. Pero nunca funcionó conmigo. Siempre he visto a través de su acto de damisela en apuros.
—Mamá, en serio —digo con irritación—. Dime por qué has llamado o te voy a colgar.
—Llamé para invitarte a la cena del domingo.
Casi dejo caer el teléfono. Eh. ¿Qué mierda de juego está jugando ahora?
—Cena —repito, incapaz de evitar la suspicacia en mi voz.
—Sí, cena. —Hace una pausa—. Tenemos algunas noticias.
—¿Qué noticias? ¿Y quiénes son "nosotros"?
—Lo descubrirás en la cena —dice con terquedad.
—Ajá. ¿Y Joe estará en esta cena? —Solo pronunciar el nombre de mi hermano mayor envía un remolino de náuseas a mi estómago.
Joe es la razón por la que no puedo vivir en casa. Hace un año salió en libertad condicional de prisión, donde cumplió tres años por robo con asalto. Tras su liberación, le preguntó a mi madre si podía volver a casa. Y ella naturalmente dijo que sí. "No puedo esperar a estar en familia de nuevo", fueron sus palabras exactas.