Jungkook
Es otra semana brutal de tareas de la universidad y trabajo. Esas sesiones extra de camarero me están matando. Pero al menos mis planes para la competición de baile se están perfilando perfectamente.
Desafortunadamente, el motor de mi moto está haciendo un sonido extraño cada vez que giro en una intersección. Puede que solo sea la cadena necesitando ajustarse, pero todas mis herramientas están en el garaje de mi hermano.
Así es como me encuentro pasando por allí un domingo, como mi madre me pidió. Además, comida gratis es comida gratis.
Aunque sentarse en nuestra pequeña mesa al lado de mi hermano Joe no es fácil. ¿Esto siempre se sentía abarrotado? Y la única hablando es mamá. Joe solo juguetea con la comida y asiente cuando cree que debería.
No es una mala estrategia realmente.
Joe se reclina en la silla como un rey mientras mi madre echa otra porción de macarrones con queso caseros en su plato.
—También hay huevos revueltos —parlotea, ofreciéndole también ese plato.
Lo juro por Dios, todo el tiempo que Joe estuvo en prisión, mi madre paseo por nuestra casa con preocupación. Pero no se estaba preguntando a sí misma: "¿Por qué mi chico resultó ser un criminal?".
No nuestra madre. Se estaba preguntando si tendría suficiente de comer.
No me ofrece repetir, y tengo demasiado orgullo como para alcanzar el plato. Así que termino el agua de mi vaso y pido que me disculpen:
—Necesito ir al garaje y encontrar una llave inglesa, ¿de acuerdo? — Aparto mi silla.
—¡Espera! —exclama ella—. No llegué a tener la oportunidad de contarte las noticias.
Me detengo, alerta.
—De acuerdo, ¿qué sucede?
—¡Vamos a comenzar un negocio de mantenimiento! —anuncia, aplaudiendo—. Haré todas las reservas. Joe irá a hacer las reparaciones.
Mierda. ¿Porque todo el mundo quiere dejar entrar a un convicto a sus casas? Me toma un gran autocontrol evitar decir lo que pienso.
—Eso es genial, mamá. Puede ser muy bueno para ambos. —Y es cierto que Joe no puede encontrar trabajo fácilmente. Si rellenas esa casilla en una solicitud de empleo, convicto, nadie te llama de nuevo.
De nuevo, si hubiese pensado en eso antes de allanar casas para robar televisiones de plasma, tal vez no sería un perdedor de veintiséis años que todavía vive de su mami, ¿no es así?
Hago un movimiento para levantarme, pero mamá pone una mano en mi muñeca.
—Cariño, necesito un favor. ¿Tendrías quinientos dólares para poder invertir en nuestro negocio?
—Invertir —repito estúpidamente. Esa es la palabra que, tal vez, usarías para un pequeño fondo mutuo. Darle dinero a mamá y Joe sería tan productivo como prenderle fuego.
No, menos productivo. Al menos puedes cocinar un malvavisco en las llamas.
—Solo un incentivo —comenta ella—. Tenemos costes de inicio. Necesitamos una escalera extensible, y necesitamos anunciarnos en el periódico.
—¿Internet no sería más barato? —cuestiono antes de poder detenerme. Los negocios me interesan. Pero no puedo ofrecer ayuda a esta triste aventura. No seré atraído a sus problemas.
Hay mucho de eso.
—¡Tal vez! —dice mamá, agarrándome la muñeca. Probablemente es obvio cuánto necesito irme de aquí.