Vox se aseguró de que lo primero que Alastor viera al despertar fuera su figura durmiendo incómodamente en una silla junto a él, cual marido doliente que aguardó allí con los ojos húmedos toda la noche. Cuando más tarde revisó la grabación de la cámara que había ocultado tras un cuadro, comprobó con tristeza que en realidad el demonio había pasado un buen rato contemplando su propia ropa antes de percatarse de que estaba acompañado. Por su expresión de disgusto, supuso que ni habiendo perdido la memoria cambió su sentido de la estética, ya que lo que lo había indignado era el pijama celeste eléctrico que él le había comprado en reemplazo de su horripilante traje rojo.
Como fuera, lo importante era que, eventualmente, había alzado la vista y se había encontrado con él. Su rostro, ahora, no mostraba ninguna emoción clara más allá de la confusión. Transcurrió un tiempo considerable en el cual solo llevaba la mirada desde sus propias manos hasta el cuerpo de Vox y luego hacia el resto de la pequeña habitación. Por fin, despegó los labios con dificultad y se pasó la lengua por los dientes, como queriendo redescubrir su boca antes de ordenarle hablar.
—¿Qué es... qué es este lugar?
"Por fin", pensó Vox, que había estado esperando con paciencia para dejar de fingir que dormía. Simuló incorporarse con un sobresalto.
—¿Al...? ¡Oh, por dios, eres tú, Al! ¡Estás consciente!
Se puso de pie e, inclinándose hacia él, lo estrechó contra su pecho de un modo particular que sabía con seguridad absoluta que el viejo Alastor hubiera odiado. El nuevo, en cambio, a pesar de haber soltado un leve quejido y de no intentar siquiera levantar los brazos para corresponderle, se dejó hacer.
—Eso parece... ahora que ya queda comprobado ese punto, ¿tendría la gentileza de decirme dónde me encuentro, caballero?
Entonces, Vox decidió que era el momento de usar su arma definitiva. Se apartó solo lo suficiente como para poder conectar con sus ojos. Apoyó las palmas en su mandíbula y acarició un poco sus mejillas. Mostró su sonrisa más emotiva, con los ojos aún llorosos por el líquido que se había inoculado más temprano.
—Estás en casa, Al. —Y enseguida repitió—: Estás en casa, amor.
La mejor prueba de que Alastor había en verdad perdido la memoria completa era que... no protestaba.
Permitía que Vox dejara encendida todo el día la enorme pantalla que había instalado en su cuarto y no empezaba a esbozar muecas de desagrado hasta que no se creía solo. Incluso fue capaz de no correr la cara durante dos horas cuando Vox insistió en ver juntos el que era "su programa favorito", por las dudas de que eso "le trajera algún recuerdo". Por supuesto, se trataba del peor reality show de todos los que Vox hubiera producido en su vida y casi podía oír al viejo Alastor despotricando por todas las imbecilidades que le estaba haciendo absorber.
En ningún momento el demonio de la radio intentó quitarse el suero, a pesar de que llevaba ya varios días comiendo con regularidad. Y ahí estaba el otro gran tema en el que había demostrado una sumisión sorprendente.
—Al, yo sé que tu decisión había sido volverte vegetariano, pero con tu estado actual de salud, la recomendación de los especialistas es que seas enteramente vegano. Lo siento mucho, pero ya no podré prepararte esos huevos que te gustaban tanto. Pero para compensar... ¡he estado aprendiendo un montón de recetas!
Alastor empujó la soja texturizada con la punta de su tenedor. Era la primera vez en semanas que lo sacaban de la habitación, aunque fuera en silla de ruedas. Durante toda la jornada había hecho lo posible por mostrarse agradecido ante esa novedad, sin importar que en ninguna parte hubiera ventanas ni que no hubiera sitio en el que no sonaran estridentes televisores.
Con esfuerzo, dibujó una sonrisa a medias en sus labios.
—Muchas gracias, querido... aprecio todas las molestias que te tomas por mí. —Movió la nariz, como si pudiera detectar desde tan lejos el aroma que se intensificaba en la cocina—. Pero ¿tú no comerás nada?
—Ah... es que Val aún está preparando mi plato, ya se aparecerá por aquí en cualquier momento.
Dicho y hecho, antes de que Alastor reuniera el valor para probar alguno de esos vegetales insulsos a los que Vox no había agregado ningún condimento, Valentino salió de la cocina con dos platos de carne asada y jugosa, cuyo perfume inundó el comedor de inmediato.
—Oh —fue todo lo que el demonio de la radio agregó antes de concentrarse en su comida.
Valentino tenía una sonrisa de oreja a oreja mientras despedazaba la carne directamente con sus dientes de forma salvaje, de modo que la sangre le chorreara por los labios.
—Es tan agradable tenerte por aquí, Alitas —declaró entre un mordisco y otro, llamándolo por el peor diminutivo que se le ocurrió—. Ya echaba de menos ver tus verduritas sosas en la mesa.
—Me imagino.
Alastor mantuvo una postura digna y una sonrisa forzada, pero apenas si podía pasar bocado y a cada rato los ojos se le iban hacia el plato de Vox, que era quien estaba más cerca de él. Este en un principio reía como Valentino, pero a medida que transcurrían los minutos y notaba cómo Alastor continuaba esforzándose por comer, absolutamente triste y devastado, sin pretender ni una vez desobedecer su orden ni suplicar por un poco de carne —lo único que el demonio había comido desde que llegara al infierno, por lo menos—, algo en su satisfacción comenzó a quebrarse.
—Ey, Voxxy, bebé... —lo llamó Val, preocupado—. ¿Acaso no te gusta lo que preparé? Apenas si lo probaste...
De inmediato, Alastor lo miró, sus pupilas dilatas con sorpresa. Después se giró hacia Vox, en una pregunta muda. Él chasqueó la lengua.
—Val siempre da con los apodos más ridículos, ¿eh? —dijo, simulando reír. Luego se dirigió a este—: al contrario, la carne está deliciosa.
—¿Y entonces? —insistió la polilla, haciendo caso omiso de la excusa que Vox se había inventado para no reconocer el cariz de su relación frente a su marido falso.
—Es solo que... —Vox tragó con dificultad. Sabía que lo que deseaba hacer era un problema. Pero ya no podía detenerse—. Me da pena que Al no pueda comer algo tan rico.
Las orejas de Alastor se alzaron ligeramente, aunque desvió los ojos como si no hubiera notado que hablaban de él.
—Sabes que le destrozaría el estómago —masculló Val, mordiéndose los dientes, inclinado hacia adelante.
—Lo sé, lo sé, pero... ¿y si es solo un pedacito? Un solo pedacito no puede hacer tanto daño.
Desplomándose en la silla, Valentino suspiró.
—Puedes hacer lo que quieras, Voxxy... es tu marido, a mí no me importa si lo matas de un puto ataque cardíaco.
Alastor dio un pequeño saltito involuntario en su sitio. Luego se volteó hacia Vox con expresión lastimera, solo para encontrarse con que este le sonreía con cierta timidez.
—¿Tú qué dices, amor? ¿Corremos el riesgo?
El hombre extendía hacia él su tenedor con un trozo de carne especialmente jugoso. Alastor dudó hasta que... se estiró un poco y, con simpleza, acercó su boca y devoró aquello. De inmediato le volvieron los colores, como si solo degustando algo como eso pudiera alcanzar la felicidad. Incluso se le escapó una auténtica sonrisa por un momento, con los labios todavía muy próximos al cubierto de Vox.
Este, mientras tanto, quedó por completo anonadado. Contra su voluntad, un fuerte sonrojo le trepó por las mejillas. ¿¡Alastor acababa de comer de su mano!? ¡Y, además, había puesto esta carita tan preciosa de emoción y agradecimiento!
Solo el bufido de Valentino lo trajo a la realidad.
"¿Qué diablos estoy haciendo?", se preguntó, confundido
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Querida Amnesia {StaticRadio}
FanfictionStaticRadio Alastor pierde la memoria tras su pelea con Adam y Vox lo engaña haciéndole creer que están felizmente casados Terminada. Historia original de Lila Negra yo solo la pasé a Wattpad