Capitulo 11

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La reunión se había extendido más de lo necesario. La expresión de Vox al salir de allí era elocuente: su enorme boca aburrida ocupaba toda la parte inferior de la pantalla y sus ojos inclinados hacia los laterales exteriores parecían incluso haber agotado su deseo de buscar algo interesante para ver. Precisaba algo que le cambiara el humor y le permitiera sobrevivir al resto de su extensa jornada laboral. Y él sabía exactamente qué, o más bien quién, podía reconfortarlo de esa manera.

Apenas estuvo solo, conectó la pantalla más próxima con la cámara de seguridad de la habitación del sótano que ahora era también la suya. Si pudiera pasar unos segundos viendo a Alastor dormir pacíficamente su siesta, el leve movimiento de su pecho espumoso al respirar, el modo en que entrelazaba las manos sobre el vientre... ¡ah, eso le proveería de la paz que le hacía falta, sin dudas!

La satisfacción que comenzaba a subirle por las piernas en pura anticipación, sin embargo, se agrió a mitad de camino como leche cortada al descubrir que... ¡la habitación estaba vacía! Cambió de la cámara central a cada una de las laterales, por si Alastor estaba aún cambiándose o por si había decidido lúgubremente ponerse de pie en el rincón más apartado. Todas dieron el mismo resultado: nada.

El horror supuraba por cada trozo de piel orgánica en su cuerpo, ¿¡dónde estaba Al!? Revisó todas las cámaras del sótano y la planta baja con desesperación creciente. No estaba en la cocina, no estaba en la sala de estar, no estaba en el baño (donde, recientemente, había volteado la cámara para que solo apuntara a la puerta)..., ¿DÓNDE-CARAJOS-ESTABA?

Ni siquiera quería pensar en la posibilidad de que hubiera escapado. Echó una mirada de soslayo a las cámaras del barrio, como queriendo disimular ante sí mismo ese miedo terrible. Pero enseguida regresó a su casa, ¡después de todo, no había inspeccionado los pisos de arriba! La mansión tenía todo tipo de cuartos, incluidos varios vestidores, salas de juego y un pequeño estudio privado adonde Valentino llevaba a sus estrellas nuevas, donde podía convencerlas más fácilmente de que eran especiales.

Y justamente en ese último lugar apareció el primer atisbo de unas preciosas orejas de venado. Valentino enlazaba un brazo en el suyo, como si estuvieran realizando un ameno paseo, y le endulzaba el oído quién podía saber con qué barbaridades. Las ventanas estaban cubiertas con gruesas cortinas negras. En el escenario, dos actores apenas vestidos practicaban juegos de poder frente a la cámara y frente a Alastor.

Le hirvió la sangre a borbotones, amenazando con salir por sus fosas nasales. ¿¡Para qué mierda lo había llevado esa polilla a su puto estudio de grabación de películas porno!?

Entonces, Val chasqueó los dedos y un reflector apuntó directamente hacia Alastor. Este se paralizó de inmediato, abriendo sus enormes ojos y echando las orejas hacia atrás.

Vox se metió en la primera cámara que vio y apareció en el estudio hecho una tromba marina.

—¿¡QUÉ-DEMONIOS-HACES, VAL!? ¡Suelta a Al ya mismo! —gritó, llenando el aire de estática vibrante.

El otro lo soltó pero no borró la divertida sonrisa de su boca.

—¡Solo conversábamos, Señor Celos!

Vox se acercó al demonio de la radio y lo palpó como si temiera que Val hubiera devorado alguna de sus extremidades. Luego acarició sus orejas, lo besó en la frente y lo alzó en brazos, apretándolo contra él.

—Shh, shh, Al, todo está bien, ya estoy aquí... —le murmuraba, suave, intentando calmarlo. Luego se volvió a Valentino con la misma furia que antes—. ¿¡No ves que es un puto venado!? ¿¡Cómo vas a apuntarle así con esa luz!?

—Ups, lo había olvidado —mintió Valentino, encogiéndose de hombros.

—Y-se-puede-saber-para-qué-lo-trajiste-aquí —masculló ahora Vox, tratando de que Alastor no pudiera escucharlo.

Querida Amnesia {StaticRadio}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora