Capitulo 14

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Vox era consciente de que la paz que sucedió a aquella cena no podría durar mucho. Día a día, las pruebas de que Charlie sospechaba que Alastor se encontraba en su mansión eran más apabullantes. Tenía a su favor, aún, que la princesa no era muy amante de los conflictos, por lo que se había propuesto reunir la evidencia suficiente antes de hacer ningún movimiento contra él. De todos modos, ¿qué podría hacer él con ese tiempo extra? Si Lucifer la acompañaba, él no tenía posibilidades de vencerlos.

La única opción real sería huir, para lo cual probablemente tendría que abandonar sus empresas y sus logros en Ciudad Pentagrama, abandonar a los Vees y perder también su capacidad para cuidar de Alastor como lo estuvo haciendo todos estos meses. Una parte de él consideraba que todos esos sacrificios podrían valer la pena. Pero otra parte de él..., no se sentía del todo cómodo tomando esa decisión por Alastor de nuevo. Ya no era la misma persona que lo había secuestrado y hasta drogado sin pensárselo dos veces. Si Charlie daba con Alastor y él la elegía a ella, bueno, estaba en su derecho de hacerlo. ¿Acaso no había dicho que lo haría mejor de ahora en más?

Esto era lo que se decía a sí mismo mientras acariciaba las orejas de su marido, que había echado la cabeza sobre su regazo. Se trataba de una actividad que se había instalado en su rutina recientemente: si Vox no regresaba demasiado tarde de la oficina, antes de cenar, dedicaban una hora o dos a escuchar la radio en la habitación. Al principio, se sentaban contra el respaldo de la cama, uno junto al otro. Un día, Alastor apoyó la cabeza en su hombro. Vox se había quedado muy quieto y no había hecho ningún intento por profundizar el contacto. Quizás por ese motivo, Alastor se sintió lo suficientemente seguro como para dar el siguiente paso, el cual los había traído aquí. Como un felino de ánimo cambiante, a menudo Alastor se recostaba sobre sus piernas y le permitía enredarle los dedos en el cabello y entre las orejas. Vox experimentaba un gran orgullo por haber obtenido aquel premio, aunque su mayor satisfacción aparecía las pocas veces en las que, entrecerrando los ojos, Alastor dejaba escapar un leve ronroneo.

La idea de que estaba a punto de perder todo eso fortalecía su urgencia por disfrutarlo al máximo y conservar todos los recuerdos que pudiera. Improvisaba cualquier excusa para tomarse fotos o para filmar algún video con la participación activa de su esposo. ¡Ya no quería contar solo con las grabaciones de sus cámaras de seguridad! Deseaba desesperadamente la prueba de que Alastor era feliz allí con él. Aunque más no fuera durante el breve tiempo en que aún desconocía —o parecía desconocer— la existencia de Charlie.

Sin embargo, toda esta preparación mental y emocional no fue suficiente. Cuando escuchó, a través del micrófono del teléfono de Angel (intervenido hacía tiempo), que la princesa y los demás planeaban presentarse en su torre al día siguiente, algo dentro de él empezó a quebrarse.

—¿Qué sucede, querido? —le preguntó Alastor acercando una mano a su rostro con preocupación—. Hay algo extraño en tu pantalla, brilla más de lo habitual. ¿No estarás intentando hipnotizarme, no es así?

Vox fingió una sonrisa.

—Ya sé que fracasaría, el único hipnotizado aquí soy yo, que no puedo dejar de mirarte...

—En algo tenías que tener buen gusto, esposo mío.

—El mejor gusto posible —confirmó y se inclinó hacia él, aunque se detuvo a medio camino—. ¿Puedo...?

Tras lanzarle una mirada seductora, Alastor bajó los párpados y le ofreció su cabeza, sobre la que Vox depositó primero un beso casto, pero luego otro y otro, hasta que lo tomó entre sus brazos para seguir hundiendo el rostro en su cabello. Alastor acabó por reír, apartándose un poco para respirar mejor.

—Bueno, bueno, ¡cualquiera diría que estás por despedirte! Imagino que no te atreverías a abandonarme, ¿verdad?

—No podría hacerlo. Esté donde esté, siempre estaré contigo, de alguna manera.

Querida Amnesia {StaticRadio}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora