Capitulo 8

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A pesar de aquel pequeño episodio con la orden de la princesa, las cosas siguieron más o menos como siempre. Vox se había apartado una hora diaria para vigilar a aquellos fenómenos, pero no daba la impresión de que hubiera mucho de lo que preocuparse. Eran caóticos e infantiles, sus planes no tenían pies ni cabeza y en cada barrio en el que se metían terminaban involucrándose en problemas de desconocidos que les llevaba días darse cuenta de que no podrían resolver. El infierno era grande y tenían mucho donde buscar, ¿por qué se empeñarían con él y con los Vees? Todo parecía indicar que tenían tiempo.

De modo que Vox se dejó arrullar por la vida cotidiana con Alastor y por ese papel de esposo enamorado que —debía decirlo— le quedaba tan bien. Porque ¡sí! Vox era realmente un buen esposo. Tenía un talento natural para ello, estaba seguro. Era una pena que nadie hasta ahora lo hubiera podido saborear adecuadamente —bueno, sí había tenido un par de mujeres en vida, pero eso estaba tan lejano que apenas si recordaba los rostros de algunas de ellas—. ¡Alastor era afortunado por haber caído en sus manos!

Val y Vel se habían ido acostumbrando a sus nuevas rutinas. La presencia de Alastor se había incorporado poco a poco a sus noches de cine, a sus comilonas de comida rápida (muchas hamburguesas para ellos, una ensalada de verduras congeladas para Alastor y ocasionales papitas fritas con mucho aceite) y otras actividades por el estilo. Velvette incluso le había diseñado algunos atuendos especialmente y Alastor parecía divertirse bastante modelándolos para ella. Valentino refunfuñaba pero jamás se perdía la oportunidad de pasar una tarde viendo películas con él (los comentarios cada vez más mordaces de Alastor se habían convertido en el verdadero show que todos ansiaban presenciar) o jugando algún juego de mesa lo suficientemente tonto como para que pudiera ganarlo.

A veces, estaban todos viendo sus teléfonos mientras Al solo estaba sentado en medio de ellos, rodeado por el brazo de Vox, acomodado en el amplio sillón y mirándolos en un tranquilo silencio. Nunca se quejaba, como si su necesidad de atención estuviera saciada y la urgencia de burlarse de los Vees que solía caracterizarlo se hubiera podrido en el fondo de su garganta.

De hecho, Vox, por momentos..., tenía la intuición de que Alastor estaba auténticamente a gusto.

En la última semana, había introducido otra novedad que podría haber sido polémica y sin embargo resultó muy bien. Alegando la mejoría de sus heridas, Vox había propuesto "regresar" a dormir a su lado, como supuestamente lo hacía antes del accidente. La cama era grande y en verdad cada uno dormía en su extremo, pero Vox sentía burbujas en el bajo vientre cada vez que se metía allí. Entraba en el sueño con el aroma de Alastor llenando sus fosas nasales, con el sonido calmo de su respiración y con la expectativa absurda de que quizá, cuando estuviese dormido, se giraría sin notarlo y lo abrazaría. Por supuesto, eso no sucedía, pero las burbujas no disminuían.

Al contrario, corrían el riesgo de aumentar, sobre todo cuando ocurrían cosas como la de esa noche en particular.

Estaban recostados boca arriba y con los ojos cerrados. Vox había apagado la luz hacía un buen rato. Alastor, sin embargo, no dejaba de mover las orejas, girar el rostro a un lado y al otro y jugar con sus dedos por sobre la sábana. Vox aguardó, hasta que, por fin, las palabras se hicieron lugar en la oscuridad.

—Vox..., ¿sigues despierto?

Vox se incorporó de inmediato.

—Claro que sí, dime, ¿qué necesitas? ¿Te alcanzo otro calmante para el dolor de tu pierna? ¿No puedes dormir y preferirías que prendiera la televisión?

Pudo sentir el modo en que Alastor se hundía en la almohada, como escapando de sus propuestas terribles.

—Nada de eso, querido..., simplemente se trata de una reflexión que me gustaría compartirte.

—Oh, por supuesto, dime lo que necesites —dijo Vox, sin darse cuenta de que estaba repitiéndose.

—Estuve pensando en lo que sucedió la semana pasada.

—¿La semana pasada? Es por ese jabón nuevo que compré, ¿verdad? Me pareció que no te gustaba su aroma mientras te bañaba, bien, lo echaré a la basura, puedo comprar otro, el dinero no es un problema para mí, lo sab--

—Vox. Solo cállate un momento y escúchame, ¿sí? —Aunque había endulzado su tono en la pregunta final, era la primera vez en mucho tiempo que Vox lo oía intentando imponerse, de modo que de inmediato se empequeñeció en su lugar, mientras retornaban a él mil fantasmas de las inseguridades del pasado.

—Pero qué torpe soy, ja ja, discúlpame, Al, por favor, dime en qué estabas pensando.

Alastor se aclaró la garganta.

—Bien. Muchas gracias por tu atención, querido. He estado pensando mucho sobre... mi condición. Y no me refiero solo a esa palabra extraña que usaste, "asexual", sino también a mi falta de salud y mi debilidad general. Apenas si puedo ofrecerte nada útil. Por lo tanto —y, al decir esto, subió un poco la voz, para impedir que Vox lo interrumpiera con algún intento por lisonjearlo—, podría comprender si tuvieras, digamos, con alguien, un affaire.

Vox quedó paralizado. ¿Lo había oído cuando estuvo con Valentino esa vez (o alguna de las otras veces, que no habían sido precisamente pocas)? ¿Esa había sido, en parte, la razón de que estuviera tan incómodo cuando él lo abordó más tarde ese mismo día? ¿O era quizá algo que había concluido por sí mismo, por el modo en que Val se comportaba cuando estaba con él? ¿Y si ni siquiera se refería a Valentino?

—Yo... yo no sé de qué estás ha--

—Shh... —Alastor lo calló con un dedo sobre sus labios—. No necesitas explicar nada.

—No, lo que pasa es que...

—Vox. Te dije que puedo comprenderlo.

—Pero...

—Qué curioso, ahora mismo tengo la impresión de que te gusta que te haga callar. ¿O tal vez es que quieres que te llame por tu nombre una vez más? Vox...

El estado de ánimo de Vox dio un brusco vuelco. Los colores subían a sus mejillas, mientras que la sangre bombeaba demasiado fuerte en los lugares equivocados. ¡Este no era el momento para reaccionar así! Alastor aprovechó su sensibilidad para continuar hablando.

—Eso pensé. Ya he dicho lo que quería decir, podemos seguir durmiendo. Buenas noches..., Vox.

—Yo...

—Dije buenas noches.

—Sí, amor, buenas noches.

—Buen chico.

Alastor ya se había volteado para el otro lado hacía varios minutos y sin dudas estaba sumido en un profundo sueño, mientras Vox aún tamborileaba frenético con los dedos sobre el acolchado e intentaba calmarse sin éxito. ¿Qué acababa de ocurrir? Por un lado, la cosa había iniciado con ese extraño tono de devoción y aceptación total que Alastor había desarrollado desde que perdiera la memoria. Había hablado para hacerle saber que aceptaba todo, incluso una flagrante infidelidad, y que se responsabilizaba a sí mismo de semejante situación. Pero por otro lado... ¿qué había sido ese tono autoritario y, a la vez, juguetón? ¡Vox se sentía a punto de estallar! Fue como tener un pequeño chispazo del viejo Alastor, siempre dominante y sarcástico. ¿¡Y cómo podía ser que eso precisamente fuera lo que lo pusiera a mil!? ¿Por qué le pasaba algo como esto? ¡Qué humillación y qué... qué...! Detuvo el traquetear de su mente antes de que la palabra "esperanza" acabara de formarse. ¿Esperanza de qué...?

Suspiró, ansioso y extrañamente feliz. ¿Acaso sería posible tenerlo todo, a su antiguo rival con cada una de sus desafiantes virtudes, y al mismo tiempo a este marido devoto y dulce? Vox sabía que estaba soñando demasiado, pero empezaba a considerar que, pasara lo que pasara, debía estar agradecido por el retorcido milagro que estaba viviendo. Sí..., debería dar lo mejor de sí para Alastor. Porque, a fin de cuentas..., él le estaba dando todo lo que podría haber soñado alguna vez.

Querida Amnesia {StaticRadio}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora