Capitulo 10

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Era un día lluvioso y Alastor dormitaba en la habitación acompañado por el sonido amortiguado de las gotas cayendo encima del suelo sobre él. Vox había permanecido varios minutos solo contemplándolo, pero por fin se había retirado a un cuarto que se había reservado en el piso de arriba, solo para pensar. Ocasionalmente, estar en un lugar fuera de la oficina podía disparar su creatividad, así como calmar la ansiedad que, a veces, producto de su ambición desmedida, llegaba hasta el extremo de ser distractiva.

Una vez allí, abrió el armario en el que había escondido su última adquisición para su esposo. Pronto llevaría seis meses allí con él. Es decir... seis meses desde el inicio de su recuperación, eso era. Y consideró que podrían festejarlo de alguna manera. Se lo había pensado bien. Si bien, primero, había considerado comprar un pastel empalagoso y otros artilugios que no se proponían más que atormentarlo, pronto desistió. Esas ideas ya no le traían ninguna satisfacción. Y al final... había acabado por comprarle una maldita radio. Incluso se había esforzado por buscar un modelo anticuado, algo que estuviera realmente a la altura de la estética que Alastor siempre había adorado, pero que todavía funcionara, claro. Le gustaría decir que era un objeto horrible y, sin embargo, conectaba con vivencias tan valiosas para él que, de alguna manera, observar aquel aparatejo le traía alguna forma del placer.

No podía esperar a ver la expresión de Al cuando se la mostrara. Aunque lamentaba que esa cosa fuera a destronar pronto la preciosa televisión que tenían en la habitación, la verdad era que cada vez estaba dispuesto a hacer más concesiones.

Ese pensamiento le hizo fruncir el entrecejo. Todavía no se había detenido a reflexionar apropiadamente sobre el giro que habían dado sus emociones —y decisiones— el último mes. ¿Qué era lo que planeaba obtener de toda esta farsa? Porque, a fin de cuentas, no debía olvidar que eso era lo que era, una puta farsa, una simulación ridícula que ni siquiera sabía bien por qué había iniciado en primer lugar.

Pero es que... ¡se sentía tan jodidamente real ahora! Alastor era, a todos los efectos, su esposo. Lo mantenía, dormía a su lado, compartían las comidas, le hacía regalos. ¡Hasta había recibido un maldito "te amo" de sus labios otrora tan frígidos! Y eso era lo que él quería que fueran. Vox quería que Alastor lo viera como su esposo porque él--él también lo veía así.

Y, sin embargo, todo estaba basado en una mentira. ¿Alcanzaría que sus acciones fueran reales a partir de ahora para volver real todo lo demás? No lo sabía. Ni siquiera sabía hasta qué punto sus acciones podía ser en verdad reales. ¿Qué caracterizaba a Vox si no era su capacidad para el ardid, la manipulación, la hipnosis? ¿Qué en su vida era por completo sincero?

Lo cual lo llevaba a otra cuestión esencial. ¿Hasta qué punto tenía él derecho a reclamar a Alastor para sí? ¿Era capaz de hacerlo feliz? En otro tiempo, cuando se habían considerado amigos, ¡le había fallado tanto! Vox nunca se consideró a su altura. Le obsesionaba ser más, ser mejor, para tener algo que ofrecerle, y ese mismo anhelo lo había apartado de él. Aún hoy..., no creía sentirse en verdad merecedor de su amor. Eso era, ante todo, lo que le había impedido contestarle cuando Alastor pronunció aquellas palabras totalmente mágicas para sus oídos.

Mierda, lo había secuestrado, le había mentido... ¿Al era consciente de eso? A veces creía que sí, pero no era más que una vaga sospecha. Si no lo era, ¿lo sería alguna vez? Y cuando eso sucediera... ¿podría perdonarlo?

¡Carajo! Él había perdonado que Alastor hubiera intentado matarlo —más de una vez, de hecho—. Él podría perdonarle cualquier cosa. Cualquier cosa, menos abandonarlo como lo había hecho, siete años —ya casi ocho— atrás. Entonces, ¿podría hacerlo Alastor también? ¿Podría comprender un día que esta era la única manera?

Querida Amnesia {StaticRadio}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora