Capítulo 9: Después del beso, viene la tormenta

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Narra Camila:

“Los sentimientos”. Esa fuente inmaterial que le da cierto combustible a nuestro motor, ese que se encuentra en constante funcionamiento. A veces, estos son más sencillos de manejar ya que preexisten en nuestro interior, como aquellos referentes a la familia o incluso a los amigos, pero no siempre es así cuando las circunstancias internas difieren. Este sistema se puede complicar en lo referente a las parejas o a nuestros flechazos inminentes con todo ser que pasa delante nuestra. Con mucha suerte, esa conexión es inminente por las dos partes, pero otras veces sólo una de ellas se queda con una sensación de arritmia total. En definitiva, es una lotería que se juega a tientas y sin grandes expectativas de acertar con la combinación. Quizás eran sentimientos lo que estaba brotando en mi interior desde que mi mirada se tropezó con aquellos orbes azules y que me inundaban cada vez con mayor alegría.

Por mi parte, tras presentarse otra espléndida y holgazana mañana, acababa de llegar a clase junto con Alex y, como siempre, tomé asiento junto a Noah. Ésta se encontraba con la mirada perdida en un punto fijo del suelo y con una cara apreciablemente desanimada.

—¿Qué te pasa? —pregunté poniendo una mano en su hombro para sacarla de su trance.

—Nada. —contestó con una sonrisa forzada.

—Eso cuéntaselo a tu prima lejana, conmigo no funciona. —contesté ladeando la cabeza. —Deberías estar contenta, estamos en la última semana de clase antes de las vacaciones de invierno. Siempre sueles estar resplandeciente por estas fechas. —levanté una ceja.

—Y lo estoy, no es por eso…—dijo Noah bajando la mirada.

—¿Entonces? —pregunté desconcertada.

—Hace dos días quedé con Tay para montar en longboard. Empezamos a hablar y…—asentí para que continuara.
—Una cosa llevo a la otra y… me besó. —terminó de decir dejándome boquiabierta.

—¿¡Qué?! —exclamé sorprendida, alarmando a alguno de los presentes.

—Baja la voz, que no quiero tener que rendirle cuentas a toda la clase. —susurró Noah frunciendo el ceño.

—Lo siento. —mustié. —Pero sigo sin entender por qué estás tan desanimada ¿No se supone que te gusta? —pregunté desconcertada.

—Y me gusta, pero me puse tan nerviosa que acabé marchándome sin darle ninguna explicación... debe de pensar que soy una idiota. —dijo Noah dejándose caer sobre la mesa.

—Si estamos hablando de la misma Tay, no creo que pensar eso esté entre sus planes. —acaricié su espalda para tratar de consolarla. —Intenta hablar con ella en el almuerzo para explicarle lo que pasó. —dije viendo como volvía a levantarse para mirarme.

—¿Tú crees que quiera hablar conmigo? —preguntó Noah con inseguridad.
—No creo, estoy segura de eso. —contesté sonriendo mientras me acercaba a ella para abrazarla.

—Gracias Cami, eres la mejor. —dijo Noah devolviéndome el abrazo.   —Bueno, ¿y tú qué tal? —me pegó un leve codazo con una pícara sonrisa en el rostro.

—Han pasado bastantes cosas en estos últimos días la verdad. —respondí.         —Después de hablar con Alex vino a verme a mi casa y en un momento dado le confesé que me gusta. —sonreí recordando aquel momento.

—¿Y qué te dijo ella? —preguntó Noah.

—Me dijo que también le gusto y… ya te imaginarás lo que paso después…—contesté sonrojándome levemente.

—Claro, ahora entiendo porque se contagió también. —dijo Noah ladeando la cabeza mientras yo me escogía de hombros con una sonrisa burlona.

—Por cierto, hoy vendrás a mi casa por la tarde, ¿no? —pregunté cambiando de tema.

Par de ojos azulones Donde viven las historias. Descúbrelo ahora