Capítulo 10: Dudas

6 0 0
                                    

Narra Alex:

¿Habéis oído hablar del efecto mariposa? Esa sucesión de acciones que provocan muchos otros sucesos. Esto no parece nada del otro mundo, pero si combinamos este acto con lo que conocemos como "efecto domino", la persona bajo esa serie de acontecimientos no suele salir muy bien parada. Este símil me ha venido como anillo al dedo en toda esta última semana, la cual no me podría estar yendo peor.

Para empezar, el martes llegué tarde a la primera hora y la profesora de inglés no me quiso dejar entrar en el aula. La cosa no se quedó ahí, pues me citó después en la hora del recreo para contarme durante unos quince minutos la importancia de la puntualidad en horario lectivo. Afortunadamente, me tolera lo suficiente como para no tenerlo en cuenta por haber sido únicamente esa vez; el miércoles, Taylor me tiró su batido de chocolate encima de los pantalones mientras estábamos en el almuerzo, por lo que tuve que irme a la velocidad de la luz a mi casa para cambiarme antes de que comenzase la siguiente hora de clase; por último, el jueves mientras estaba volviendo a casa en moto, llegué hasta un paso peatonal y cuando estaba a punto de atravesarlo se me cruzó un perro en mitad del asfalto, haciéndome girar bruscamente el manillar. Esto hizo que acabase derrapando lateralmente mientras procuraba frenar. Debido a eso, perdí el equilibrio y acabé en el suelo junto con mi moto. Por suerte, conseguí saltar antes de que se me cayera el vehículo encima pero, desgraciadamente, al apoyarme de mala manera sobre mi mano izquierda, me hice un pequeño esguince. Obviamente, tuvieron que vendarme la muñeca. Por fortuna, gracias a la querida estación de invierno, y al hecho de tener que llevar ropa más alargada, no se nota la longitud del vendaje porque visto desde fuera hace que me asemeje bastante a una momia. Para remediarlo un poco, decidí ponerme unos guantes que además me salvarían del frío que yacía en las calles de Madrid.

A todo ello habría que sumarle la actitud de indiferencia que Camila había posado sobre mí. Desde nuestra corta pero significativa conversación no fui capaz de convencerla de acompañarnos mutuamente en las mañanas, y mucho menos en las tardes. Eso no supone un gran problema para mí, aunque adore infinitamente tener a la castaña abrazada a mí. Lo que si lo suponía era su insistencia en evitarme y mentirme, pues cuando hago el amago de enviarle algún mensaje simplemente me dice que todo está bien, cuando claramente no lo está. Hoy, al ser el último día de este primer trimestre, antes de las vacaciones de Navidad, no estamos dando clase, sino que simplemente hacemos ejercicios de repaso de forma individual, facilitándonos la labor de hablar con nuestra respectiva compañía de mesa.

-Tienes la mala suerte de ser diestra morena. Si fueras zurda te habrías librado de hacer estos ejercicios ahora mismo. -dijo Taylor después de contarle mi pequeño accidente.

-O tendría la mala suerte de tener que hacerlos después si fueran obligatorios. -dije encogiéndome de hombros.

-Son obligatorios. -contestó ella de forma obvia.

-Por eso mismo. -dije soltando una carcajada mientras Taylor negaba.

En ese momento, vi por el rabillo del ojo como Camila se levantaba para acercarse a la mesa de la profesora de matemáticas, pidiéndole permiso para ir al baño.

-Es tu momento morena. Acércate a la mesa de Noah para preguntarle si sabe algo sobre la actitud de Camila contigo. -me dijo Taylor en cuánto Camila salió de la clase.

-Tienes razón, ella debería saberlo o al menos eso espero. -afirmé levantándome para ir hasta su mesa.

Como había bastante barrullo en el aula, pasé desapercibida a los ojos de la profesora.
-¿Alex? -preguntó Noah desconcertada al verme.

-¿Noah? -pregunté al igual que ella.

-Vale, está claro que nos conocemos. -dijo Noah haciendo que riésemos las dos. -¿Qué pasa? Porque me imagino que no te has acercado sólo para ver mi cara bonita. -preguntó de nuevo causando mi sonrisa.

Par de ojos azulones Donde viven las historias. Descúbrelo ahora